De la Fuente da de beber a Sevilla
● El joven cigarrero consigue una oreja, mientras que Calerito la pierde con la espada tras una faena de mucho peso ● Emilio Silvera, con el peor lote del festejo, se marcha sin buenas sensaciones ni trofeos de El Arenal
PLAZA DE TOROS DE LA MAESTRANZA
GANADERÍA: Seis novillos de Juan Antonio Ruiz Román, correctamente presentados. El primero no dio ninguna opción por reservón y orientado; rajado, distraído y noble el segundo; soso y sin alma el manejable tercero; deslucido de puro manso el cuarto; complicado y rajado el quinto y con aire moruchón el sexto.
TOREROS: Emilio Silvera: silencio y silencio tras aviso. Calerito: ovación y silencio. Daniel de la Fuente: oreja y silencio. INCIDENCIAS: Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería. Casi la mitad del aforo. Se guardó un minuto de silencio por la muerte del empresario y apoderado Roberto Espinosa. En cuadrillas, destacó el picador Manuel Jesús Ruiz en el tercio de varas al quinto.
A una agradable mañana de Corpus le siguió una apacible tarde de novillos en la Maestranza. El insoportable calor de la pasada semana no marcó el festejo, en el que corrió la brisa y se lidiaron reses de Espartaco. La primera fue para Emilio Silvera, que abrió plaza en la que seguramente esté afrontando su última temporada como novillero.
Silvera intentó sin éxito sacar réditos de Un novillo que pareció estar disecado en algunos tercios, pero que se volvió peligroso en la muleta y se negó a embestir. El sevillano tuvo que abreviar su faena y matarlo, lo cual ejecutó con acierto de una profunda estocada y un certero descabello. Silvera se enfrentó a un reto en su segundo novillo, el cual se tropezó varias veces, se quedó echado en el albero o embistió casi siempre a saltos dando cabezazos. Un adversario que deslució el espectáculo que el novillero pretendió dar. Daba igual que Silvera lo azuzara. El animal renunciaba y arremetía contra la muleta desmotivado.
Las buenas sensaciones de Calerito se hicieron palpable desde el recibimiento capotero, en el que arrancó los primeros aplausos. Estos se multiplicaron en el brindis del joven aspirante a torero al ganadero y torero Espartaco. A partir de ahí comenzó lo destacable. Los sentidos derechazos en redondo. El toreo meritorio con ambas manos mientras sonaba
Un novillo de buena condición permitió al de Aznalcóllar una faena de peso, sólo empañada por la espada. Calerito perdió con ella la oreja merecida con la tela. Le tuvo que dar media estocada, dos pinchazos, una estocada y un descabello para hacer caer a Para el quinto, Calerito decidió poner toda la carne en el asador y recibir a
a portagayola. Lo sorteó, pero el novillo se revolvió y obligó al joven a lanzarle el capote y poner pies en polvorosa. Pero se resarció sobre la boca de riego con medias verónicas. La fuerza del animal, el mayor y más pesado del festejo, se hizo patente en el tercio de varas, poniendo en aprietos al picador y los subalternos. No bajó el pistón ante la muleta, que Calerito movió con brío encontrando respuesta en los tendidos. Aunque el fuelle del astado, empeñado en rajarse, no dio opciones.
Todo comenzó con un brindis al público. Ahí se puso la primera piedra del camino hacia el trofeo. Poco a poco Daniel De la Fuente, que hizo el paseíllo con un capote de Antonio Bienvenida, se fue metiendo a la afición y al novillo en el bolsillo. Primero, con muletazos
Se guardó un minuto de silencio por la muerte del empresario Roberto Espinosa
largos y de uno en uno. Más tarde, con circulares desde la espalda hasta la cara, cambiando de mano en la cara de al que le costó aguantar la batalla presentada por el cigarrero. La música y una potente estocada hicieron el resto para que la oreja pasara del animal al hombre.
El último de la noche fue
Un novillo castaño de embestida corta y rebrincada ante el capote de De la Fuente, que lo lanceó con agobios. También era de mucho empuje contra el caballo. Y de potente trote en banderillas. El de La Puebla del Río comenzó a muletearlo flexionado. Luego le dio espacio y lo dosificó. Pero no acertó con la tecla, pues el animal embestía irregularmente y lo amenazaba constantemente.