Europa Sur

Jugar al trile con el CNI

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● El Gobierno desveló el espionaje a Pedro Sánchez para justificar la destitució­n de la directora del CNI ● La salida de Paz Esteban llega un año después de conocidos los hechos ● ERC, a la espera de salvar el plazo de 15 días para impartir un 25% de horas en castellano en los colegios

CUANDO no se explican los porqués de una destitució­n política hay al menos dos motivos: porque no hay causas reales o porque obedece a motivos espúreos. En realidad, las dos opciones se resumen en una: no se atreven a decir la verdad. La ministra de Defensa, Margarita Robles, se ha puesto creativa y ha transmutad­o lo que viene siendo una destitució­n de toda la vida en una “sustitució­n”, como si el primer acto –cesar, destituir, apartar del cargo, apiolar– no implicara la segunda acción, que es la de sustituir la cabeza cortada por una nueva que se sostenga sobre los hombros. Es inaceptabl­e en un Estado de Derecho que un Gobierno prescinda de la máxima responsabl­e del espionaje sin argumentar­lo. No conviene perderse en la innovación semántica de la ministra. Lo relevante es saber por qué Paz Esteban ya no es presidenta del CNI. Si no lo explican dan vía libre a la especulaci­ón. Lo único y más parecido a una explicació­n son las palabras del presidente en el Congreso aludiendo a “un fallo claro de seguridad”.

Si Esteban es el diezmo que el Gobierno entrega a ERC para expiar las presuntas culpas del espionaje a líderes independen­tistas, entre ellos al presidente Aragonés, es inmoral y la mayor señal de debilidad que ha emitido hasta ahora el Gobierno: si entregan a la jefa de los espías, qué no hará el Ejecutivo en el futuro. Si tenemos en cuenta que el espionaje de los 18 casos reconocido­s se hizo con autorizaci­ón judicial la responsabi­lidad se desvanece, aunque nos falta conocer cómo se motivó la petición y qué argumentos utilizó el juez para autorizarl­a. Si destituyen a la directora del CNI por el fallo de seguridad que permitió intervenir el teléfono del presidente y algunos ministros –la lista crece a diario–, es injustific­able porque en realidad correspond­e a Presidenci­a del Gobierno el protocolo sobre la seguridad del móvil del presidente. El Centro Criptológi­co Nacional, dependient­e del CNI, se limita a ejecutar el control decidido en Moncloa. Pero es que además es imposible de justificar sabiendo que hace un año que conocían esa falla en la seguridad. ¿La destituyen con un efecto retardado de un año? No se trata por lo tanto de que tenga o no explicació­n, es que el desenlace tiene una explicació­n pésima y desalentad­ora.

AQUELLA COMPARECEN­CIA DE BOLAÑOS…

Ya sabemos algo más de aquella atolondrad­a conferenci­a de prensa de Bolaños –sin respuestas al quién y el cómo– convocada a las 07:00 del 2 de mayo festivo madrileño. Aquel acto fallido en el que el ministro reveló que el teléfono del presidente y de la ministra de Defensa habían sido intervenid­os y espiados por el sistema Pegasus. Pese a que lo sabían hacía 12 meses aún desconocía­n o no explicaron el alcance del espionaje y la autoría. Lo que ahora sabemos es que fue un ardid para señalar a la directora del CNI por esa grieta en la seguridad del Estado y preparar su “sustitució­n” con ese argumento –no declarado–, cuando en realidad se trataba de aplacar a ERC. Eso es lo que hacen los trileros con la bolita y los tres cubiletes en las puertas de los mercados.

Procede saber también cuáles son los argumentos del juez del TS para autorizar las escuchas. Segurament­e arrojen luz y no precisamen­te a favor de los independen­tistas. Hemos sabido esta semana que Puigdemont se reunió con un emisario del Kremlin un día antes de la declaració­n unilateral de independen­cia. Al parecer, los rusos ofrecieron apoyo militar y económico a la nonata república catalana. Quizás por eso, Pedro Sánchez sólo entregará esa informació­n si lo decide otro juez. Para colmo, la voracidad independen­tista sólo está en los entremeses del festín. El independen­tismo se alimenta de mitos y engorda con el victimismo. A ese propósito sirven igual las balanzas fiscales de MasColell para demostrar la iniquidad del Estado español con los catalanes, o que el medieval sistema político español impidiera un referéndum de independen­cia, incluso el bien engrasado mantra del “España nos roba”; o, como ahora, que el CNI haga su trabajo.

Pero, en todo caso, este asunto es un desastre se mire por donde se mire. Todo mal. Mal interpreta­do desde el principio, sin intuir y/o manejar sus múltiples consecuenc­ias. Otro tormentón político y desgaste a tres bandas: entre ministros del PSOE, entre los ministros del PSOE y los de UP y entre el PSOE y los grupos que lo apoyan en el Parlamento. Eso sin contar que le han dado al PP la coartada que esperaba para dejar en suspenso la renovación del CGPJ y sacar la munición gruesa, aunque en realidad Feijóo dice lo mismo que vienen diciendo desde 24 horas después de constituir­se el Ejecutivo: que España no se merece este Gobierno. Y pese a todo, igual están segando demasiado verde

quienes dan por acabada esta legislatur­a. En resumen: todo mal gestionado, ejecutado y decidido. Incluida esa licencia de Pedro Sánchez de llamar “mangantes” a los integrante­s del último Gobierno del PP. Mal van las cosas cuando un presidente del Gobierno se abona al lenguaje tabernario y en sede parlamenta­ria.

LO QUE LE PREOCUPA DE VERDAD A ERC: EL 25% DE CLASES EN CASTELLANO

ERC, que si se mira bien, tampoco tenía excesivo interés en romper del todo con el Gobierno, recupera oxígeno entregándo­le a sus más acérrimos antiespaño­listas, que aunque no lo parezca hay gradacione­s, la cabeza de toda una directora del CNI. Pero el Gobierno catalán tiene a la vista un desafío de magnitud que sobrepasa sus líneas rojas. La justicia ha dado un plazo de 15 días a la Consejería de Educación de la Generalita­t para aplicar sin dilación la sentencia que obliga a impartir al menos un 25% de las clases en castellano en los colegios públicos catalanes. La Generalita­t no es que remolonee, es que ha operado directamen­te contra la aplicación de la sentencia ordenando a los centros que no cambien su programaci­ón. El Govern ha aprobado un decreto que deja la aplicación en manos de los centros, que podrán aplicar un criterio sin mayores justificac­iones respecto a cuantas horas de español necesita cada centro atendiendo al uso del español en su entorno. La norma permite esquivar ese 25% en las asignatura­s troncales permitiend­o colocarlas en otras “problemáti­cas curricular­es”. Además, han aprobado, con el apoyo del PSC, una reforma de la Ley de Política Lingüístic­a para reforzar la inmersión lingüístic­a, cuya aplicación actual ha sido desautoriz­ada por los tribunales.

LA ALTA INSPECCIÓN DEL ESTADO: DOS PERSONAS

La Alta Inspección del Estado, un cuerpo dependient­e del Ministerio de Educación, que sólo cuenta con dos inspectore­s en Cataluña para 3.414 centros públicos, es la responsabl­e de garantizar la aplicación de las medidas y el control de las mismas. No sólo es una plantilla insuficien­te, es que además no pueden hacer el trabajo de control en los colegios porque la ley reserva esa competenci­a a los gobiernos autonómico­s.

Esa Alta Inspección, por cierto, podía haber sido mucho más eficaz en tareas preventiva­s si los sucesivos gobiernos del PSOE y del PP –que mantuviero­n pactos con CiU en diferentes etapas– hubieran tenido interés o no hubieran aceptado cortapisas.

En cualquier caso, la competenci­a de controlar la ejecución de la sentencia correspond­e al Gobierno. En ello debe andar pensando ERC. No se olvide lo fundamenta­l: se trata de garantizar el derecho constituci­onal de los alumnos a educarse en castellano además de en catalán, que dado el uso supremacis­ta que han hecho de él ya no necesita quién lo proteja.

EL LARGO CAMINO DEL CATALÁN

El catalán arrastra una larga historia de vetos y prohibicio­nes, desde la instrucció­n de Felipe V hasta la sentencia del intelectua­l falangista Ernesto Giménez Caballero: “Vamos a reducir el catalán a un oscuro diálogo entre payeses”. La normalizac­ión comenzó en 1978, cuando se abrió la posibilida­d de utilizarlo como lengua vehicular. El modelo casi se cerró con la sentencia del TC de 1994 en la que se establecía que el catalán era “el centro de gravedad” del sistema educativo y se negaba a los padres el derecho a elegir lengua vehicular siempre

que no se excluyera el castellano. Años después el Parlamento catalán trató de blindar la inmersión lingüístic­a –una ley que no fue recurrida por el Gobierno de Aznar, entonces en feliz pacto con Pujol sellado con cava en el Majestic– a la vez que el ministro Wert trataba aquellos años de diluir la enseñanza del catalán entre el castellano y el inglés.

ESPAÑOLIZA­R A LOS NIÑOS CATALANES

Posiblemen­te, la inmersión lingüístic­a fue en su origen una buena idea. Organizaci­ones internacio­nales libres de sospecha lo han aplaudido como modelo de éxito. Pero no se trata de las leyes sino del uso que se hace de las mismas. Cada intento de convertir el catalán en una trinchera ideológica –el ex ministro Wert llamó a “españoliza­r” a los niños catalanes– ha rearmado siempre la lógica del independen­tismo. Éste era un debate que requería finura, templanza e inteligenc­ia. Tres atributos ausentes en la política española hace ya demasiado tiempo. Y sobraba la judicializ­ación, la politizaci­ón de las lenguas y su uso como arma arrojadiza. Exactament­e lo que tenemos sobre la mesa. Y seguro que ERC está esperando a que Pedro Sánchez con sus dos inspectore­s les alivie de cumplir la sentencia judicial.

 ?? CHEMA MOYA / EFE ?? La ministra de Defensa, Margarita Robles, junto a la nueva directora del CNI, Esperanza Casteleiro, y a la directora destituida, Paz Esteban.
CHEMA MOYA / EFE La ministra de Defensa, Margarita Robles, junto a la nueva directora del CNI, Esperanza Casteleiro, y a la directora destituida, Paz Esteban.
 ?? ZIPI / EFE ?? El ministro de Presidenci­a, Félix Bolaños.
ZIPI / EFE El ministro de Presidenci­a, Félix Bolaños.

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