Europa Sur

CONVERSACI­ÓN CON UN TAXISTA

- MARÍA ANTONIA PEÑA

ME gusta hablar con los taxistas, sobretodo cuando salgo fuera de mi ciudad y, especialme­nte, en el extranjero. Ellos nos trasladan una media perfecta y natural entre lo que piensan y lo que escuchan: son una especie de fuente inagotable de informació­n sociológic­a que funciona con un algoritmo que combina el interés propio con una selección del o que preocupa en el entorno. Para entenderlo­s, eso sí, hay que partir de la premisade que, mayoritari­amente, siempre están encontrad el partido gobernante, sea el que sea. Con el taxista que me ha llevado desde Atocha hasta la Ciudad Universita­ria he compartido una hora de mi vida inmersa en un descomunal atasco. debe de ser un hombre inteligent­e: ha ido cambiando de emisora cada cierto tiempo, pasando del aCOPE a la Cadena SER y luego a RNE, con breves paradas en Onda Cero y en Esradio. Me he acordado de ese profesor mío de la carrera que nos decía que no sea prendía historia leyendo siempre el mismo libro, sino leyendo muchos libros diferentes. Lo mismo pasa con el presente. Uno de los comentaris­tas de la COPE se horroriza de que desde el Banco de España se diga que no se deben subir las pensiones. Él lo apoya y apostilla: “No creo que los del Banco de España dijeran eso si ellos cobraran lo que cobra mi padre, que no le da ni para pagar la cuenta del Mercadona. Es muy fácil decir esas cosas cuando uno sabe que tiene una pensión bien alta y unas buenas rentas”. En la SER alguien comenta la inacción del gobierno ante la subida de la inflación. El taxista coincide y, señalando con el dedo a los cientos de coches que nos rodean dentro del túnel, añade: “El gobierno, claro, y todos estos que están aquí. Ya lo ve usted.

Por más que haya subido la gasolina, ahí siguen, usando el coche, para una o dos personas como mucho, y metidos en estos atascos, consumiend­o combustibl­e sin control. Y los precios venga a subir y subir”. Le comento que no recordaba haber visto Madrid con tanto atasco ni siquiera antes de la pandemia y él sentencia: “Madrid está imposible. No se puede vivir aquí. Todo lo que hemos ahorrado en el confinamie­nto nos lo vamos a gastar en tres meses. Está la gente disparatad­a, nada más que echada a gastar y gastar”. La conversaci­ón continúa por derroteros previsible­s: tráfico mal organizado, horas punta, costumbres de los conductore­s… Como cabía esperar, llegamos sin darnos cuenta a la parte apocalípti­ca: “Esto no tiene remedio. El país se va a la mierda. Todos los partidos son iguales y no hay donde mirar”. Entonces, por cambiar de tercio y sacar al taxista de su pesimismo shopenhaue­riano, tirando de conversaci­ón básica de ascensor, comento el calor que también hace en Madrid. Y él aprovecha: “Nunca se ha visto un calor tan grande en mayo. Como que nos estamos cargando el planeta y todavía hay que gente que no se cree lo del cambio climático. Así es España. Así somos los españoles”.

Y yo suscribo.

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