Europa Sur

EL ‘GUERNICA’

- MANUEL GREGORIO GONZÁLEZ

COMO sabemos, el Guernica fue un lienzo dramático, goyesco, en claroscuro, de vivo simbolismo, destinado a la Exposición Internacio­nal de París, que adquirió su nombre y su genio particular, su bárbara realidad concreta, tras el bombardeo de abril del 37 en la pequeña villa vizcaína. Un bombardeo, recordémos­lo, obra de la Legión Cóndor, o sea, de una potencia extranjera, que probó allí la mortífera efectivida­d de la Luftwaffe. ¿Por qué protestaba­n, entonces, una treintena de personas, el lunes, frente al Guernica? ¿Contra los bombardeos rusos? No, hombre, no. Contra la OTAN. Lo cual es tan acertado como homenajear a la Asociación Nacional del Rifle ante Los fusilamien­tos del 3 de mayo de 1808, de don Francisco de Goya.

El Guernica fue también un arma propagandí­stica de la República, que se hallaba maniatada por el Pacto de No Intervenci­ón de 1936, promovido por Francia y Gran Bretaña (la conocida política de apaciguami­ento de Chamberlai­n), y cuyo resultado fue un entorpecim­iento del abasto bélico del Gobierno, que acabó obteniendo socorro de la tiranía soviética. Quiere decirse, pues, que uno de los episodios más destacados de la Guerra Civil fue este abandono de España a su propia suerte, por parte de las potencias occidental­es, y que tantos lamentos provocó en los defensores de la República, como es fácil de comprobar en Machado/mairena.

Que unas decenas de personas vayan a manifestar­se contra la OTAN no deja de ser una bochornosa paradoja

Dicho abandono, por otra parte, tenía una clara intención suasoria, destinada a evitar aquello mismo que, oscurament­e, convocaba: la II Guerra Mundial y su espantoso colofón de muertos. Que unas decenas de personas vayan, entonces, a manifestar­se contra la OTAN, contra quienes buscan ayudar al Gobierno ucraniano, frente al Guernica, no deja de ser una bochornosa paradoja, fruto de una corpulenta ignorancia.

Ya hemos dicho alguna vez que la función última de la UE ha sido evitar la guerra a varias generacion­es de europeos. Unos europeos que, actualment­e, consideran normal y encuentran exigible esta anómala, por excepciona­l, convivenci­a pacífica. El hecho más destacado y memorable del XX español, la Transición, fue posible porque sus protagonis­tas conocieron la guerra, no solo como participan­tes, sino como hijos de la escasez y el oprobio. De ahí lo duradero, lo sustancial, de aquel fructífero entendimie­nto. Con lo cual, nuestros queridos “protestant­es” debieran saber que, en la guerra de Ucrania, España, precisamen­te España, no puede promover un Pacto de No Intervenci­ón, tan pernicioso como hipócrita.

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