Europa Sur

Rafaelillo es quien emerge en el triste cierre isidril de Talavante

● El murciano corta una oreja mientras que el extremeño pone fin a su decepciona­nte paso por San Isidro

- Javier López

FERIA DE SAN ISIDRO EN LA PLAZA DE TOROS DE MADRID

GANADERÍA: Cinco toros de Adolfo Martín, bien presentado­s, de serias y astifinas defensas, y de juego desigual. Nobilísimo y muy manejable el primero; sin raza y muy apagado el segundo; suavón y con calidad pero sin acabar de romper el tercero; agrio y a la defensiva el cuarto; y difícil y con mucha “guasa” el quinto. El sexto fue un sobrero de Garcigrand­e, grandón y muy venido a menos

TOREROS: Rafael Rubio “Rafaelillo” (grana y oro): gran estocada (oreja); pinchazo y estocada trasera y contraria (ovación) Manuel Escribano (verde botella y oro): dos pinchazos y estocada honda (silencio); estocada trasera y caída (ovación)

Andrés Romero (verde esmeralda y oro): pinchazo, media enhebrada en el “número”, pinchazo hondo y descabello (silencio); seis pinchazos, media muy trasera y caída, y descabello (pitos tras aviso)

INCIDENCIA­S: En cuadrillas, Jesús Díez “Fini” saludó tras banderille­ar al tercero. Vigésimo octava y penúltima de feria, con lleno de “no hay billetes” en tarde espléndida

Escribano dio la cara con una faena muy sincera ante el toro más complicado del día

El diestro Rafael Rubio “Rafaelillo” cortó este sábado una oreja en la corrida de Adolfo de Martín que puso también fin al decepciona­nte paso por la Feria de San Isidro de Alejandro Talavante, y con la que Manuel Escribano dio la cara con una faena muy sincera ante el toro más complicado del envío.

El premio de Rafaelillo llegó en el “carretón” que abrió plaza, un toro de nobles y templadísi­mas embestidas, con el que destacó únicamente en una gran serie por naturales y en la soberbia estocada final, que ya por sí sola valía la oreja que acabó cortando, de ahí que no haya pegas al triunfo conseguido por el murciano.

Pero en honor a la verdad, al conjunto le faltó más sosiego, y, sobre todo, entregarse de verdad con el toro para cuajarlo con más rotundidad, algo que hubiera logrado relajándos­e y paladeando sin tanta tensión de cada una de las dulces acometidas del “adolfo”.

A la antigua y sobre los pies paró Rafaelillo al cuarto, que salió de chiqueros con mucho nervio y que acudió con alegría al caballo. Pero ya en banderilla­s comenzó a desarrolla­r una actitud agria y a la defensiva –parecía atrancado de atrás– y con el que Rafaelillo resolvió con oficio y firmeza.

Este tipo de morlaco es con el que este torero se desenvuelv­e como pez en el agua, más acostumbra­do a lo largo de su dilatada carrera de batallar y plantear afrentas a cara o cruz, que de disfrutar en la cara del toro, de ahí, quizás, lo del turno anterior.

Talavante afrontaba su última bala para tratar de salvar su paso por San Isidro. Aceptó el reto del extremeño de reaparecer en Madrid y anunciándo­se, ni más ni menos, que cuatro tardes, un reto grande para el que se esperaba fuera uno de los grandes nombres de la feria, aunque, al final y visto lo visto, su esperado regreso ha arrojado muchas más sombras que luces entre el aficionado.

Ya en su primero, un toro suavón aunque con poquito motor, se le vio indeciso, sin acabar de concretar ni un solo muletazo, sin verlo claro en ningún momento y haciendo que su trasteo se fuera diluyendo como una aspirina en un vaso de agua, hasta acabar en nada también por su desastrosa forma de entrar a matar.

El sexto fue devuelto y sustituido por un sobrero de Garcigrand­e mastodónti­co y que se vino abajo en el último tercio tras agotarse en un interminab­le tercio de varas. Talavante volvió a estar discreto en una faena anodina y rubricada de manera horrorosa con la tizona.

Escribano, por su parte, tuvo poco material en su primero, un toro que echó muy pronto la persiana por su absoluta falta de raza, y al que el sevillano le hizo todo con suma suavidad dentro de una labor de escaso eco en el tendido.

En cambio, el quinto, al que recibió a portagayol­a y al que, como en su turno anterior, banderille­ó de forma notable, fue el típico “adolfo” complicado de verdad, muy al acecho ya de salida, siempre por arriba, y con el que no valían confianzas en la muleta, donde no regaló ni una sola embestida.

Manuel Escribano estuvo con una actitud encomiable, muy firme y muy de verdad para robárselos (los muletazos) de uno en uno en lo que fue la faena más meritoria de la tarde, por lo que expuso y tragó con semejante “prenda” a pesar de la ingratitud de algunos que no supieron valorar el tremendo esfuerzo del sevillano.

Los toros de Adolfo Martín, de serias y astifinas defensas, dieron juego desigual

 ?? EFE ?? Rafaelillo, que cortó una oreja ayer en Madrid, lidiando al primer toro de su lote, del hierro de Adolfo Martín.
EFE Rafaelillo, que cortó una oreja ayer en Madrid, lidiando al primer toro de su lote, del hierro de Adolfo Martín.

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