Europa Sur

LA SOCIEDAD AMORDAZADA

- MÓNIKA BELLIDO

OPINAR es gratis. Pero, como todo lo gratis, en ocasiones, suele salir muy caro. Lo políticame­nte correcto está asfixiando a la libertad de expresión sin que apenas percibamos que así es. Así lo siento yo. Como si fuera una fina niebla que entra en el pensamient­o, modifica conductas, moldea palabras, recorta la creativida­d, el sentido del humor y, sobre todo, elabora en torno a nuestra vida cotidiana un molesto corsé de pensamient­o único en el que ya no cabe más que lo políticame­nte correcto.

¿Se han dado cuenta de que cada vez hay menos cómicos que se atrevan a hacer crítica? Eso sí, siempre nos quedará el Carnaval de Cádiz, aunque sea en junio, donde el Arte con letra mayúscula se viste de pueblo para salir a la calle y soltar verdades como puños a diestro y siniestro. Todo ofende, todo es un escándalo, todo es censurable, todo es para llevarse las manos a la cabeza y rasgarse las vestiduras. Qué agotamient­o.

Yo misma acabo de sorprender­me recienteme­nte autocensur­ando un paso de baile que alude al mundo taurino… Hasta que me paré, me miré y me di cuenta de que estaba rodeada por esa nebulosa llamada lo políticame­nte correcto y que esa nebulosa me estaba asfixiando, me estaba modificand­o de manera sigilosa y, lo peor, estaba coartando mi libertad expresiva y creativa… Díganme que no piensan muy mucho qué decir y cómo decirlo ante determinad­os temas, en según qué foros y no les creeré.

Si desean practicar deporte de riesgo, opinen. Curiosamen­te las sociedades más desarrolla­das en las que reina la libertad de expresión se dirigen hacia un estado latente, casi invisible, de intransige­ncia. No soy fumadora, pero si fumas en este país eres poco menos que un delincuent­e que echa humo por la calle, un apestado y un contaminad­or, poco menos que alguien deleznable. Ya mismo ni en el domicilio particular podrán hacerlo. Pero, eso sí, seguimos vendiendo cajetillas de tabaco, con sus correspond­ientes impuestos. Camino vamos, los carnívoros, de convertirn­os en unos asesinos de animales y pronto auguro que tendremos que ir a confesar antes de encender la barbacoa. Yo adoro a los animales. Pero, no, no los meto en mi cama ni les compro vestiditos ni los considero mejores que algunas personas ni mucho menos a la altura de mis hijos en mis afectos. En mi opinión, esto se sale de madre últimament­e. Pero, claro, sé que me la estoy jugando por opinar… La violencia verbal en defensa de las verdades de cada cual son el pan nuestro de cada día. Opinen de modo diferente y verán cómo en cuestión de segundos, los pensamient­os únicos no dejan lugar al suyo, lo asfixian, lo vapulean y lo intentan poner de rodillas.

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monika_bellido@hotmail.com

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