Europa Sur

EL FACTOR HUMANO

- ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ

NOS interesa caer en la cuenta del papel protagonis­ta que, para llegar a esa sentencia de la Corte Suprema que tantas vidas va a salvar, ha jugado el factor humano. No está de más recordar que Trump prometió configurar, como constituci­onalmente le permitía su puesto de presidente, una mayoría provida en el tribunal, y que cumplió. Decía Juan Bonilla que, para los políticos, lo prometido nunca es deuda, sino duda. No fue el caso de Donald, que podrá parecernos menos atildado que tantos otros, pero, oigan, ejem.

Tampoco se han arrugado los jueces, sometidos a presiones extraordin­arias sobre las que quizá sería ilustrativ­o escribir un reportaje. Y, además, lo han hecho poniendo en juego toda su pericia forense y toda su integridad personal. Les ha hecho falta valer y valor. Como apunta el aforista Daniel Mocher: “La vida interior es un bien de interés público”.

Ahora conviene dar un giro doméstico a este artículo, y preguntarn­os por los hombres y mujeres buenos de nuestra vida pública española. ¿Dónde están? Sin lugar a duda, somos un país con mucha gente que se vuelve muy crítica y atrevida… cuando se jubila. Qué audaces declaracio­nes, oh, entonces. Antes hacían gala de un mutismo prudencial, mientras que esperaban (bien

España tiene muchas mentes críticas y ejemplares, pero principalm­ente a partir de su jubilación

sentados, eso sí) a que los problemas los encarasen otros. Paradigmát­icamente, Alfonso Guerra dejó pasar una ley (la ley contra la violencia de género) que él sabía que era inconstitu­cional: se limitó a salirse silenciosa­mente del Congreso cuando se votaba. Confió en que fuesen los miembros del Tribunal Constituci­onal los que se metiesen en camisa de once varas; aunque luego ellos tampoco se metieron. Como no se han metido en el asunto del aborto, que lleva doce años esperando a que sus señorías se dignen a juzgar, mientras que, bajo esa ley que ellos no tocan, se practican abortos diarios que podrían no ser ni siquiera constituci­onales.

Hay ministros (Marlaska) y ministras (Margarita Robles) que han puesto sus prestigios profesiona­les de antaño a los pies de sus sillones de hogaño; asesores que dicen lo que el asesorado sugiere; voluntario­s a apoyar al poder; está Tezanos, etc. Un verso de Luis Cernuda lamenta: “Qué pocos hombres que admirar te quedan…” Muchas mujeres y hombres que admirar quisiera tener yo. Porque es una de las actividade­s más hermosas que existen, sí; y también porque, como sociedad, necesitamo­s personas admirables como el comer.

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