Al borde del ataque de nervios
que esa izquierda a la izquierda del PSOE.
Por Andalucía suma seis partidos y la operación fue tan difícil de crear que nació descalabrada, porque Podemos no llegó a tiempo para la inscripción. Se queda sin las subvenciones electorales, lo que no es poca cosa. Es mucho dinero. Podemos se había dejado personas destacadas en el camino, cuando Irene Montero decidió prescindir de Teresa Rodríguez y, aprovechando su baja por maternidad, la expulsó del grupo parlamentario con el argumento de deslealtad al partido. Rodríguez se presenta con Adelante Andalucía, y podría lograr algún escaño el 19 de junio.
Por otra parte, Íñigo Errejón, que lleva tiempo divorciado de Podemos aunque firmó la candidatura conjunta, no demuestra el menor entusiasmo por estas elecciones y esa candidatura. Se resiste a poner fecha a su participación en la campaña y encima se encuentra con una denuncia de miembros de Más País porque les ha querido obligar a hacer donaciones ilegales al partido.
Tampoco Yolanda Díaz demuestra entusiasmo, aunque en principio ha confirmado su participación en dos mítines con Ione Belarra. Sus relaciones son tensas, como con Irene Montero, y ninguna de las tres disimula sus diferencias. Alberto Garzón, en cambio, se va a volcar en la campaña. Es andaluz y ejerce de tal, y además la candidata es de IU. Pero la situación no es favorable a ese conglomerado. Por decepción hacia el papel de Podemos en el Gobierno de coalición, la gran oportunidad perdida de aparecer como un partido con ánimo de promover iniciativas importantes, y no cuestiones menores de tipo social, y también porque hoy Podemos es un partido que tiene poco que ver con aquel movimiento que ilusionó tanto y que al final se ha convertido en más casta que la que tanto denunciaban.
PRIMERA PIEDRA
Hay un dato que preocupa seriamente al PSOE y, de rebote, a Por Andalucía, pues sólo podría alcanzar el Gobierno de la mano del PSOE: la desmovilización de los alcaldes y concejales socialistas, en los que confiaba La Moncloa como motor de estas elecciones, ya que no cuentan con el Gobierno regional para tomar iniciativas desde San Telmo que inciten al voto. Los alcaldes socialistas no están a la altura y la razón es obvia: la figura de Pedro Sánchez está a la baja, es posible que baje aún más si se cumplen los pronósticos sobre el 19-J, y a los alcaldes les importan más las elecciones municipales de dentro de un año que las andaluzas. No quieren expresar excesiva devoción a unas siglas perdedoras.
Esa desmovilización ha provocado que La Moncloa, que es la que marca la estrategia del PSOE para el 19-J, haya decidido que “bajen” a Andalucía todos los ministros posibles, además del presidente, para arropar a un Juan Espadas que, para más preocupación aún de
Sánchez, es una figura que apenas conocen el 70% de los andaluces.
Es mejor el panorama del centroderecha, con excepción de Cs, que de ser partido de Gobierno, y bien valorado, se va a quedar en mínimos. Arrimadas no aceptó la oferta de Moreno de que los consejeros de la Junta que pertenecían a Cs se presentaran en las listas del PP, y la situación es hoy muy difícil de superar. Aun así, Moreno, que no oculta su satisfacción por cómo ha gobernado en coalición con Cs, ha trasladado a Juan Marín que si consigue dos o tres escaños podría plantearse incluir a algún miembro de Cs en el Ejecutivo. Si vuelve a gobernar, evidentemente.
Si se hace caso a los sondeos es un escenario probable, porque todos le dan mayor número de escaños que la suma de los partidos de izquierda. Vox inmediatamente ha levantado el dedo: sólo se abstendría en la investidura si entra en el Gobierno. Respuesta de Moreno: no se lo plantea. Si se cumplen los pronósticos actuales, acudiría a la sesión de investidura con su discurso y sin ningún tipo de pacto previo. En manos de Vox está votarlo o no. Y que asuma las consecuencias. Con la abstención de Vox le vale para ser investido, y sólo habría Gobierno del PSOE y Por Andalucía si lo apoya Vox.
Es la razón de que Feijóo haya lanzado la idea de que a lo mejor Vox se plantea un acuerdo con el PSOE para impedir que el PP mantenga la Junta. Situación impensable, pero se nota que en el PP están hartos de que la campaña del PSOE se centre en acusar al PP de que pactará con Vox como en Castilla y León, hartos de que la campaña de Abascal sea contra el PP más que contra el Gobierno socialista, y hartos de que cada vez que se pronuncia la palabra PP de inmediato se pronuncia la palabra Vox. De hecho, se ha pedido a los populares que no entren en la polémica, que no le hagan campaña a Vox. Entre otras razones porque en el PP tienen la seguridad de que el PSOE está moviendo muchos hilos para crear polémica permanente con Vox... y ayudarle así en una campaña en la que el victimismo tiene importante papel.
Vox está fuerte en Andalucía y en estas dos semanas Moreno tiene el reto de captar votantes del PSOE y de Cs –lo está logrando– insistiendo en la idea de que la mejor forma de arrinconar a los socialistas y a Podemos, no sólo en Andalucía sino en España, es que el PP gobierne en solitario sin las exigencias que pueda plantearle Vox. Exigencias que en muchos casos son contrarias a lo que defiende el PP y en ningún caso quiere asumir.
Pero hay algo más que provoca que votantes socialistas y de Cs se planteen votar a Moreno: poner la primera piedra de castigo a Sánchez en Andalucía para intentar que esa primera piedra en el feudo tradicional del PSOE, donde está parte de su fuerza, provoque en las siguientes generales el cambio en La Moncloa.