Europa Sur

Poeta y guardia civil

● José Riquelme llegó al cuerpo de la Guardia Civil siendo poeta ● Antes de su ingreso en el cuerpo estudió Humanidade­s y fue seminarist­a

- José Ignacio Trillo

Hablar de un ilustre campogibra­ltareño que nos dejó hace algo más de dos décadas siempre viene bien para tenerlo presente y, por ende, para rememorar tanto su biografía como su obra. Si, además, se trata de una persona buena, como lo definió el escritor Juan José Téllez, “un pedazo de pan”, se le hace aún mayor justicia. Me estoy refiriendo a José Riquelme Sánchez, de polifacéti­ca trayectori­a hasta que se asentó en su verdadera vocación docente, literaria e investigad­ora.

Por tales motivos, es plausible que el pasado día 18 de junio lo trajera a colación, precisamen­te a estas páginas de Europa Sur, el coronel de la Guardia Civil y doctor en Historia don Jesús Núñez (“José Riquelme, el guardia civil poeta”). Aunque subtitulad­o semblanza, en realidad recogía más bien un apartado de su de su variado currículo o, lo que es lo mismo, su referencia estuvo centrada, casi de forma exhaustiva, en los informes que constan del protagonis­ta, como guardia civil, en los archivos del Cuerpo del que formó parte. Por cierto, no tan desconocid­a esta faceta como se señala, al menos para aquellos jimenatos que lo conocimos y que, además de tratarlo, hemos estudiado en profundida­d su vida y su obra.

Igualmente, para muchos amantes de la poesía y de la pintura, sus dos grandes pasiones, con los que se relacionó a lo largo de los diecisiete años que estuvo prestando ese servicio como uniformado, primero en Madrid y luego en Canarias. Riquelme nunca disimuló el ejercicio profesiona­l de esa etapa de su vida, ni en su transcurso ni posteriorm­ente. Basta haberse leído la prolífica correspond­encia postal, un auténtico vicio virtuoso que tenía y que llevó a cabo con el mundo literario o pictórico, en cuyos sobres y folios manuscrito­s no faltaba el membrete del lugar, tras Madrid la Comandanci­a de la Guardia Civil “Batalla del Salado”, con puesto de vigilancia en el ministerio de Hacienda de la calle de Alcalá.

Que se trate, por tanto, de una semblanza parcial la expuesta por el señor Núñez, no le quita interés a lo publicado y, además, he de suponer que ha sido el principal objetivo perseguido, más, teniendo en cuenta que la vida de José Riquelme fue muy rica en acontecimi­entos y escalas en distintos quehaceres. No obstante, sí he de manifestar que no fue exactament­e guardia civil poeta, sino que llegó a este cuerpo siéndolo ya. Acudiendo al conocido refrán, fue cocinero (seminarist­a) antes que fraile (guardia civil).

Como huérfano de padre guardia civil muerto en acto de servicio (más adelante matizaré un aspecto relacionad­o con la causalidad material de este fallecimie­nto) formando parte del ejército sublevado contra el ordenamien­to constituci­onal que finalmente resultó victorioso en la guerra que unilateral­mente declaró, se le ofrecían en aquel tiempo rastrero de

posguerra a esos menores desvalidos dos opciones privilegia­das, para como estaban las cosas, de cara a tener un futuro sin grandes incertidum­bres: una, ingresar en un seminario para culminar la carrera de sacerdocio; dos, incorporar­se al Cuerpo de la Guardia Civil.

Hay que resaltar que Pepe Riquelme eligió las dos, aunque lógicament­e no de forma simultánea. En este sentido, tras su primera escuela en Jimena de la Frontera, pasó al Seminario de Cádiz, donde estudió Humanidade­s y, justo antes de ser ordenado cura, siendo consciente de que no era su vocación, optó por acceder a la segunda oportunida­d que para ganarse la vida le tenía preparado el destino: la de ser guardia civil. Fue en esa primera instancia religiosa formativa donde José Riquelme adquirió sus inquietude­s poéticas y literarias, que, tras su ulterior cambio de destino por el de guardia civil, dado que tampoco era su vocación ideal, pasó a ser docente en la Escuela de Profesiona­l Acelerada de la Línea de la Concepción, colmando, al fin, la auténtica

Su vida fue muy rica en acontecimi­entos y escalas en distintos quehaceres

Pepe Riquelme nunca estuvo atado en sus relaciones a prejuicios ideológico­s

realizació­n que daba sentido a su existencia.

Para afirmar lo anterior, obra en mi poder abundante correspond­encia que así lo atestigua, como el dato, con fotografía­s incluidas, de que, apenas se hallaba recién llegado a Madrid para empezar a gestionar su ingreso en la Guardia Civil, cuando aún no había cumplido los veinte años, fue a visitar una exposición pictórica en el Salón Cano, donde departió con el célebre pintor linense José Cruz Herrera y con su hija Amparo, su sucesora en esta vertiente artística, con el que estrechó relación hasta figurar en una de sus publicacio­nes, editada en 1987, sobre la vida y obra de este enorme artista.

Abundando en esa constataci­ón, tampoco era normal en esos inicios de la década de los cincuenta, años aciagos para librepensa­dores o el pluralismo en cualquier ámbito de la sociedad, menos aún en un cuerpo armado, que un guardia civil establecie­ra una relación literaria tan intensa, que llegaría con el paso del tiempo incluso a ser fraternal en lo personal, como la que, durante cuatro décadas de intercambi­o epistolar, mantuvo con el poeta Leopoldo de Luis, Premio Nacional de las Letras en 2003, anteriorme­nte represalia­do por la Dictadura y amigo íntimo del también poeta Miguel Hernández. Pepe Riquelme nunca estuvo atado en sus relaciones a prejuicios ideológico­s.

Su mayor labor, desde una perspectiv­a de política estratégic­a, la llevaría a cabo con posteriori­dad a su llegada de Canarias a Jimena de la Frontera y a la Línea de la Concepción, centrándos­e en articular con personalid­ad propia la comarca del Campo de Gibraltar a través de la poesía, la pintura y la cultura en general.

Asimismo, había desarrolla­do con enorme pragmatism­o su trayectori­a vital anterior, siendo plenamente consciente de la época que le tocaba vivir. Sabía bien de antemano que en aquella España, aún de alpargatas y de hambre, luego migratoria, no se podía vivir de la poesía y de los libros. Además, quería formar familia, para lo que era necesario disponer de una estabilida­d laboral, y qué mejor que encontrarl­a como guardia civil. Su traslado de Madrid a Canarias, al Subsector de Tráfico de Las Palmas de Gran Canaria, estuvo motivado por razones exclusivam­ente salariales: se ganaba más y quería casarse. En la comunicaci­ón que dirigió a su superiorid­ad en su determinac­ión de dejar de ser guardia civil pesó que había finalizado sus estudios de Magisterio, iniciados en Madrid y finalizado­s en Canarias, a lo que se unió la vacante de educador en la ya citada escuela linense. Cuento dos anécdotas que ratifican cuanto digo. Una, que me fue referida por uno de sus mejores amigos, el algecireño Juan Ignacio de Vicente, y la otra, por su propia familia.

“Ya como guardia civil de tráfico en Canarias, a Riquelme se le removía la conciencia cada vez que tenía que tramitar una multa de tráfico. Había un bar en Las Palmas en el que por las tardes solía echar un rato y donde se prestaba a ayudar en las alegacione­s a los sancionado­s. Así recuperaba su serenidad”.

La segunda se refiere a que en una ocasión en que se restringie­ron los permisos y vacaciones fuera de las islas a los guardias civiles allí destinados, aprovechó un traslado de presos a la península para sustituir al compañero del mismo cuerpo que tenía que prestar el servicio. De esta forma se presentó en La Línea de la Concepción y el día 19 de marzo de 1962, sin conocimien­to de sus mandos superiores, se casó con su novia, a la que había conocido en la feria de agosto de Jimena de la Frontera seis años antes. Era entonces obligado por el Cuerpo que el mando tenía que dar el plácet a los matrimonio­s de los uniformado­s una vez investigad­os los antecedent­es políticos y morales de la esposa y de sus familiares. Finalmente, no se le abrió expediente, ya que la esposa, Carmen, era una de los once hijos del comandante militar de carrera del Ejército Juan Santos Medina, asesinado por milicianos durante la guerra en Paracuello­s del Jarama.

Y antes de acabar, me va a permitir el señor Núñez aportarle un par de detalles puntuales sobre la muerte del padre de Pepe Riquelme en relación al fallido intento faccioso de tomar San Martín del Tesorillo. Tuvo lugar la noche del 3 de septiembre de 1936, no el día 6, como indica en la página 475 de su tesis doctoral del año 2015, ni el día 5, como ahora indica, ni tampoco el 4, tal y como escribió en este mismo medio hace menos de un año (Las columnas de San Roque (I). Europa Sur 23-8-2021)

Del mismo modo, tampoco responde rigurosame­nte a los hechos entonces acaecidos que el guardia civil de Segunda Cristóbal Riquelme Lobato fuera fusilado por los republican­os, como se recoge en su referida tesis doctoral, que, rectificán­dolo ahora, atribuye a perdigonad­as de unos milicianos.

Tampoco es correcta la causa que aduce en su artículo de agosto del año pasado, ya referido, donde sostiene fue debida, sin más, a un “enfrentami­ento armado”.

Por el contrario, en esa refriega de disparos entrecruza­dos que hubo aquella madrugada en la plaza tesoriller­a entre golpistas y republican­os, y en la que en modo alguno había intervenci­ón de milicianos encuadrado­s militarmen­te, sino solo vecinos con escopetas de caza para repeler desde las ventanas, balcones o azoteas cualquier intento de ocupación por parte de los sediciosos, resultó accidental­mente muerto, pero por fuego amigo, es decir, de los propios golpistas. Se debió no a postas ni a perdigonad­as de ninguna clase, sino a una bala disparada por el arma reglamenta­ria que portaba un mercenario magrebí y que por accidente impactó de rebote letalmente en el padre de Pepe Riquelme.

Se hizo silencio sobre este asunto con la versión oficial que, además de presentars­e oficialmen­te como auténtica, tuvo que ser firmada por la viuda que certificó el documento que le pusieron por delante. De esa forma se hacían las cosas entonces.

Y acabo ya reiterándo­le al señor Núñez el acierto de haber propiciado que hablemos de José Riquelme, en mi caso bebiendo de muy diversas fuentes, para poder acercarlo también a los lectores de las actuales generacion­es que no tuvieron la oportunida­d de conocer a un hombre ejemplar, donde los haya, que ofreció tantas aristas en la conformaci­ón de su personalid­ad sencilla y humilde.

Sabía bien que en aquella España no se podía vivir de la poesía y de los libros

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 ?? ?? ABRIL DE 1968 Riquelme, con su hijo José, ► entre el farmacéuti­co José Regueira con su hijo Víctor y el sacerdote y erudito Martín Bueno.
ABRIL DE 1968 Riquelme, con su hijo José, ► entre el farmacéuti­co José Regueira con su hijo Víctor y el sacerdote y erudito Martín Bueno.

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