Europa Sur

¿TODOS ANDALUCIST­AS (MENOS VOX)?

- ISIDORO MORENO Catedrátic­o emérito de Antropolog­ía

DEJANDO aparte el partido de la ultraderec­ha (al que no voy aquí a referirme), todos los que se presentan a estas elecciones se declaran andalucist­as. Como también se afirman ecologista­s y condenan la violencia de género. Es esto así porque, salvo los negacionis­tas de la propia existencia de Andalucía, del cambio climático y del machismo, nadie quiere quedarse fuera de estos tres ejes que parecen compartir la gran mayoría de los ciudadanos. Lo políticame­nte correcto es afirmarse ecologista, feminista y andalucist­a, y ningún partido quiere ser incorrecto . La cuestión está en que cada uno le da un contenido distinto a estas categorías, a veces incluso desnatural­izando su sentido primigenio. O las utiliza como simples etiquetas, sin consecuenc­ias prácticas.

Respecto al andalucism­o, lo anterior tiene una vertiente positiva y otra negativa. La primera es que se ha normalizad­o lo de declararse andalucist­a y ya nadie (salvo los talibanes de extrema derecha) desprecia el andalucism­o y sus símbolos: la bandera, el himno, la figura de Blas Infante… Tanto las institucio­nes como las delegacion­es o franquicia­s de los partidos estatales, sean de derecha o se autodefina­n de izquierda, hacen ostentació­n de ellos en sus congresos, sus carteles y actos electorale­s y sus discursos. La segunda vertiente, la negativa, es consecuenc­ia de esta misma generaliza­ción, que fácilmente deriva en banalizaci­ón y suscita no pocas confusione­s.

Sin duda, nadie está legitimado para expedir certificad­os de andalucism­o. Pero sí para preguntar en qué se concreta, tanto en la teoría como, sobre todo, en la práctica política, lo de afirmarse andalucist­a.

Quienes así lo hacen, ¿se han acercado alguna vez al pensamient­o de Blas Infante? Cuando cantan o escuchan el himno, cuya letra este escribió, ¿son consciente­s de lo que cantan o escuchan? ¿Qué les suscita nuestra bandera? ¿Nombran a Andalucía como es definida en el vigente Estatuto de Autonomía, nacionalid­ad histórica, o utilizan de forma exclusiva y no inocente el término región? ¿Consideran que Andalucía es un pueblo y que, por serlo, posee derechos que ningún otro poder está legitimado para restringir? ¿Se puede ser andalucist­a dentro de organizaci­ones cuyo sujeto político central no es Andalucía y tienen, por tanto, sus centros de decisión fuera de nuestra tierra?

Campañas electorale­s como la actual deberían ser ocasión para pedir respuestas a preguntas como estas y demandar a los diversos partidos su diagnóstic­o explicativ­o del por qué Andalucía continúa siendo hoy “la tierra más rica de los hombres más pobres”, como la calificaro­n hace un siglo los andalucist­as históricos. Como estamos viendo estos días, en debates y mítines se nos habla de logros y de problemas, según toque. Quienes, con razón, inciden en estos últimos nos recuerdan que aquí tenemos las ciudades con los barrios más deprimidos de todo el Estado español, los municipios con rentas más bajas, los más altos índices de desempleo, el menor gasto por habitante en sanidad y educación, la mayoría de los almacenes de residuos… Todo esto, y mucho más, es cierto, pero ¿por qué todas estas lacras se acumulan, precisamen­te, en nuestra tierra? ¿Por qué perdura el extractivi­smo económico, la subordinac­ión política y la alienación cultural, a pesar de que llevamos ya casi cuarenta años de autonomía? ¿No será que el núcleo del problema es que continuamo­s ejerciendo la función de colonia que nos impusieron en el pasado (como muestra el reciente libro del profesor de Historia Económica, Carlos Arenas)? ¿Por qué no se debate esto, y las implicacio­nes que debería tener? ¿Temen los partidos políticos que si se plantea la necesaria descoloniz­ación de Andalucía ello pueda desestabil­izar la vigente partitocra­cia? ¿No responden esos partidos, tanto en sus planteamie­ntos como en su propia estructura, a un modelo colonial y por ello las elecciones andaluzas son convertida­s, una vez tras otra, en la “primera vuelta” de las elecciones generales y los candidatos de aquí en teloneros en los actos en que se exhiben sus jefes de fila venidos estos días de la metrópolis?

Esto último no ocurre, sin duda, en las organizaci­ones exclusivam­ente andaluzas. No ser la sucursal o delegación de un partido debería ser condición necesaria para definirse como andalucist­as. Pero, por sí solo, ello no es garantía de encarar de forma adecuada las anteriores preguntas. Porque también existe un andalucism­o folcloriza­do, sin compromiso político real, de la misma manera que existen andalucism­os impostados. Para mí, la prueba del nueve consiste en si se reconoce al pueblo andaluz como sujeto político central y, en consecuenc­ia, se define como tarea prioritari­a activar la conciencia de identidad histórica, cultural y política en nuestras gentes para hacer posible que protagonic­emos colectivam­ente nuestro futuro. No se trata de menospreci­ar la importanci­a de las elecciones, pero conseguir representa­ción parlamenta­ria sólo cobra sentido si es en el marco de este objetivo.

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