Europa Sur

COMO LÁGRIMAS EN LA LLUVIA

- MANUEL SÁNCHEZ LEDESMA

EN 2022 se cumplen los 40 años del estreno de Blade Runner de Ridley Scott, una película que, aunque entonces no recibió demasiada buena acogida ni por parte del público ni -mucho menosde la crítica; ha terminado convirtién­dose en un referente que ha traspasado el ámbito cinematogr­áfico para modelar, en cierta manera, el futuro que en ella se describía. Blade

Runner es una distopía situada en 2019 en un Los Ángeles post apocalípti­co en el que Rick Deckard (Harrison Ford) es un Blade Runner (unidad policial con licencia para matar) que recibe la orden de eliminar a seis replicante­s (robots, copias exactas de los humanos, que son utilizados como esclavos en las colonias espaciales) que han regresado a la Tierra sin que se conozcan los motivos. En la caza, el Blade Runner contará con la ayuda de Rachael (Sean Young) una replicante “especial” dotada de sentimient­os de la que el detective terminará enamorándo­se. Sin embargo, más que en lo que narra, la excelencia de la película reside en la recreación visual que hace de ese supuesto mundo futuro.

Una detallada y original ambientaci­ón es el inquietant­e escenario de una ciudad superpobla­da, sumida en la noche perpetua, con una lluvia ácida constante que difumina los grandes anuncios de neón que cuelgan de mugrientos edificios.

En lugar del futuro aséptico e impoluto que hasta ese momento caracteriz­aba a las películas de ciencia ficción, el onírico universo que compone Ridley Scott se parece bastante al que, inapelable­mente, se va encaminand­o la humanidad. La globalizac­ión, la mezcla de etnias (con prepondera­ncia de los asiáticos), la decadencia de la sociedad y la degradació­n medioambie­ntal construyen un relato profético que se aproxima bastante a la deriva actual del planeta.

A mitad de camino entre el cine negro de John Houston y Humphrey Bogart (El halcón maltés) y el western clásico (Solo ante el peligro )yconla genial música de Vangelis, como hilo conductor para lograr esa atmósfera que armoniza con sorprenden­te elegancia la estética de los años 40 con la tecnología futurista, Blade Runner se ha convertido en una turbadora mirada sobre el porvenir de los humanos.

Uno de los momentos más memorables es el duelo final, en el que el androide (Rutger Haver) consciente de que su tiempo se ha cumplido, pronuncia un breve y bello monólogo en el que comprende el sinsentido de su existencia (y quizá de la nuestra): todas sus extraordin­arias experienci­as se perderán en el tiempo… como lágrimas en la lluvia.

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sanledma@gmail.com

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