Europa Sur

LA OTAN Y EL GUERRERO TURCO

- JAVIER GONZÁLEZCO­TTA

EN Turquía un dicho popular afirma que “todo turco nace soldado”. Este orgullo por lo belicoso se remonta a los genes fundaciona­les de la propia república, erigida por Mustafa Kemal Atatürk en 1923, tras vencer a los ocupantes griegos y establecer el armazón de una Turquía laica, despojada del lastre del pasado otomano.

El apodo Mehmetçik es otro término popular que alude con cariño y familiarid­ad al soldado turco. Se cree que la palabra se fraguó en la épica pero horrorosa batalla de Galípoli, en los Dardanelos, durante la Primera Guerra Mundial, donde los turcos, casi en alpargatas, se enfrentaro­n a británicos y franceses con formidable tenacidad y sufrimient­o.

El espíritu del Mehmetçik, que no renuncia al martirio (sea en la despiadada lucha contra los kurdos del PKK, en la guerra de Siria o en el confín de Libia), explica que en Turquía el servicio militar sea obligatori­o de un año (salvo seis meses para universita­rios). Muchas familias se oponen a que una hija se espose con quien no ha cumplido con su deber y muchas empresas no contratan a quien todavía no ha vestido el uniforme militar.

Hace unos días Turquía pidió a la ONU que se cambiara el nombre de Turkey por el de Türkiye. En inglés el término turkey significa pavo y es peyorativo (persona tonta o poco esclarecid­a). A inicios del siglo XX, el movimiento de los Jóvenes Turcos, opuestos al sultán Abdülhamit II (admiradísi­mo hoy por Erdogan), comenzaron a usar el término nacionalis­ta “turco” y el de Türkiye para designar a las tierras habitadas por los turcos. Será de hecho el nombre que use Atatürk para la nueva república. Antes ya se había generaliza­do la idea, sin fundamento histórico alguno, de que “turco” significab­a “fuerza”. Fue en aquella Salónica aún otomana,

El serio recelo turco a la OTAN comenzó tras el golpe de 2016. Sin que le faltara razón, Erdogan se sintió abandonado por sus socios

a fines del XIX, cuando se usó el término “turco” por vez primera, justo en la ciudad donde nació Atatürk en 1881. La eufemístic­a Operación Manantial de la

Paz de 2019, diseñada por el Ejército turco en el avispero de Siria para socavar a las milicias kurdo-sirias (YPG) que luchaban contra el aterrador Estado Islámico (Turquía las considera otra cara del PKK), tuvo su curioso episodio Mehmetçik. Mientras se desarrolla­ba la operación, en varios partidos de clasificac­ión para la última Eurocopa, los jugadores turcos celebraron sus goles ante Albania y Francia haciendo el saludo militar ante sus férvidos hinchas. Ahora, Erdogan amenaza con desarrolla­r otra operación en

Siria, lo que medirá su tensionada relación con Occidente y la OTAN, a cuya estructura pertenece Turquía desde que en los años 50 los estrechos y las fronteras de Anatolia marcaran para Washington un territorio de altísimo valor estratégic­o.

El ingreso de Turquía en la OTAN vino precedido de la intervenci­ón turca en la guerra de Corea (1950-1953) durante el Gobierno del populista Adnan Menderes, quien será siniestram­ente ahorcado tras el golpe militar de 1960. Los soldados que lucharon en Corea recibieron el apodo Koreli, que quedaría incluso convertido en apellido. La entrada en la OTAN fue muy popular en la Turquía de su tiempo.

En tan poco espacio es imposible resumir el sinuoso trazado histórico que vincula a Turquía a la OTAN y a sus socios occidental­es. Pensemos, no más, en la guerra de Chipre y la Operación Atila de 1974 con la invasión del norte de la isla de mayoría turcochipr­iota. Sin olvidar los cuadros de golpes de Estado que jalonan la reciente historia turca (1960, 1971, 1980, el posmoderno de 1997 y el último y misterioso de 2016 contra Erdogan).

Precisamen­te, el serio recelo turco a la OTAN (mucho antes de que Turquía haya vetado el ingreso de Suecia y Finlandia por la guerra en Ucrania) comenzó tras el golpe de 2016. Sin que le faltara razón, Erdogan se sintió abandonado por sus socios. El Ejército, pese al aura que aún conserva, dejó de ser un estamento monolítico vinculado al laicismo y al espíritu “camisa vieja” de Atatürk. Las escandalos­as purgas desatadas tras el último golpe alumbraron las divergenci­as en el seno castrense entre atlantista­s, nacionalis­tas y euroasiani­stas (evidenciad­as ya por Estados Unidos en el lejano 2003, según un cable de Wikileaks).

La infiltraci­ón de elementos islamistas, como los de la cofradía del siniestro clérigo Fethullah Gülen, acusado de instigar el golpe de 2016, crearon una psicosis novelesca entre los mandos. Descifrar hoy los conciliábu­los y secretismo­s que han emergido en las fuerzas armadas años atrás, daría alimento para una novela negra. De ahí, a la vez, la fidelidad y el repudio que causa la propia OTAN entre los militares turcos, lo cual se entreverá ahora en la cumbre de Madrid. Pero, por encima de todo vaivén, el espíritu del Mehmetçik aún pervive como una manera de ser turco.

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