Europa Sur

CÓMO VENCER A LOS ESPARTANOS

- MIKEL LEJARZA

SE sentía confundido. Sabía que dudar no estaba de moda y que lo que se llevaba eran las personas decididas, enérgicas, capaces de defender sus ideas con fuerza, sin matices, ni complejo alguno. Pero a nuestro protagonis­ta, quienes así se comportaba­n le trasmitían más bravuconer­ía que razones y él siempre había deseado habitar en el terreno de la moderación, sabedor de que las verdades absolutas no son patrimonio exclusivo de nadie, y que todos tienen una parte, por mínima que sea, de ella.

Era tolerante y eso lo convertía a ojos de muchos en débil y claudicant­e porque creía que había que escuchar y hablar con “los otros”. Pero a raíz de lo que iba viendo a su alrededor, comenzaba a tener dudas sobre si su manera de ser y pensar era la más eficaz. Recordó el poema de Gabriel Celaya, aquel que cantó Paco Ibáñez y que decía que “la poesía era un arma cargada de futuro”; pero luego se preguntó si con bellas palabras se podía parar a Putin, Ortega, Bolsonaro o Trump. Dudó de que un anciano presidente de EEUU incapaz de convertir las escuelas de su propio país en un territorio seguro y vedado a las armas; fuera capaz de imponerse al matonismo de quien es capaz de invadir un país saltándose todo tipo de amenazas y legalidade­s. El mundo se había convertido en un ring de boxeo en el que mientras que Occidente consultaba, discutía, votaba y hablaba; tanques y hackers rusos paseaban ya por las ciudades que invadían. Estábamos en plena Tercera Guerra Mundial, la que enfrenta a Occidente con China por el control de los datos de todos nosotros, y sospechaba que tampoco habría partido entre las viejas y placentera­s sociedades europeas acostumbra­das a una vida de lujo, contra un país con seis veces más población y gobernado dictatoria­lmente por unos pocos.

Recordó las Guerras del Peloponeso que enfrentaro­n a la democracia ateniense contra la oligarquía espartana. Ganaron éstos. Ciudades que eran prósperas fueron destruidas y territorio­s enteros devastados. Aquellas batallas supusieron para Grecia el final de su dorado Siglo V antes de Cristo. La Atenas de Pericles, Esquilo y Sófocles; la de Platón y Aristótele­s; la de Fidias, tras ser derrotada nunca volvió a ser lo que fue y desde entonces vive de sus ruinas. A veces creemos que el tiempo se ha detenido con nosotros y que ya nada cambiará. Pero no es así. Los Espartanos continúan avanzando y preocupado se preguntó qué habría que hacer para vencerles, puesto que con no ser como ellos y tener la razón no parecía ser suficiente.

Recordó las Guerras del Peloponeso que enfrentaro­n a la democracia ateniense contra la oligarquía espartana

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