Europa Sur

Eterno Morente

EL ÚLTIMO NÚMERO DE LA REVISTA CANDIL DEDICA UN AMPLIO ESPACIO A GLOSAR LA PERSONALID­AD ARTÍSTICA Y LA OBRA DE ENRIQUE MORENTE

- Juan Vergillos

Fue el más importante músico y cantaor flamenco de nuestros tiempos. Enrique Morente Cotelo (Granada, 1942- Madrid, 2010) canta muy bien. Canta con sentimient­o porque entrega en este acto toda un alma, la suya, dolorida. El arte flamenco, hora es ya de decirlo con todas las letras para evitar equívocos, como todo arte por supuesto, es arte del dolor, el que produce el desequilib­rio entre el mundo y el individuo. Es una forma de compensaci­ón. El flamenco se posiciona ante la naturaleza y la sociedad porque hay algo que le duele, que no va bien. Y por eso dice “ay”, dirá alguno de ustedes. Con razón. Morente canta por esa desazón, en virtud de ese malestar, por encontrar equilibrio, un centro, a través de la voz. Morente canta muy bien. Lo mismo el canon f lamenco que las nuevas músicas flamencas que el inventa para las poetas que le duelen, que le alegran. Además de eso es inteligent­e, tal vez para ahondar en su pena. Va por delante, siempre en fuga, medroso. Le surgen varias soluciones que no van a ninguna parte a un tiempo. Que resulte clásico para algunos y vanguardis­ta para la mayoría es un hecho que no dice gran cosa. Morente es dórico y corintio a un tiempo. En sus primeros discos es de un clasicismo radical. En ellos demuestra Morente que aprendió la lección que vorazmente tomó de sus maestros en los años sesenta de los tablaos madrileños. Morente se juntó con los viejos, a escucharlo­s: Bernardo el de los Lobitos, Pepe de la Matrona, Juan Varea, Perico el del Lunar, Manolo de Huelva, Aurelio Sellés. A escuchar de sus vocecitas temblonas sus cantes y sus historias. Cantes e historias de un hombre que no llegó a viejo, Antonio Chacón. Viejos con memoria de elefante que le trasmitier­on la devoción a una obra que ellos vieron nacer, a un hombre al que contemplar­on morir. Chacón configuró el repertorio flamenco a finales del siglo XIX y principios del XX. Morente es el más chaconiano de los cantaores de nuestra época y sin embargo es tildado de heterodoxo. Cosas que pasan en el flamenco, en el arte. En toda su obra es radical la huella chaconiana, aunque en sus primeros cinco discos este inf luencia raya la devoción religiosa. Morente se hizo hombre, cantaor de flamenco, por Antonio Chacón, imitando los gestos, las actitudes de rebeldía, los melismas de Chacón. El quinto disco de Morente se titula Homenaje flamenco a don Antonio Chacón (1977). En él descubre a los aficionado­s flamencos el legado del gran cantaor jerezano. Aunque como buen granadino dórico, hombre del oriente al cabo, incluyó en estos discos los fandangos del Yerbabuena y las granaínas. Sin embargo el Morente más mineral de esta etapa pujante, hermosa, primera, inaugural, es el cante de las minas: tarantos y tarantas de Almería, cartagener­as y malagueñas. Morente descubre en estos primeros registros la potencia que es capaz de expresar su rabia y su capacidad melismátic­a. Para muchos este es el mejor Morente, el más perdurable.

Eso sí, ese mismo año de 1977 del disco dedicado a Chacón también grabó otro titulado Despegando .Enél introduce música flamenca nueva, inédita, a ritmo de tangos y bulerías, compuesta por él para cantar textos nuevos, algunos firmados por él mismo, de afirmación personal y autonómica, y otros de poetas como Miguel Hernández y Antonio Machado. También la influencia de otras músicas, las de la egipcia Om Kalsoum. Y Morente cantando mejor que nunca. Morente barroco, soberbio, retorcido

por el melisma. El acierto de nuestro cantaor consistió en crear nuevas músicas para cada poema, en lugar de adaptar los poemas a los palos clásicos, que fueron compuestos para otro tipo de poesía, la flamenca en cuartetas octosílaba­s. A los nombrados les seguirían Manuel Machado, Pedro Garfias, Alberti, Nicolás Guillén, José Bergamín, etc. También los del siglo de oro: San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, Quevedo, Góngora. Y los de la Edad Media: Juan del Encina. Incluso de otros idiomas: Almutamid, Leonard Cohen.

Y, por supuesto, Lorca. El Lorca colorista, cursi, bello, de Doña Rosita. El Lorca f lamenco del Poema del cante jondo. El trágico: Yerma. El surrealist­a: Así que pasen cinco años. Los poemas alucinados por la contemplac­ión de la máquina contemporá­nea, las pesadillas de Poeta en Nueva York que Morente hace con acompañami­ento de rock pesado.

La brillante continuaci­ón de esta aventura flamenca, la más fascinante de las que me ha sido dado contemplar, es El pequeño reloj (2003), Morente sueña la Alhambra (2005) y Pablo de Málaga (2008) los últimos discos de estudio de Morente. El guiño (porque Morente ha aprendido de Marchena el sentido burlón respecto al canon flamenco, para reírse de los llamados puristas, esto es, de los aficionado­s intransige­ntes), el guiño: El

pequeño reloj, se abre con un clásico entre los clásicos (que también fue vanguardia en su día): la rondeña de Montoya tocada, gracias a las nuevas tecnología­s, por el propio Montoya. Morente se hace acompañar en El pequeño reloj de la vanguardia tocaora f lamenca (Niño Josele, Tomatito) pero también de los clásicos, de Montoya y de Manolo de Huelva, a través de grabacione­s de los años treinta. También de las programaci­ones de Carlos Jean y de los pies de Israel Galván. Los textos de León Felipe. Un disco conceptual, como los últimos suyos, pero con aliento clásico y trágico. Una ref lexión sobre la vida y la muerte, esto es, el tiempo. Morente sueña la Alhambra iba a ser la banda sonora de la película homónima y al final se trasformó en otra cosa, aunque hay temas que están en los dos sitios como el que hace con Pat Metheny o la asombrosa soleá en directo en el Patio de los Aljibes con Tomatito. Amplia la nómina de sus poetas a María Zambrano y Luis Cernuda y tiene un taranto con Juan Habichuela soberbio y un tango porteño. En Pablo

de Málaga, un encargo del Museo Picasso de la ciudad natal del pintor, sigue con los nuevos poetas: Rafael Inglada y Luis de Góngora. Se acompaña de la restallant­e batería de Eric Jiménez y de una orquesta andalusí y se cierra con un par de números en los que se lanza abiertamen­te a la música electrónic­a. Quizá esa hubiese sido la senda que hubiese recorrido Morente desde entonces, entre otras, obviamente, porque su inquietud le hacía transitar muchos caminos al mismo tiempo.

Candil. Alfonso Ibáñez Sáchez (dir.). Peña flamenca de Jaén, 55 pp.

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DS Enrique Morente en su última aparición pública, diciembre de 2010.

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