SEÑOR KENOBI

HAY que rejuvenecerse a uno mismo para entrar de lleno en las series de Star Wars que a fin de cuentas son deconstrucciones de géneros clásicos. Obiwan Kenobi es un fraile justiciero, un Zorro sobrenatural y místico, que en lugar de antifaz usa capucha para investirse de misterio y trascendencia. La esperada serie que acaba de llegar a Disney + es una película por entregas. Entre los fans galácticos había ansias por reencontrarse con Ewan Mcgregor.

Los que somos más veteranos (tal vez como usted) pertenecemos al Obi-wan que interpretó Alec Guinness con su senectud venerable de fraile franciscano. En nombre originario de la primera entrega que como todos ya sabemos, o no, es la cuarta, era el contrapunto a la banda juvenil y robótica. El señor mayor que se colaba en la fiesta. Su misión en el cuento: servir de bautista y sacrificio al mesías Skywalker, cayendo ante el discípulo descarriado, aunque no supiéramos este detalle.

Allá por 1978 los espectadores de provincias tuvieron que aguardar un año a que llegara al fin la promocionada película de rayos láser, peluches, ogros de goma y héroes medievales que renovaba la ciencia ficción y emergía como un monsttruo del marketing y del merchandising. Los llamados fueron los primeros niños en disfrutar de una franquicia que ya empieza a legarse a los nietos.

Alecc Guinness era el patriarca de aquel desierto de jawas, con su aura pretenciosa. El actor británico tenía 63 años (a ojos comparativos de hoy nos parecería que tiene 80) y una carrera de escarapelas y culto cinéfilo. Imaginemos su desconcierto en el rodaje a mediados de los 70 entre tanto bicho y maqueta de lo que parecía ser un desastre infantiloide. Obi-wan era de forma inevitable un anciano escéptico, de viaje de vuelta. El distanciamiento y frialdad de aquel británico serio metido en aquel disparate terminó por dar elevación al espíritu jedi. Ahora es muy fácil y rentable hacer una historia sobre el señor Kenobi.