JUAN MAYORGA O EL VALOR DE LA COMPLICIDAD
El hecho de que Juan Mayorga sea el autor español vivo más traducido y representado habla no solo de la calidad de su escritura, o de su enorme talento, sino de su rara capacidad para conectar con la sociedad en la que le ha tocado vivir.
En lugar de una torre de marfil, su espacio ha sido siempre el aula y la escena. Al principio compartió sus ideas con otros autores en el Teatro del Astillero. Más tarde, encontraría nuevos cómplices en la icónica Animalario. Junto a Juan Cavestany, Alejandro y Ana revolucionó el panorama teatral y en 2005 se atrevió a afrontar un tema tan complejo como el de la pederastia en Hamelin.
En ella se apreciaba su vena chejoviana y su necesidad de encontrar en el público a un interlocutor activo. A ese crítico tan necesario del que hablaba Brecht y que él mismo ha reivindicado en numerosas ocasiones. En el artículo que precedía en 1999 a su obra Cartas
de amor a Stalin, en el número 280 de la revista Primer Acto, el autor negaba la contraposición entre cultura y barbarie si no se trata “de una cultura crítica que prepara a un hombre a relacionarse con otros y no a dominar a otros o a resignarse al dominio de otros... “.
Los grandes temas de sus obras están muy ligados a la filosofía de Walter Benjamin, como el pasado fallido o la violencia, tema que domina con enorme maestría, como demuestra en piezas como Animales Nocturnos o La paz perpetua, un valiente retrato sobre las consecuencias del terrorismo.
Sin entrar en su producción filosófica, los estudiosos suelen dividir su producción teatral en versiones de los clásicos, obras de tesis, comedias, obras poéticas y piezas breves.
Sin embargo, su saber casi enciclopédico y su compromiso político y social lo han llevado a privilegiar el llamado “teatro documento”, con ejemplos tan radicales como los de 2020 y 2021, de nuevo junto a Cavestany, Shock 1
(el cóndor y el puma) y Shock 2 (la tormenta y la guerra).
Intuimos, sin embargo, que los mejores frutos están por llegar.