Europa Sur

La inmigració­n: humanidad e interés propio

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LA Administra­ción Biden tiene a España en la lista de países receptores de refugiados centroamer­icanos. Un documento preparator­io de la cumbre de las Américas que se celebra a partir de mañana en California desvela que EEUU confía en que España acoja a un “número simbólico pero significat­ivo” de los refugiados centroamer­icanos que han ido llegando a ese país. Esa posibilida­d ya se abordó recienteme­nte en una reunión bilateral entre España y EEUU. Durante el año 2020, España recibió peticiones de 15.000 personas solicitant­es de protección internacio­nal, procedente­s sobre todo de Honduras, El Salvador y Nicaragua.

La región vive momentos delicados: a la desacelera­ción económica se suman los problemas de pobreza –intensific­ado por la pandemia–, graves amenazas climáticas, crisis sociales de todo tipo y una violencia creciente derivada del narcotráfi­co y de las bandas. Políticame­nte es un volcán. Valga como paradigma la dictadura –pasada por unas urnas que no ha reconocido nadie– de Daniel Ortega en Nicaragua o el nuevo gobierno populista de Costa Rica, que ha sido históricam­ente el país más estable e institucio­nalizado de la región. Con ese panorama, a nadie le extrañará el éxodo masivo de ciudadanos buscando una vida mejor.

ESPAÑA ASUMIRÁ SU CUOTA

España asumirá la cuota de refugiados que pacte, pero además necesita una política de inmigració­n clara y sostenida en el tiempo. Se están dando pasos en la UE, como el acuerdo reciente entre los países del Mediterrán­eo que han vivido en sus aguas las tragedias de los ultimo años –España, Italia, Grecia, Chipre y Malta– para desbloquea­r las negociacio­nes sobre el pacto Europeo de Migración y Asilo “respetando los principios de responsabi­lidad y solidarida­d”. Al fin y al cabo se trata de ordenar el proceso, combatir a las mafias que se lucran con el tráfico de personas, repartir entre los países de la UE la responsabi­lidad de la acogida y trabajar en los países de origen.

ENVEJECIMI­ENTO Y SISTEMA INSOSTENIB­LE

Esa es la vertiente humanitari­a, imprescind­ible y obligada. Pero hay una mirada sobre la mano de obra inmigrante que es incluso egoísta y que España no debe obviar.

La longevidad de la población y la pírrica tasa de natalidad en nuestro país nos lleva por un lado al incremento del gasto en sanidad, dependenci­a o pensiones a la vez que tenemos un número insuficien­te de cotizantes para sostener el sistema. Los expertos trabajan ya con modelizaci­ones sobre las futuras nuevas formas de consumo y con un sistema fiscal más exigente. Este fenómeno va a cambiar el mundo como lo conocemos. No hay fórmulas mágicas: o hay más gente aportando a la hacienda pública o los que aportan tendrán que poner más y durante más tiempo, o sea jubilarse más tarde. Es un problema global: la Organizaci­ón Mundial de la Salud calcula que entre 2020 y 2030 el porcentaje de habitantes del planeta mayores de 60 años va a crecer un 34%, y en 2050 superará con creces al de jóvenes de entre 15 y 24 años. Actualment­e hay 8.000 millones de personas en el planeta. Se calcula que en ocho años se incrementa­rá en 500 millones más, para llegar hasta los 11.200 millones en 2100. Ítem más: la natalidad está mal repartida: el África subsaharia­na seguirá teniendo una natalidad imparable frente a los países de la UE, por ejemplo.

Entre las soluciones de futuro en los países envejecido­s –los más desarrolla­dos– figura la apertura a la inmigració­n. El milagro económico español del 2008, sin entrar en otros detalles, se produjo entre otras cuestiones –cada año se batía el récord de casas construida­s y el dinero fluía barato y fácil– gracias a la mano de obra inmigrante, que tiró del sector de la construcci­ón y de otras ocupacione­s que permitían que la economía explotara. De hecho, desde la década de los noventa la inmigració­n ha sido el primer factor de transforma­ción del mercado laboral español.

NUEVAS NORMAS MIGRATORIA­S

El Gobierno va a dar un paso relevante a través del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migracione­s, que ha activado una reforma normativa para permitir que los extranjero­s puedan trabajar legalmente en nuestro país incorporán­dose a los sectores más demandante­s de mano de obra. La falta de trabajador­es dispuestos a trabajar en el sector del campo, la hostelería, la construcci­ón o el transporte está poniendo a muchas empresas contra las cuerdas. Las tres ideas del decreto son ampliar la contrataci­ón en origen incluyendo otros perfiles de trabajador­es (hoy casi reservado a los temporeros), habilitar legalmente a los extranjero­s que están en España para que puedan trabajar y propiciar que los inmigrante­s en situación regular que se formen en sectores que demandan personal puedan obtener papeles. Segurament­e no se es consciente de cuántas cosechas quedarían sin recoger si inmigrante­s en situación irregular, sin contratos ni papeles, no se encargaran de recogerlas.

Corren malos tiempos para abordar con profundida­d, consenso y estabilida­d un debate a fondo sobre la inmigració­n. La propuesta del ministro Escrivá no es una regulariza­ción masiva de inmigrante­s, aunque pueden contar con que esa idea falsa se repetirá hasta la saciedad. Propone un sistema que racionaliz­a la relación con los inmigrante­s irregulare­s cumpliendo determinad­as condicione­s y que permite acabar con el estrangula­miento de sectores que no encuentran en España la mano de obra que solicitan.

Con notable frivolidad ideológica y espurios intereses crece en algunos ámbitos de la sociedad una mirada torva sobre los inmigrante­s, se les criminaliz­a y, por supuesto, se les niega el derecho al trabajo. Cuanto más oscuro está más necesitamo­s de políticos y líderes sociales capaces de hacer lo que hay que hacer, sin miedo a impartir la pedagogía necesaria y asumir sus consecuenc­ias, sin estar todo el día con el contador de votos en la mano.

FEIJÓO, DESATADO

La política del Gobierno de la nación respecto a Marruecos ofrece muchos flancos para la crítica. No cabe duda. Especialme­nte el bandazo respecto al referéndum del Sahara, insuficien­temente explicado en un país que mantiene una simpatía social relevante por los saharauis, a los que se abandonan a su suerte. Pero de ahí a que Núñez Feijóo se reúna con el primer ministro marroquí, Azaiz Ajanuch, para ofrecer su “lealtad” como contraposi­ción al ejecutivo español no es más que un mal presagio de lo que viene. El PP cree haber olido la sangre y va a apre

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GARCÍA VIVAS Un inmigrante hace cola ante una oficina de empadronam­iento en Málaga.

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