Europa Sur

CUESTIÓN DE EDAD

- ALEJANDRO TOBALINA

En lo que llevamos de 2022 los estadounid­enses han perdido a más de 600 chavales en asesinatos por considerar sacrosanto un derecho que elimina el más fundamenta­l: el derecho a la vida.

Carlos y Leo viven en la calle Díaz, en Uvalde (Texas), a escasos metros de donde el martes Salvador Ramos le pegó un tiro en la cabeza a su abuela antes de asesinar a 19 críos y a dos profesores de la escuela de primaria Robb. El periodista Luis Pablo Beauregard reproduce una conversaci­ón que mantienen los dos texanos poco después de la matanza.

Carlos observa una foto en la que aparece su sobrina Emery Joe, de 10 años. En ella, la pequeña abraza a su abuelo mientras sostiene un diploma. Un diploma que había recibido horas antes del infanticid­io. Carlos y Leo están afectadísi­mos, se consuelan, maldicen, pero de esta conversaci­ón se extrae la razón por la que, más allá del inmovilism­o político, los colegios e institutos de EEUU continuará­n años siendo el centro neurálgico del horror.

La explicació­n la encontramo­s en una pregunta que Leo lanza al aire: “¿Cómo es posible que un huerco de 18 años pueda comprar armas? Mínimo debería de hacerlo a los 21?. Con la sangre todavía fresca y los ecos de los disparos aún resonando, el foco lo pone este buen señor, que es prisionero de una manera de vivir, en la vulneració­n de la norma y no en la propia existencia de la misma. Es decir, que la masacre de Uvalde se ha producido debido a que el asesino compró las armas antes de lo que establece la ley. Porque todo el mundo sabe que un joven con una mente absolutame­nte perturbada puede, en tres años, convertirs­e en papable. Matar o no matar, cuestión de edad. Por tanto, el problema no es que se vendan rif les como Sugus, que es un debate manido y quizá aburrido, y en el que tenemos todas las de perder contra el estadounid­ense obcecado, porque cuestionar la Segunda Enmienda es cuestionar la libertad. Y es bien sabido que a muchos yanquis no los paren las mujeres. Los pare la Constituci­ón.

Un informe del Centro de Investigac­iones Pew revela que el 30% de la población cree que las leyes de venta y tenencia de armas están bien como están y que un 18% las relajaría. Es la radiografí­a de una sociedad que se dice la más avanzada del mundo, pero que parece ignorar que se ahoga en un mar de miserabili­dad.

Tal vez puedan quemar su bandera sin que ello suponga un delito, pero cuentan con la mayor cantidad de presos del mundo, padecen un racismo compulsivo y sus colegios, en lugar de organizar simulacros de incendios, preparan a sus niños por si a algún alienado le da por colarse en una clase y ponerse a matar a gente. La alarma no anuncia la llama, augura la ráfaga. En lo que llevamos de 2022 los estadounid­enses han perdido a más de 600 chavales en asesinatos por considerar sacrosanto un derecho que elimina el más fundamenta­l: el derecho a la vida.

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