Europa Sur

PACTAR CON EL DIABLO

- IGNACIO CASTRO

CUANDO el Gobierno de Pedro Sánchez apostó todo a Marruecos en relación a la autonomía del Sahara ya sabía qué compañero de viaje hacía: un país donde los derechos humanos más básicos son violentado­s sin miramiento­s y donde la corrupción y el nepotismo regio son las reglas de juego de cada día.

Las indignante­s imágenes de decenas de subhararia­nos moribundos, cuando no ya sin vida, tirados como animales en la frontera de Melilla, son impactante­s y dolorosas, pero no dejan de ser fiel ref lejo de la manera de actuar de nuestro vecino cuando a su interés le conviene. Lo mismo alentó la entrada masiva de 10.000 marroquíes en Ceuta, entre ellos muchísimos menores, que reprime sin escrupulos­os el asalto por subsaharia­nos a la valla en Melilla. Es decir, la vida de las personas no significa absolutame­nte nada para el régimen alauita y las utiliza a su antojo para imponer la espuria estrategia política que interesa en palacio.

El Gobierno ya sabía esto, pero igual que se pacta con Bildu, ¿por qué no habría de llegarse a un acuerdo con Rabat? El problema de tener este tipo de socios es que no son de fiar y, cuando no te crean el problema antes, te lo darán después.

El presidente ha calificado como éxito la intervenci­ón policial marroquí. Debería hacérselo mirar, porque es de un absoluto cinismo que tal carnicería

El Gobierno ya sabía esto pero, igual que se pacta con Bildu, ¿por qué no habría de llegarse a un acuerdo con Rabat?

pueda ser así calificada. Hubiera sido un éxito impedir que tales subsaharia­nos se apilasen en la región marroquí entorno a Melilla o que pudiesen iniciar el salvaje asalto a la frontera, pero la represión ejecutada y el resultado de la misma, de éxito no tienen nada. Mayor fracaso es aún el abandono que sufren las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de nuestro país, que cuidan nuestra integridad territoria­l.

Pero, claro, es difícil conjugar la demagogia con los hechos. Uno de los puntos del entente alcanzado con Marruecos es éste, el del control de la inmigració­n en origen. Es decir, subcontrat­amos la sangrienta gestión de seguridad de nuestra frontera y encargamos al régimen marroquí su represión, a cambio de la ristra de millones que proporcion­a la UE y de otras cesiones, como ésta de cambiar nuestra posición histórica en relación al Sahara Occidental.

Y tampoco cabe imputar la exclusiva responsabi­lidad de lo sucedido a las mafias que mueven a estos subhariano­s. El hecho de que quien accede a España con una entrada tan violenta no sea expulsado inmediatam­ente hace albergar a los inmigrante­s la esperanza que alimenta tales asaltos.

Nuestro absoluto respeto a los derechos humanos no puede quedar en duda, pero tampoco el de la protección de nuestro territorio.

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