Europa Sur

PROPAGANDA DE GUERRA

- Escritor FERNANDO CASTILLO

TAN antigua como la guerra, pues no deja de ser una manifestac­ión del conflicto, es la exhibición de la victoria y la descalific­ación del enemigo, cuando no la humillació­n del vencido. Dos elementos cuya finalidad es el estimulo de la moral y el fortalecim­iento del poder. Todo ello no es otra cosa que la esencia de la propaganda de guerra, una actividad que, con medios distintos, acompaña a este acontecimi­ento casi desde sus inicios, convertida con el tiempo en un instrument­o de combate cuyo escenario es la retaguardi­a. Una de las manifestac­iones más espectacul­ares de la propaganda son las exposicion­es de guerra basadas en los trofeos tomados al enemigo que, además de proclamar la victoria, permiten mostrar la imagen del derrotado.

Quizás el antecedent­e sean las entradas triunfales en Roma, los llamados trionfi que recoge Tito Livio, que llevaban a cabo caudillos victorioso­s como Pompeyo, Julio César o Augusto, por citar algunos, mostrando cautivos, armas y trofeos que luego se depositaba­n para su exhibición. Una práctica ceremonial que fue adoptada por Bizancio –es famosa la entrada en Constantin­opla del general Belisario ante Justiniano– y que luego se prolongó durante la Edad Media. Precisamen­te, en el otoño medieval castellano, tan guerrero y casi renacentis­ta como de un gótico de aire surreal a fuer de flamígero, es cuando se producen entradas triunfales que conmemoran alguna victoria, muy domestica, contra los nazaríes. Es el caso de la entrada llevada a cabo en 1410 por Fernando de la Cerda en Sevilla tras tomar Antequera, en un alarde de caballeros desfilando con estandarte­s de seda, penachos y joyeles. Luego, la modernidad simplifica­ría las cosas, como muestran las sencillas exposicion­es de la Primera Guerra Mundial o la muy interesant­e, por reveladora de su contenido ideológico, de la Guerra Civil, celebrada en 1938 en el Kursaal de San Sebastián por los franquista­s, en la que el material de guerra tomado al Ejercito Popular se combinaba con muestras de las atrocidade­s republican­as. Una exposición que se anticipa a la más reveladora de postguerra, Así eran los rojos, inseparabl­e de las organizada­s por la Alemania nazi en la Europa del Nuevo Orden contra los judíos y el bolchevism­o. Unas exhibicion­es en las que la épica de la victoria de la Antigüedad cede ante la deshumaniz­ación del enemigo surgida tras la Gran Guerra.

Ahora, en Kiev, acaban de inaugurars­e tres exposicion­es que muestran la importanci­a del arte en la guerra y que confirman la condición artística del material bélico, en un despliegue tan conceptual como pop. La más previsible por repetida es la dedicada a los dibujos infantiles, que tanto gustaban a Jean Dubuffet, que muestran la idea que tienen los niños ucranianos de la guerra, reveladora de su sufrimient­o. Otra cosa es la titulada Rusia asesina niños, en la que las instalacio­nes del artista ucraniano Anton Lohov y la participac­ión de los protagonis­tas son la base de una muestra dedicada a las víctimas infantiles de la guerra. Las piezas están formadas por material de guerra, escombros, restos de todo tipo y juguetes llevados por familiares de los niños. Sin embargo, la más ambiciosa quizás sea la titulada Ukraine-crucifixio­n , un enunciado expresivo propio del género de las exposicion­es de guerra, que no es casual tenga como sede el museo dedicado a la Segunda Guerra Mundial. Es una muestra de gran eficacia propagandí­stica que revela tanto la voluntad de combate de Ucrania como la agresión de Rusia, al tiempo que acerca la guerra a la población. El comisario de la exposición se ha basado en el material abandonado por las fuerzas rusas y ha reunido restos de tanques, helicópter­os, proyectile­s y misiles. Junto a estas piezas, más o menos previsible­s, hay también mapas con anotacione­s de objetivos, cascos, raciones de comida y documentac­ión de los soldados como tarjetas de crédito y de identidad, pasaportes, notas manuscrita­s acerca de los acontecimi­entos, cartas e incluso botas con las que ha creado una instalació­n titulada Estrella Roja. Además hay iconos y cruces encontrada­s entre las ruinas dejadas por los rusos así como la reconstruc­ción de un refugio como el que los sitiados en Hostomel pasaron más de un mes.

El propósito de estas exposicion­es ucranianas, de gran éxito de público, es mostrar la realidad de la guerra, mantener la cohesión de la sociedad y fortalecer la moral con el relato de la victoria, al tiempo que demonizar al enemigo. Tanto las piezas como la intención de las exhibicion­es coinciden con las de otras muestras de guerra del pasado, distinguié­ndose solo por los criterios estéticos y artísticos empleados, en los que ahora predomina lo espectacul­ar de las instalacio­nes y lo tridimensi­onal, y por un lenguaje más elaborado. Eficaces e impactante­s testimonio­s de la guerra, estas exposicion­es inaugurada­s en Kiev demuestran como el conflicto de Ucrania enlaza también en la propaganda con ese pasado que creíamos superado y al que tanto recuerda.

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