Europa Sur

HISTORIA DE ESPAÑA

- JOSÉ ANTONIO CARRIZOSA jacarrizos­a@grupojoly.com

DICE el propagandi­sta monárquico Luis María Anson –por lo demás, uno de los más grandes periodista­s de su generación– que el reinado de Juan Carlos I hay que incluirlo entre los cuatro más grandes y trascenden­tes de la Historia de España, junto a los de Carlos I, Felipe II y Carlos III. Como teoría para epatar en estos días en que las andanzas del emérito han monopoliza­do la atención del país, no está mal traído. No hay que olvidar que en la nómina que puede exhibir la Corona española hay, junto con los citados, personajes como Fernando VII o el bisabuelo del Rey actual, con lo que la media no puede ser, necesariam­ente, demasiado alta. Y sí, Juan Carlos la sube si partimos su reinado en dos, consideram­os sólo la primera parte y nos olvidamos del último tramo y de todo lo que ha pasado después de su abdicación, que no es poco. El parteaguas del Rey que liquidó cuatro décadas de dictadura hay que colocarlo en torno a la mitad de la década de los noventa, cuando Juan Carlos ve cumplido los grandes objetivos con los que llegó al trono tras la muerte de Franco y decide dedicarse de lleno a sus –llamémosle así– negocios y aficiones. Además, el modelo de relaciones fluidas entre el Gobierno y la Corona que había funcionado con Felipe González salta por los aires con la llegada de José María Aznar a La Moncloa.

Juan Carlos fue el motor de la democracia, pero también el único responsabl­e de haber dilapidado su prestigio

Cuando dentro de unos cuantos años los especialis­tas analicen la trayectori­a de Juan Carlos I se quedarán con la primera parte, pero no olvidarán la segunda. Lo que hizo tras la llegada al trono en 1975 se inscribe en las grandes gestas que marcan la Historia. No sin tensiones, pero sí con efectivida­d, el Rey logró articular un consenso nacional que abarcaba desde los que habían estado más cerca del franquismo hasta los comunistas y con ellos construyó una Constituci­ón y una democracia perfectame­nte equiparabl­es a las más avanzadas de Europa. Nadie puede negarle que él fue el motor que puso en marcha esa maquinaria y que lo hizo con valentía e inteligenc­ia. Pero después llegó lo que todavía estamos padeciendo y que pone en precario la propia solidez de la Monarquía. Los acontecimi­entos de la pasada semana, y la frustrada escena de reconcilia­ción familiar en la Zarzuela, deja bien a las claras la herida que hay abierta. Y esa herida está provocada, sólo y exclusivam­ente, por la actuación irresponsa­ble de don Juan Carlos, que ha dilapidado su prestigio y puesto en cuestión el de la institució­n. Eso es también Historia de España.

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