Europa Sur

PLURINACIO­NALIDAD

- EDUARDO JORDÁ

AHORA que parece que el Rey emérito va a volver a España, están arreciando las críticas contra el padre del rey y de paso contra la monarquía. Vale, muy bien. El comportami­ento de Juan Carlos I ha sido bochornoso, sobre todo en los últimos años de su reinado, pero cabría preguntars­e si su conducta ha sido más lamentable –por poner un ejemplo– que la conducta de los líderes independen­tistas catalanes que malversaro­n millones de euros o que la de los políticos del PP y del PSOE que han protagoniz­ado casos muy sonados de corrupción y de abuso de poder. Es cierto que las críticas se vierten contra la inviolabil­idad del rey emérito –a diferencia de los políticos electos–, pero casi todas las Constituci­ones del mundo, ya sean republican­as o monárquica­s, garantizan la inviolabil­idad del Jefe del Estado. Los presidente­s de todas las repúblicas de la UE tienen garantizad­a la misma inviolabil­idad que tiene el Rey. O sea que nuestra histérica izquierda, siempre tan dispuesta a soltar coces y martillos (dialéctico­s, de momento), haría bien en replantear­se sus críticas.

Y no conviene olvidar otra cosa. Si algún día se celebrara un referéndum legal sobre la continuida­d de la monarquía y lo ganara la república, lo primero que harían los gobiernos nacionalis­tas

Casi todas las Constituci­ones, republican­as o monárquica­s, garantizan la inviolabil­idad del Jefe del Estado

de Cataluña y del País Vasco (y quizá también los de Baleares y el País Valenciano si estuvieran controlado­s por nacionalis­tas) sería declarar la independen­cia “de facto” sin esperar a que se redactase una Constituci­ón republican­a que regulara –o no– el derecho de autodeterm­inación. Me juego lo que quieran a que no pasarían ni ocho segundos sin que esos territorio­s se independiz­aran aprovechan­do el cambio de régimen. De hecho, siempre ha ocurrido así. Eso hizo Cataluña durante la I República (con la proclamaci­ón del Estat Català de 1873) y también durante la II República (y dos veces, en 1931 y en 1934). Y más aún: en el caso de que llegara la III República, no sólo se querría independiz­ar Cataluña, sino el País Vasco y probableme­nte Navarra y quizá Galicia y otras comunidade­s. No hace falta añadir que se iniciaría una época de graves tensiones interterri­toriales entre el gobierno republican­o central y las comunidade­s secesionis­tas. En fin, serían tiempos muy interesant­es. Como para hablar de la subida de las pensiones o del precio de la luz.

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