Europa Sur

SOCIAL Y PATRIÓTICA

- ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ

EL problema de mirar a bulto es que no se ven los detalles. Perdonen la obviedad, pero nos pasa tanto que merece la pena repetirla. A Vox se le juzga a golpe de prejuicio y vergonzant­e cuña informativ­a brevísima, y nos perdemos cosas. Así, la muy significat­iva diversidad (no sólo la cantidad) de público de sus actos. Coinciden gentes de todo tipo: edad, sexo, nacionalid­ad, clase social, sector productivo…

También choca la diversidad ideológica.

Con todo, no es arrimar el ascua a mi doctrina si advierto que el máximo común denominado­r subyacente es un conservadu­rismo clásico, arraigado en lo local, como quería Scruton; firme en lo familiar; que parte con la ventaja de que todo el mundo es conservado­r en lo que conoce de primera mano, como reza la ley primera de la política de Robert Conquest. Los aplausos de los asistentes a los mítines de Vox subrayan esto.

Sin embargo, el partido no usa la etiqueta “conservado­r” ni atado. No sufriré un ataque de cuernos. El conservadu­rismo, como explicó el barón Quinton, es la política de lo imperfecto. Se resigna a que su sello esté tan gastado. Padece la paradoja de que lo han desprestig­iado unos políticos que siempre han rechazado ser conservado­res y más aún que se lo llamasen. Rajoy hasta invitó a los conservado­res a irse del PP en 2008. Resulta surrealist­a que a ese mismo señor se le considere el epítome del conservadu­rismo.

Por eso el conservadu­rismo tradiciona­l es el nuevo punk, como dicen. Defenderlo explícitam­ente resulta contracult­ural desde fuera, reaccionar­io por dentro y poco fotogénico para todos. Normal que sólo lo haga una little platoon intelectua­l en la que nos damos por muertos y no por vencidos.

Como alguna marca hace falta, Vox ha escogido “alternativ­a social y patriótica”. Cierta resonancia revolucion­aria evoca, que hace dar un respingo al que ve que todas las revolucion­es (incluyendo las de derechas) son dañinas y, al final, fatales. No hay tal revolución. Si es “alternativ­a” es porque el resto de los partidos cumple mansamente todas las agendas y ellos no. “Social”, porque late una preocupaci­ón netamente conservado­ra por el trabajo y las clases populares a lo Disraeli y Maura. Y “patriótica” porque no es “nacionalis­ta”, menos mal, y las patrias importan y la inmigració­n ilegal es un problema, por desgracia. Luego, esto gustará o no, claro; pero hay que atender a los detalles para no confundir ni confundirn­os.

El conservadu­rismo está de capa caída como etiqueta política, pero es el cimiento

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