El fin de una carrera de obstáculos
● Las claves del fracaso de un proyecto politizado que arrancó viciado
La probable retirada de la candidatura española a organizar los Juegos Olímpicos de invierno de 2030 certificaría el fin de un proyecto que, pese a reunir condiciones ilusionantes, se topó con obstáculos que, salvo un giro radical en las próximas horas, han resultado insalvables. Las discrepancias políticas pueden tumbar definitivamente un plan que ya contaba de salida con dificultades técnicas, que se gestó contra el crono y que quedó condicionado por el concepto equívoco de ‘candidatura equilibrada’.
Los Pirineos son la única gran cordillera de Europa Occidental que no ha acogido los Juegos Olímpicos. No es por casualidad: sus pistas de esquí son un paraíso para los aficionados, pero pocas de ellas cumplen los muy rigurosos requisitos técnicos que pide la Federación Internacional (FIS) a las sedes olímpicas. De las 65 pistas homologadas por la FIS entre Aragón y Cataluña, sólo cinco están certificadas para acoger un descenso, la prueba reina del programa. Pero ninguna sería actualmente válida para un descenso olímpico, aún más exigente, que requiere un desnivel de entre 800 y 1.100 metros.
En Cataluña, la pista en Baqueira Beret, con salida a 2.340 m. y meta a 1.860, presenta un desnivel de 480 m; Estadi de Velocitat, en La Molina, de 510 (2.200 - 1.690); y las dos pistas de
en Espot, de 400 (2.285 1.885); y en el pirineo oscense,
en Formigal, tiene un desnivel de 690 (2.205 - 1.515).
No es suficiente, además, un único trazado. Hay que encajar los entrenamientos y las competiciones de ambos sexos, siempre con margen de días por si la meteorología impide disputar las pruebas en la fecha prevista. Otros requisitos, como que los camiones tengan acceso hasta las pistas y que una gran parte del trazado sea visible desde algún punto, para su retransmisión televisiva, suponen un reto para las infraestructuras del Pirineo.
En los deportes de hielo España tiene una carencia preocupante de instalaciones. Actualmente, en Aragón la única pista con dimensiones olímpicas (60x30 m) es el
Pabellón de Hielo de Jaca; en Cataluña son tres: la Pista de Gel del FC Barcelona, la del Club Poliesportiu Puigcerdà y la del Palai de Geu en Viella. Disciplinas como el bobsleigh o los saltos de esquí tendrían que disputarse fuera de España ante la carencia de infraestructuras.
Aunque la candidatura deba presentarla y defenderla ante el COI el Comité Olímpico Español (COE), necesita un respaldo unánime del gobierno central –la de los Pirineos contó con él desde el principio– y de los gobiernos locales implicados que no se ha podido alcanzar.
Pese a que es la comunidad de Aragón la que tiene los antecedentes de candidaturas invernales, con las cuatro presentadas por Jaca para 1998, 2002, 2010 y 2014, en el caso de 2030 fue Cataluña la que llevó la iniciativa. Barcelona, cuyo nombre sigue siendo un activo 30 años después de los Juegos de 1992, se incorporó al proyecto.
El COE contó también con Aragón desde la primera reunión técnica. Pero pronto comenzaron las discrepancias políticas. El Ejecutivo de Javier Lambán acusó al de
Pere Aragonés de querer acaparar las sedes y, en el mejor de los casos, limitar el papel aragonés al de mera comparsa. Por parte catalana, se consideró que los técnicos habían llegado a un acuerdo que no tenían por qué modificar para dar más peso a Aragón. Lejos de acercarse, las posturas se fueron distanciando entre acusaciones de catalanismo y anticatalanismo, constitucionalismo y aniconstitucionalismo, que también salpicaron al gobierno central y al presidente del COE, Alejandro Blanco. Aragón presentó su propia propuesta y Cataluña mostró su disposición a organizar sola los Juegos, dando por cerrada la posibilidad de acuerdo.
Lo que los técnicos dieron en principio por válido, los políticos lo consideraron luego inaceptable. El acuerdo para que el esquí alpino fuera a Cataluña y el esquí de fondo a Aragón saltó por los aires cuando esta comunidad pidió un reparto de las pruebas alpinas, aun a costa de dividir las sedes por sexos. Tampoco se mantuvo siempre el mismo discurso sobre la necesidad de que la candidatura fuera conjunta. A
veces se dijo que sería conjunta o no sería, se llegó a hablar de una elección entre los proyectos catalán y aragonés, a veces se fijó el objetivo en 2030, a veces se abrió el campo a 2034.
El referéndum que Cataluña anunció para que las comarcas implicadas se pronunciasen fue cancelado ante la incertidumbre del proyecto.
Mientras en España se agriaba el debate entre Cataluña y Aragón, Sapporo, Salt Lake City y Vancouver recibían las visitas de los técnicos del COI o, al revés, sus impulsores viajaban a Lausana (Suiza) para presentar sus intenciones. Los representantes del proyecto estadounidense acogieron a los inspectores en abril y este mes estuvieron en Suiza, un fluido intercambio de impresiones que apunta a que podrían enfocarse a 2034, para no estar tan cerca en el tiempo de los Juegos de verano de Los Ángeles 2028.
En Sapporo se llevó a cabo incluso una encuesta gubernamental que demostró un 56,4% de apoyo de la población.
Vancouver ya ha hecho público también su concepto de Juegos, que gira en torno al liderazgo de las comunidades indígenas.
Muchos pasos hacia delante que han dado sus rivales y que la candidatura pirenaica no ha podido dar, varada en las discrepancias políticas.