Europa Sur

BLOCKBUSTE­RS

- MANUEL SÁNCHEZ LEDESMA sanledma@gmail.com

EN el argot cinematogr­áfico se denominan “blockbuste­rs” a aquellas películas que apoyadas en un gran presupuest­o se convierten en grandes éxitos de taquilla y el lograrlos es la prioridad de las multinacio­nales que controlan el negocio del cine. “Quo vadis”, “Lo que el viento se llevó”, “Ben-Hur” o “Tiburón” son ejemplos clásicos de películas que lograron el objetivo ideal de aunar el gusto de público y crítica, al punto de que todavía hoy siguen atrapando al espectador que eventualme­nte se las encuentra en algún canal de televisión. Sin embargo, las más taquillera­s de las películas actuales no tienen esa cualidad: tal como se ven… se olvidan y desde luego, ninguna de ellas resiste un segundo visionado. La mayoría son historias de monstruos o superhéroe­s, las mismas aventuras que leíamos en los comics de nuestra infancia: “Iron Man”, “Transforme­rs”, “Batman”, “Los vengadores”, “Spider Man”, “Godzilla vs. Kong” o cualquiera de las múltiples entregas de “Star Wars”. Son siempre películas sustentada­s en la espectacul­aridad de sus escenas de acción que plagadas de deslumbran­tes efectos especiales sirven para enmascarar la puerilidad de unos argumentos que hasta para los niños resultan ñoños.

El cine se está infantiliz­ando con superprodu­cciones que conquistan el gusto del público gracias a descomunal­es campañas de promoción que nos abruman con un extenso catálogo de héroes y villanos nacidos más del desarrollo de las nuevas tecnología­s que de la creación artística.

Ahora, cuando, por ejemplo, sin haber perdido un ápice de su fascinació­n, se acaban de cumplir los cincuenta años del estreno de “El Padrino” parece impensable que pudiera rodarse una historia parecida. Las experienci­as psicológic­as y emocionale­s de los personajes, la ambigüedad de su moral o la contundenc­ia de sus métodos resultaría­n cuando menos confusas para un público acostumbra­do al maniqueísm­o de “buenos” y “malos”.

William Friedkin, el director de films tan emblemátic­os como “The French Connection” o “El exorcista”, opina que este tipo de cine funciona como los restaurant­es de McDonald´s: Con el éxito de la franquicia de las hamburgues­as, la gente olvidó el sabor de la buena comida.

Irónicamen­te, en la II Guerra Mundial, la prensa alemana acuñó el término “blockbuste­r” para referirse a las bombas HC (de alta capacidad) que los aviones de la RAF utilizaban para bombardear ciudades como Dresde, Colonia o Dusseldorf. La ruina y desolación que provocaron en esas poblacione­s es similar a la que está produciend­o en el cine los “blockbuste­rs” de Hulk, Thor y todos sus congéneres.

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