CUESTIÓN DE EDAD
En lo que llevamos de 2022 los estadounidenses han perdido a más de 600 chavales en asesinatos por considerar sacrosanto un derecho que elimina el más fundamental: el derecho a la vida.
Carlos y Leo viven en la calle Díaz, en Uvalde (Texas), a escasos metros de donde el martes Salvador Ramos le pegó un tiro en la cabeza a su abuela antes de asesinar a 19 críos y a dos profesores de la escuela de primaria Robb. El periodista Luis Pablo Beauregard reproduce una conversación que mantienen los dos texanos poco después de la matanza.
Carlos observa una foto en la que aparece su sobrina Emery Joe, de 10 años. En ella, la pequeña abraza a su abuelo mientras sostiene un diploma. Un diploma que había recibido horas antes del infanticidio. Carlos y Leo están afectadísimos, se consuelan, maldicen, pero de esta conversación se extrae la razón por la que, más allá del inmovilismo político, los colegios e institutos de EEUU continuarán años siendo el centro neurálgico del horror.
La explicación la encontramos en una pregunta que Leo lanza al aire: “¿Cómo es posible que un huerco de 18 años pueda comprar armas? Mínimo debería de hacerlo a los 21?. Con la sangre todavía fresca y los ecos de los disparos aún resonando, el foco lo pone este buen señor, que es prisionero de una manera de vivir, en la vulneración de la norma y no en la propia existencia de la misma. Es decir, que la masacre de Uvalde se ha producido debido a que el asesino compró las armas antes de lo que establece la ley. Porque todo el mundo sabe que un joven con una mente absolutamente perturbada puede, en tres años, convertirse en papable. Matar o no matar, cuestión de edad. Por tanto, el problema no es que se vendan rif les como Sugus, que es un debate manido y quizá aburrido, y en el que tenemos todas las de perder contra el estadounidense obcecado, porque cuestionar la Segunda Enmienda es cuestionar la libertad. Y es bien sabido que a muchos yanquis no los paren las mujeres. Los pare la Constitución.
Un informe del Centro de Investigaciones Pew revela que el 30% de la población cree que las leyes de venta y tenencia de armas están bien como están y que un 18% las relajaría. Es la radiografía de una sociedad que se dice la más avanzada del mundo, pero que parece ignorar que se ahoga en un mar de miserabilidad.
Tal vez puedan quemar su bandera sin que ello suponga un delito, pero cuentan con la mayor cantidad de presos del mundo, padecen un racismo compulsivo y sus colegios, en lugar de organizar simulacros de incendios, preparan a sus niños por si a algún alienado le da por colarse en una clase y ponerse a matar a gente. La alarma no anuncia la llama, augura la ráfaga. En lo que llevamos de 2022 los estadounidenses han perdido a más de 600 chavales en asesinatos por considerar sacrosanto un derecho que elimina el más fundamental: el derecho a la vida.