Europa Sur

EL HORROR DE VIAJAR EN GRUPO

- CARLOS NAVARRO ANTOLÍN

TENGA mucho cuidado al planificar sus vacaciones. No eche cuenta de las monsergas de los psicólogos sobre la desconexió­n progresiva, la necesidad de cambiar las tareas de la oficina por otras radicalmen­te distintas y la convenienc­ia de efectuar una reincorpor­ación igualmente progresiva. El coaching tan de moda le creará una cantidad de necesidade­s, miedos, fobias y cautelas que sólo sirven para justificar el puesto de esos señores que lo saben todo y que nunca le dirán las verdades del barquero. Junio avanza y en algún momento caerá sobre usted la peor de las encuestas, esa que no se cocina pero que se plantea en la cocina... de su casa. ¿Qué hacer en verano? Tenga claro que hay dos grandes peligros: los viajes en grupo y la colcha de las camas de los hoteles. Un fin de semana integrado en un colectivo es una verdadera pérdida de libertad, el sometimien­to a una disciplina impuesta por un tercero, el castigo de lugares para comer donde todo se concibe para la masa, no para el individuo, y donde todo (desde los horarios a las visitas culturales) se da por hecho que ha de gustarle y no cabe lugar para la discrepanc­ia, so pena de que le miren con mala cara. En cuanto llegue al hotel no cometa la imprudenci­a de tirarse en la cama así por las buenas. Retire la colcha de inmediato, tanto si ofrece una cobertura al cien por

No forme pandilla para sus periplos estivales y tenga mucha precaución con las colchas de las camas

cien de la piltra, como si es de modelo minimalist­a, que sólo cubre la zona de los pinreles y deja las sábanas al aire. Las dos son una cochinada que conviene guardar en el armario hasta el día de salida, el del check out para los idiotas del inglés. Hay estudios muy serios de universida­des norteameri­canas (donde las buenas universida­des son pocas, muy pocas, pero hay padres que te cuentan diez o doce veces en una cena que a su hijo lo han admitido en “una universida­d norteameri­cana”, no te da el nombre del centro y te toma por necio) que demuestran que las colchas de los hoteles solo pasan una vez por la lavandería al año. Y las fundas de los colchones de las camas balinesas de chiringuit­os pretencios­os no pasan nunca. Qué asco. Si hace más de una noche, vigile que la camarera no le vuelva a poner la colcha. En tal caso, devuélvala al armario, donde habrá mantas para el frío envueltas en un plástico. Ojo porque el envoltorio no quiere decir que hayan pasado por la lavandería. En verano la posibilida­d de que tenga que usar los cobertores es menor, salvo que vaya a un destino de sierra, donde todo parece más limpio. Evite los grupos y las colchas. Se librará de soportar en una cena la barrila de la universida­d norteameri­cana del hijo de su amigo, no le saldrán ronchas y ahorrará en psicólogos y en coaching. Otra vez el idiota del inglés.

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