EL METAPODER Y LAS HAMBURGUESAS
YO, que siempre he sido muy confiado con las instituciones, observo con estupor las noticias sobre renovaciones de distintos órganos constitucionales. Esos órganos encargados de garantizar, entre otras cosas, que la separación de poderes sea una realidad y no el nombre de un gato persa. Las peleas son encarnizadas, y mientras unos luchan por colocar a su ariete rompedor, otros se esfuerzan en que no, que juguemos mejor por las bandas con un estilista al que conocen porque así está más “afinado” su sistema, oigan.
Y esa misma credulidad innata me lleva a pensar en que si la ley es la misma, las resoluciones debieran ser, en idénticas circunstancias, las mismas, sobre todo cuando no es una sola persona la que decide, sino un grupo de sesudos letrados y letradas, doctos en Derecho y de impecable comportamiento (presuntamente, por supuesto). Y que daría igual que los presuntos delitos los cometiera el chorizo habitual o el miembro de la clase alta (aquí vendrían bien unas risas enlatadas).
Pero hete aquí que no, que a lo que se ve, el que esté una persona de un sesgo u otro tiene tanta importancia como para dejar empantanados los nombramientos por casi un lustro con todo tipo de excusas.
Y ahora que el problema parece que es del tipo de mayoría, que si 2/3, que si absoluta, que si sin azúcar, recuerdo el caso en los 80 cuando en los EEUU, una famosa compañía sacó su
Mi incredulidad me lleva a pensar que si la ley es la misma, las resoluciones judiciales también debieran ser las mismas
producto estrella, la hamburguesa cuarto de libra. Unos rivales quisieron competir lanzando el tercio de libra, más producto, igual calidad y mismo precio. Fracasaron estrepitosamente. ¿Cuál fue el error? Lo contaba el propietario de la compañía en aquel momento, Alfred Taubman, en uno de los libros que escribió sobre marketing: “La gente se preguntaba por qué debemos pagar lo mismo por un tercio de libra de carne que por un cuarto de libra de carne y decían que en el otro sitio les estaban cobrando de más”. ¡La gente pensaba que un tercio de libra era menos que un cuarto de libra, pues después de todo, tres es menos que cuatro!
Y sí, quizás sea algo tan simple como un problema de comprensión lectora básica, de un mensaje que es irrelevante siempre que nos lo diga alguien de quien nos fiamos porque es guapo/a, viste bien y cómo nos va a engañar, si nos cae de lujo y es de buena familia...
Y un servidor, que siempre ha creído en la separación de poderes, ve cómo además del ejecutivo, el legislativo y el judicial, empieza a asomar un cuarto metapoder que intenta controlar y dirigirlo todo desde la presunta imparcialidad de sus interpretaciones casi nunca imparciales. Y sí, me equivoco y pienso que aquí tres es más y mejor que cuatro, en clara contradicción matemática.
Pero qué le vamos a hacer, yo soy más de gambas que de hamburguesas...