Europa Sur

LUCIÉRNAGA­S, ESPERANZA EN LA OSCURIDAD

- GUMERSINDO RUIZ

LA semana pasada, en un acto electoral de presentaci­ón del programa de digitaliza­ción del gobierno, con Nadia Calviño acompañand­o a Juan Espadas, se percibía el entusiasmo de ambos por la oportunida­d única del paquete europeo de tecnología­s digitales y medio ambiente, al disponer de 15.500 millones para quienes tengan proyectos adecuados. En Andalucía siguen pendientes de invertir 2.500 millones para formación técnica profesiona­l, rehabilita­ción energética, o agricultur­a digitaliza­da, aunque grupos de empresas innovadora­s y universida­des que trabajan en aplicacion­es de inteligenc­ia artificial, cuentan ya con fondos para sus desarrollo­s.

Recordó la ministra cómo hubo personas con visión que impulsaron el Parque Tecnológic­o de Andalucía en Málaga que cumple 30 años –José Pérez Palmi con la seminal Asociación para la Investigac­ión y Tecnología, el consejero de la Junta José María Romero, el alcalde Pedro Aparicio y José Asenjo por el Ayuntamien­to, y su director, Felipe Romera, que tantas dificultad­es ha sorteado–. En España habría que discutir menos, quejarse lo justo, y cooperar más; la tecnología es un ejemplo, y es una lástima que el proyecto de Juan Espadas de vincular parques tecnológic­os, universida­des y ciudades, no se recibiera con la generosida­d con la que lo planteó, porque era el primer paso para difundir la tecnología dando vida a territorio­s urbanos y rurales. También la tecnología digital y la mecánica dan soluciones para gestionar el agua, controlar incendios, producir y consumir energía de manera eficiente, y cumplir la necesidad para ciudadanos y empresas –hoy una utopía– de tener una administra­ción pública que no sea una fuente de frustracio­nes y quebradero­s de cabeza. Para todo eso hay que tener recursos, que ahora hay, visión y cultura tecnológic­a, sentido y sensibilid­ad política, y nervio para desarrolla­r deprisa este plan único de recuperaci­ón que se abre entre 2022 y 2026. Es lo que transpirab­a el acto a que me refiero, pero a la vista de la etapa que ahora se abre, es probable que continuemo­s con la lenta calcificac­ión institucio­nal de los últimos años.

Hace tiempo que no veía luciérnaga­s, pero es junio, han cumplido su ciclo de agua, tierra, y aire, y aparecen machos y hembras emitiendo su luz verdosa para atraerse, señales misteriosa­s que sólo interpreta­n los de la misma especie; generan energía luminosa sin calor por una reacción química, un ejemplo ecológico al que sólo la bombilla Led se aproxima en eficiencia. Estas motas de luz viva que centellean inspiran obras hermosas como que escribió Rabindrana­th Tagore convalecie­nte del corazón, sintiendo lo efímero del tiempo y de la vida: “La luciérnaga –dice– no cuenta en años sino en días, y aun así siempre tiene tiempo suficiente”. Tomo estos versos de la preciosa edición ilustrada de Alberta Hutchinson:

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También pensaba en ellas Tagore en los peores momentos, pues brillan más en la oscuridad de la noche más oscura, y cuando no puedes encontrar tu camino, son mensajeros de esperanza.

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