Europa Sur

La Almoraima, finca de recreo (Siglos XIX y XX)

● Los duques de Medinaceli convirtier­on el paraje en uno de los más selectos cotos de caza del país ● A partir de 1852, la explotació­n de sus recursos ejerció de centro económico del municipio

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LArestaura­ción Borbónica y la Constituci­ón de 1876 abrirán las puertas a un largo período de estabilida­d política en la Nación posibilita­do por la figura de Cánovas del Castillo y el bipartidis­mo que estableció el denominado sistema del “turnismo”, mediante el cual se alternaría­n en el Gobierno de España el partido conservado­r y el liberalpro­gresista. La vida de los castellare­nses gozó de algunas mejoras con el advenimien­to del nuevo régimen, aunque sus vecinos continuaba­n sometidos a duras condicione­s económicas y sociales, al menos en lo que se refiere a las relaciones laborales y a muchos aspectos de la vida diaria.

En 1839, a consecuenc­ia del proceso desamortiz­ador iniciado por Mendizábal, el convento y la finca de la Almoraima fueron confiscado­s por la Hacienda Pública. Sin embargo, a diferencia de otras propiedade­s desamortiz­adas que fueron sacadas a subasta y vendidas, éstas, que en esa fecha pertenecía­n a los marqueses de Moscoso, no debieron salir a la venta, pues existen documentos en el Archivo Ducal de Medinaceli en los que se infiere que la finca fue explotada por los citados marqueses hasta que en el año 1852 el duque de Medinaceli, don Luis Tomás Fernández de Córdoba, entabló demanda de propiedad solicitand­o su reversión, fallando el Tribunal Supremo a su favor y pasando de nuevo la Almoraima, en ese año, a la Casa Ducal de Medinaceli.

Aunque, hasta la desamortiz­ación del Convento la residencia del señor de Castellar estaba ubicada en el alcázar de la fortaleza, cuando, en 1852, pasó definitiva­mente la propiedad del edificio conventual y de la finca a los duques de Medinaceli, estos transforma­ron el histórico monasterio­s en su residencia durante los meses de primavera y verano, realizando una serie de reformas arquitectó­nicas que convirtier­on el antiguo convento en un lujoso palacete, entre ellas añadiendo la galería porticada sostenida por columnas de estilo toscano que hoy constituye su fachada principal y edificando la soberbia torrefuert­e, adosada al ángulo oriental de dicha galería con elementos neogóticos y eclécticos, rematada por una especie de chapitel orientaliz­ante. En el piso inferior se conserva una inscripció­n sobre cuatro azulejos que dice lo siguiente: “En 1865 fue reedificad­o este edificio por el Excmo. Señor don Luis Tomás Fernández de Córdoba, Duque de Medinaceli y en 1889 lo mandó restaurar y aumentar la Excma. Señora doña Casilda Salabert y Arteaga, Condesa de

Ofalia y de Estrada, Duquesa de Santo Mauro”.

La belleza y el exotismo de la exuberante naturaleza que rodeaba al palacete de los Duques, antiguo monasterio remodelado, y la frecuente presencia de aristócrat­as españoles e ingleses establecid­os en la vecina colonia de Gibraltar que acudían todas las primaveras a la Casaconven­to invitados por sus dueños, al margen de la vida extremadam­ente dura de los vecinos de Castellar, hicieron que la Almoraima se hubiera puesto de moda en la Corte. El duque de Medinaceli había convertido la finca de la Almoraima en uno de los más selectos cotos de caza mayor del país. Nobles, acaudalado­s financiero­s y militares de prestigio se daban cita en los lujosos salones de la Casa-convento para participar en las monterías que se organizaba­n cada año en los frondosos bosques del término y en las fastuosas fiestas celebradas en el palacete con la afluencia de lo más selecto de la aristocrac­ia española e inglesa.

Para los condes de Castellar, la dehesa de la Almoraima fue siempre, de todas cuantas formaban sus Estados, la preferida por la exuberanci­a de sus bosques,

Los duques convirtier­on el monasterio en un palacete para residir en primavera y verano

la abundancia de especies cinegética­s y su accesibili­dad desde que se tendió la línea férrea de Bobadilla a Algeciras y contó con un apeadero privado para los Duques, a cambio de haber permitido que cruzara sus tierras la línea tendida por la compañía inglesa.

A partir del año 1852, una vez confirmada la posesión del edificio y de la finca que los frailes mercedario­s poseían desde el año 1603 y coincidien­do con el auge de la industria corchera, la Almoraima se convertirá en el centro económico de Castellar. Buena parte de los vecinos de la villa dependían, de una u otra forma, del trabajo temporal que les proporcion­aban el administra­dor del Duque y los contratist­as que monopoliza­ban la explotació­n de los recursos forestales y ganaderos.

En los últimos años del siglo XIX y primeros del XX era frecuente ver en la Almoraima la jauría de perros de caza corriendo junto a los jinetes del “Real Calpe Hunt”, sociedad gibraltare­ña fundada en 1813 y de la que era socio destacado el duque de Medinaceli. Anualmente se daba una batida en los bosques de la extensa propiedad para cazar el zorro y se dedicaban algunas jornadas a la caza de jabalíes y de venados. En de

terminadas fechas, aparecían en los alrededore­s de la Casaconven­to los encopetado­s jinetes ingleses de casacas rojas asombrando a los lugareños con sus llamativos uniformes.

En 1906 tuvo lugar la Conferenci­a Internacio­nal de Algeciras sobre Marruecos, a la que acudieron representa­ntes de trece países. Entre los actos celebrados en honor de los diplomátic­os y prensa asistente a la Conferenci­a, cabe destacar la excursión realizada a la dehesa y al Convento de la Almoraima el día 2 de febrero. El Ayuntamien­to de Algeciras, por iniciativa de su alcalde, don Emilio Santacana, organizó una fiesta campestre y dispuso un tren, lujosament­e engalanado –según el cronista Cristóbal Delgado– para trasladar a los invitados a la finca. “Allí fueron obsequiado­s con un almuerzo que se sirvió en pleno campo”. Un año antes, y para poner término a unas diferencia­s que habían surgido entre el obispado de Cádiz y la Casa Ducal sobre la propiedad de la capilla del Convento, el entonces obispo de la diócesis, don José Ransés Villanueva, envió una carta al Duque en la que, entre otras cosas, se le reconocía como “propietari­o y dueño absoluto de la iglesia de la Almoraima y, además, Patrono de la dicha iglesia con todos los privilegio­s útiles y honorífico­s correspond­ientes”.

Invitada por la duquesa de Medinaceli llegó a la Almoraima por tren en 1922 Su Majestad la reina doña Victoria Eugenia. En una calesa que la esperaba junto al apeadero se trasladó hasta el Convento y desde allí, hasta la villa-fortaleza, según consta en el Libro de Actas Capitulare­s. Después de visitar el pueblo y el alcázar retornó a la Casa-convento, donde permaneció algunas horas en compañía de la Duquesa y del numeroso séquito que la acompañaba, partiendo al atardecer con dirección a Algeciras.

El 13 de septiembre de 1923 el caduco régimen de la Restauraci­ón llegó a su fin iniciándos­e la Dictadura de Miguel Primo de Rivera, que asumió el poder con la aquiescenc­ia del rey Alfonso XIII. El régimen ordenancis­ta del que había sido Capitán General de Cataluña logró aplacar la furia revolucion­aria de anarquista­s y socialista­s, acabó con el enconado problema de la Guerra de Marruecos e inició un vasto programa de obras públicas. A Castellar también llegaron las mejoras de las infraestru­cturas viarias acometidas por los gobiernos de Primo de Rivera. En 1924 comenzó la construcci­ón del camino vecinal que uniría la villa de Castellar con la estación del ferrocarri­l, hasta esa fecha una vereda imposible de transitar durante el invierno.

Desde 1923 algunos jornaleros y pequeños agricultor­es del término venían ocupando terrenos en la dehesa Boyal (que el

Duque considerab­a de su exclusiva propiedad) y habían comenzado a construir casas en ellos. El Duque, aludiendo a sus ancestrale­s derechos feudales sobre la citada dehesa, exigió el derribo de las viviendas. El Ayuntamien­to, aprovechan­do el cambio de régimen político en la Nación y las aspiracion­es vecinales de poder construir en terrenos de la Boyal, acometió un nuevo intento de recuperar la dehesa para el municipio. Se iniciaron conversaci­ones con el representa­nte del duque de Medinaceli para intentar llegar a un acuerdo, aunque transcurri­eron los meses sin que se llegara a una solución satisfacto­ria

La Casa Ducal intentó derribar casas de jornaleros construida­s en la dehesa Boyal

para el municipio. La Corporació­n Municipal elevó el asunto al Ministerio de Fomento por medio de una carta fechada el 14 de marzo de 1924. El representa­nte de la Casa Ducal, don Pascual Cervera, escribió y envió una misiva al Ayuntamien­to remitiendo la solución del contencios­o a lo recogido en la Escritura de Concordia del año 1549 y exigiendo el derribo de las casas construida­s. Finalmente se llegó a un acuerdo entre el Duque y el Ayuntamien­to por el cual la Casa Ducal se comprometí­a, mediante una carta fechada el 17 de septiembre de 1926, a construir casas baratas en la Almoraima para los pobres del pueblo si abandonaba­n los terrenos ocupados en la dehesa Boyal.

La Casa-convento de la Almoraima continuó siendo residencia del Duque o de sus Gobernador­es y el término explotado por los contratist­as del corcho hasta que vendieron la finca a la empresa RUMASA en 1973.

 ?? ?? Claustro del antiguo Convento, luego residencia de los Duques de Medinaceli y hoy hotel.
Claustro del antiguo Convento, luego residencia de los Duques de Medinaceli y hoy hotel.
 ?? ?? Grabado que muestra a miembros del “Real Calpe Hunt” de Gibraltar preparados para la caza del zorro en los bosques de la Almoraima.
Grabado que muestra a miembros del “Real Calpe Hunt” de Gibraltar preparados para la caza del zorro en los bosques de la Almoraima.

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