“Teodora es el símbolo de la resistencia combativa”
–La figura de la emperatriz Teodora arrastra no poca leyenda negra.
–Y no tardó en montarse –a cargo de una de las personas que había encumbrado y que es la clave del libro– escrita por Procopio, un hombre vengativo y misógino que no entiende cómo una mujer puede haber llegado tan lejos. La novela pone este hecho como excusa para ir desarrollando una biografía más allá de los bulos, que relata un eunuco, Fabio Nasica, al que hago oriundo de Cádiz.
–Bueno, a pesar de todo, es una de las primeras mujeres icónicas para la historia.
–De hecho, todo este proyecto empezó el primer 8M, el de 2018, que me pilló precisamente en Madrid. Y me pareció que parte del feminismo se iba al otro lado de la balanza: no se puede cambiar patriarcado por matriarcado. Y sí, se ven muchos referentes como Chanel o Virginia Woolf, pero Teodora es un hito de la antigüedad, y bastante feminista según los parámetros actuales. Es un símbolo de la resistencia de la mujer: ella fue la que cambió el corpus legal romano para que las mujeres tuvieran presencia social y fueran consideradas, pues hasta entonces no podían ser testigos, ni testar, ni administrar su patrimonio, ni tener la patria potestad de sus hijos.
–Y ejercía no precisamente desde las sombras y meciendo la cuna.
–Demostró que la mujer puede ser una alternativa al poder en el siglo sexto y con toda la mecánica política y social en contra: la gloria de Justiniano era la gloria de Teodora. Algo extraordinario para una muchacha que había alcanzado la fama como mito erótico, con el famoso espectáculo de Leda y el cisne que describen los cronistas, pero que había empezado como prostituta de los bajos fondos. Elena Poniatowska decía que, ya que no recordamos a las grandes olvidadas, por lo menos hemos de escribir sobre
Sin la emperatriz, Justiniano no se habría podido mantener el poder por sus propios medios”
ellas. Y yo creo que con Teodora ha llegado ese momento porque es el símbolo eterno de la resistencia combativa, se adelantó mil años a la filosofía que después desarrolló Maquiavelo, el que usar el poder conlleva consigo el utilizar todos los medios posibles, por muy crueles que fueran. –Eso es lo que ha quedado.
–Desde luego: hizo que cerraran las puertas del hipódromo para masacrar a toda la facción sublevada, por ejemplo. El trono, decía, es un buen sepulcro, y la capa púrpura, un buen sudario; y yo moriré por el Imperio. –En la novela la llama La crisálida.
–Por su gran recorrido personal, un recorrido en el que pasa, literalmente, de puta a santa. Un antes y un* después en su vida lo marca su estancia en Alejandría, donde conoció al patriarca Timoteo III y aprendió filosofía. Se hizo cristiana monosofista, cosa que le procuró algún problema, habiendo sido pagana y adorado a Afrodita. Por muy bella que fuera, no hubiera llegado adonde llegó con la cabeza vacía.
–Además de Procopio, ¿cómo la han tratado las fuentes?
–Pues todos muy bien: tenga en cuenta que uno de sus principales méritos era, precisamente, que se rodeaba de muchos colaboradores. Algo que hizo también Carlos III, que reunió a Floridablanca, Aranda, Campomanes... Ella contó con dos grandes figuras como Belisario y Narses, y sus ministros le fueron fieles desde el principio hasta el fin. Además, casó a sus amigas con los hombres más inf luyentes. –Hay un tema muy actual, redes sociales mediante, en la biografía de Teodora, y es si puede uno escapar de su propio pasado.
–Yo, a su pasado, lo salvo. Tenga en cuenta que había nacido en la más absoluta pobreza, viviendo en el subsuelo de Constantinopla, con su madre, viuda de un domador de osos, prostituyéndose. La manera que tenía de ascender era solo una: y ella, si tenía algo claro, era que quería ser patricia para vivir mejor. Atrajo a Justiniano, que había sido pastor de joven y veía en ambos un salto similar, pero que no servía para el gobierno: iba vestido de fraile y dedicaba
de ocho a diez horas al día a teologar.
–“Esto de mandar te agobia, ¿no, cari?”.
–Según todos los historiadores, Justiniano solo no podría haberse mantenido el poder. Constantinopla siguió siendo imperial mil años gracias, entre otras cosas, a la administración de Teodora, y a proyectos como el sistema de carreteras que implantó. Fue la primera Madame Bovary: se opuso a las leyes de los hombres, y eso tiene mucho mérito en la época en que ella lo hizo. Y el pueblo la adoraba porque la consideraba una de los suyos.
–La Roma de Oriente, ¿en su opinión, cuál era la principal diferencia con la Roma originaria?
–Pues creo que la principal diferencia estaba en la religión: en Constantinopla, el paganismo resistió mucho más y se dio una mezcla entre ambos durante mucho tiempo, con mucha naturalidad: había cristianos, paganos, hunos, persas, griegos...