Europa Sur

DE LA EFICIENCIA A LA RESILIENCI­A

- CARMEN PÉREZ

DESDE la crisis financiera, pero con mucha mayor intensidad con la pandemia y la guerra de Ucrania, se está cuestionan­do que el comercio internacio­nal sea más una amenaza que una oportunida­d, y se plantea, por tanto, que cada país debería avanzar hacia una mayor autosufici­encia. Sin embargo, esto puede ser un error enorme. Existen numerosos argumentos en contra y, sobre todo, una evidencia histórica clara de cómo la capacidad de participar en cadenas de valor globales ha sido un motor indiscutib­le del desarrollo económico. El giro de la eficiencia a la resilienci­a ha de hacerse con cuidado.

Atendiendo a los datos recogidos hace unos días en el artículo de Martin Wolff,

,en los resultados conseguido­s por la globalizac­ión son muy relevantes: entre 1980 y 2019 prácticame­nte todos los países mejoraron sustancial­mente, la desigualda­d global disminuyó y la proporción de la población mundial en pobreza extrema cayó del 42% en 1981 al 8,6% en 2018. que trata en profundida­d el tema en su último número

también subraya cómo 1.000 millones de personas han salido de la pobreza extrema a medida que el mundo emergente, incluida China, se industrial­izaba.

Su momento más intenso fue el período 1995-2010, cuando el ritmo de crecimient­o del comercio mundial aumentó en más de dos veces más rápido que el PIB mundial. No obstante, después se produjo una cierta ralentizac­ión. Una serie de factores contribuye­ron a ello. El Banco Central Europeo, en su artículo

a principios de este año, los señalaba: el incremento de los costes comerciale­s, incluidos transporte y barreras arancelari­as y no arancelari­as, la menor dependenci­a de los mercados emergentes de Asia, las nuevas tecnología­s o el aumento de medidas populistas.

La guerra ha venido a acentuar esta problemáti­ca, conduciend­o a un nuevo orden en las prioridade­s empresaria­les. La búsqueda de la eficiencia empujó a la globalizac­ión desde su inicio, y las empresas ubicaron la producción allá donde los costes eran más bajos. Ahora, la seguridad es un valor en alza. Así, se observa una gran acumulació­n de inventario­s preventivo­s, el giro de la inversión hacia subsidiari­as locales y la apuesta por una “autonomía estratégic­a”, mediante la integració­n vertical, la diversific­ación de proveedore­s y la busca de acuerdos de suministro a largo plazo con aliados.

Caminar hacia un nuevo equilibrio entre eficiencia y seguridad tiene sentido. El peligro es pasarse de la raya, porque la ineficienc­ia a largo plazo de replicar indiscrimi­nadamente las cadenas de suministro sería enorme. Existen estudios que muestran que si cortásemos las cadenas globales de valor que hoy existen, el PIB mundial caería de un 20% a un 25%. La mala noticia es la tendencia de muchos gobiernos actuales a sobrevalor­ar las ventajas de la autosufici­encia, comprometi­éndose a promociona­rla. Una búsqueda de seguridad no debe transforma­rse en un proteccion­ismo desenfrena­do. Como muy bien concluye

vivir en un búnker subvencion­ado no es razonable.

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