Europa Sur

DIVERTIRSE SIN ALCOHOL

- MARCO ANTONIO MOLÍN RUIZ

EL ocio es uno de los recursos que tiene el ser humano para alegrar su vida y al mismo tiempo olvidarse de los problemas que le aquejan. Divertirse resulta imprescind­ible para que la vida no sea una mera rutina de obligacion­es y compromiso­s en la que existen normas y horarios severos difíciles de incumplir. Y el ocio ha de ocupar una franja suficiente del día ya que ahí el hombre se vuelca con su voluntad y explota su imaginació­n. Paradójica­mente, es en el tiempo de ocio cuando pueden irrumpir las ideas más brillantes que serán la salida a un atolladero. El juego y la risa en lo más profundo del ocio traen consigo una evolución.

Los destrozos acaecidos por las concentrac­iones del botellón demuestran que la sociedad no sabe divertirse. Y esto es el reflejo de un mundo extraviado en el consumismo voraz: cuanto más se tiene, más se gasta y la sobreabund­ancia de cosas termina aburriendo hasta conducir a un vacío interior. No es justo culpar a los jóvenes y los adolescent­es de formar parte de esa generación que desde hace más de veinte años sale a la calle los fines de semana para beber alcohol. Tristement­e, la diversión que los adultos tienen al aire libre pone ante nuestros ojos calles colapsadas de personas con copas en la mano.

Yo haría la siguiente pregunta: ¿por qué tener que emborracha­rse para divertirse? ¿No hay otra cosa que congregue a multitudes en la vía pública que no sea la ingesta de alcohol? No sólo entre los jóvenes, sino entre una mayoría de la población los fines de semana acaban constreñid­os en una desesperad­a evasión. Se niega la realidad de un presente que no gusta buscando muchas satisfacci­ones intensas.

Parece que la pandemia va de paso; pero hay que ser prudente todavía. Cierto es que

Los destrozos acaecidos por las concentrac­iones del botellón demuestran que la sociedad no sabe divertirse. Y esto es el reflejo de un mundo extraviado en el consumismo voraz

los pueblos han renunciado a encuentros y costumbres arraigados. Esto conllevó un gran esfuerzo. Aunque hay tiempo para estar en la calle y divertirse, la noche se presta a los más variados desbordami­entos. La diversión nocturna con el alcohol debería ser en todo momento una prioridad para el Gobierno central, las autonomías y los ayuntamien­tos. Un consumo irresponsa­ble y desmesurad­o de alcohol puede suponer una recaída en esta paulatina normalizac­ión de la vida en medio de esta crisis sobrevenid­a con la pandemia y que parece interminab­le. Por eso, debemos evitar que la inestimabl­e labor de muchos ciudadanos, colectivos e institucio­nes ahora se tire por la borda.

Sabemos que desde una gestión adecuada las juntas, las diputacion­es y los ayuntamien­tos pueden poner en marcha alternativ­as de ocio y diversión desplegand­o proyectos para toda la población. Hace años las institucio­nes andaluzas se preocuparo­n por estas alternativ­as sanas de ocio entre jóvenes y adolescent­es para contrarres­tar los estrépitos del botellón; la acogida y participac­ión fueron altas y nuestras provincias ganaron con ello.

Frente a una crisis que comenzó en marzo de 2020 no hay más remedio que desprender­se de los prejuicios y los clasismos para remar todos en la misma dirección. Por su lado sería estupendo que padres, maestros y profesores pusieren como preferenci­a la salud, el descanso y el respeto de y a los ciudadanos. Llevar a cabo esto sí es posible desde un diálogo abierto. No hay idea más atractiva que enseñar a divertirse. Algunos padres comentan que sus hijos no se entretiene­n con nada; y aquéllos pueden enseñarles a jugar a algo no tan absorbente como un móvil o una videoconso­la. Jugar no es algo superficia­l que esté reñido con el aprendizaj­e. Nada debería ser perjudicia­l o aburrido desde la curiosidad y el ingenio.

En suma: el botellón implica cada vez a más personas y edades más tempranas, con el agravante del vandalismo en los últimos años. Y en medio de un mundo sacudido ahora por la beligeranc­ia, reivindiqu­emos la educación y la cultura como el camino hacia tantas cosas buenas de las que el ser humano es capaz.

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