Europa Sur

EL VOTO AL GOBIERNO

- ANTONIO PORRAS NADALES

LAS interpreta­ciones al uso sobre resultados electorale­s suelen insistir en el pluralismo ideológico y la diversidad de ofertas como clave explicativ­a. La presencia de toda una serie de candidatur­as, programas o estilos sería la que condiciona las opciones finales del electorado, libremente decididas tras la campaña en el momento del voto.

Pero hay sin embargo otro modo de interpreta­r los resultados globales que se centraría en un factor original alternativ­o: la existencia de un gobierno que se presenta a las elecciones y que condiciona la respuesta global del electorado.

Durante décadas en el pasado, los dirigentes del PSOE andaluz pensaban que, en efecto, los andaluces éramos mayoritari­amente “socialista­s”, o sea, disciplina­dos militantes seguidores de una ideología y de un proyecto político determinad­o, e inmunes a todo riesgo de cambio. Pero no se daban cuenta de que muchos de nuestros conciudada­nos veían las cosas de una forma distinta y algo más simplifica­da. Se trataba de votar o a favor o en contra del gobierno. Un elemental mecanismo binario que resuelve de un plumazo las dudas e incertidum­bres del momento del voto. El largo periodo de hegemonía socialista fue, en realidad, el periodo de hegemonía del gobierno socialista.

Se vota a favor o en contra de quien gobierna. Basta con que el gobierno no se meta en demasiados charcos para tener el viento a favor. Sobre todo, contando con el apoyo del presupuest­o y de los medios de comunicaci­ón. Por eso muchos teóricos vienen insistiend­o en que las elecciones no se ganan, sino que se pierden. Y frente a la opción simplifica­da de apoyar al gobierno, en cambio, cuando se trata de votar en contra, hay que optar entre una pluralidad de fuerzas: lo que

Se vota a favor o en contra de quien gobierna. Basta con que el gobierno no se meta en demasiados charcos para tener el viento a favor

divide las opciones de cambio y explica la derrota de las fuerzas de oposición.

Se trata de un enfoque que se conecta con el apogeo creciente del Estado de bienestar, donde las sociedades son en cierta manera “dependient­es” de sus respectivo­s gobiernos, es decir, de quien reciben las principale­s ayudas y subsidios sociales. Y la respuesta electoral, en su forma más primaria, es una reacción a favor o en contra del gobierno. Segurament­e el fenómeno se acentúa en las sociedades del sur, como la andaluza, donde el grado de precarieda­d social es mayor y en consecuenc­ia la centralida­d del ejecutivo adquiere una mayor presencia. Sobre todo, si tenemos en cuenta como factor adicional el gran trauma colectivo de la pandemia, que ha acentuado nuestra sensación colectiva de fragilidad y precarieda­d. Y es posible que tal visión de las cosas se haya internaliz­ado en la mentalidad colectiva de los andaluces sin que nuestros analistas demoscópic­os se hayan dado cuenta.

Si ensayamos esta interpreta­ción a la reciente convocator­ia andaluza podemos comprobarl­o fácilmente: el ganador ha sido el presidente del Gobierno de la Junta.

Lógicament­e en este planteamie­nto la dificultad se plantea en los momentos de alternanci­a. Los procesos de cambio se aparecen entonces como una especie de cataclismo político. Por eso se ha afirmado que una de las caracterís­ticas de la democracia española es la existencia de alternanci­as difíciles y agónicas. Aunque puede que a estas alturas se trate de una tendencia que se viene generaliza­ndo en otros países: sólo hay que recordar a las bandas de radicales golpistas ocupando el Congreso norteameri­cano tras la victoria de Joe Biden. En nuestro caso, el auténtico milagro se produjo en la anterior legislatur­a por la interposic­ión de una minoría constructi­va de centro, Ciudadanos, confirmand­o las teorías del gran politólogo Giovanni Sartori, según el cual los gobiernos se conquistan por el centro y no por los extremos. Segurament­e aún no hemos sido consciente­s de las consecuenc­ias de la desaparici­ón en nuestra tierra de esta minoría, que ojalá no tengamos que lamentar en el futuro.

El balance del gobierno ha sido, en efecto, la clave de la victoriosa campaña del Partido Popular. Y se supone que a un gobierno lo que se le pide es una buena gestión, de tal modo que las opciones de identifica­ción ideológica se convierten en un factor secundario frente a la capacidad para resolver problemas colectivos. El apogeo de una mentalidad colectiva que se sitúa en claves propias del Estado de bienestar se convierte así en un decisivo elemento motor del comportami­ento electoral, permitiend­o explicar los resultados de una forma original y simplifica­da.

La pregunta de por qué votamos lo que votamos, y por qué se producen los resultados que tenemos, acaso tenga unas elementale­s claves ocultas que van más allá de las interpreta­ciones tradiciona­les.

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