Un hombre para la eternidad
Hombre de gran talla humanista, contaba entre sus cualidades “el saber rodearse de las personas necesarias y adecuadas en función de los objetivos propuestos”. La simple apertura del parroquial club, no fue tan solo un gesto de acercamiento hacia la juventud de la época. Su obra necesitaba de jóvenes colaboradores preparados y comprometidos. De aquel crisol juvenil surgieron elementos que brillantemente y desde diversos campos profesionales, sirvieron al desarrollo de la Algeciras postconciliar.
Aquella nueva juventud “especial”, fue la que protagonizó una no muy conocida anécdota acontecida en el parroquial patio y que definía con toda la perfección posible la realidad histórica
Protagonizó una anécdota al ofrecerle un cigarrillo de estraperlo al futuro Rey
y social de nuestra ciudad y la comarca. Todo surgió cuando un mal entendido en el protocolo, dispuso que el por entonces Príncipe de España esperase obligadamente la llegada del resto de autoridades para la inauguración de la Escuela de Maestría Industrial. En un momento dado, el futuro Rey sacó un paquete de cigarrillos de la popular marca Ducados, siéndole ofrecido por uno de los jóvenes presente su paquete de Chesterfield adquirido de estraperlo. Aquella era la realidad de la época: el histórico contrabando frente a la nueva conformación política que se pretendía implantar tras el programado fin de la dictadura; y teniendo como telón de fondo el cercano y traumático cierre de la verja de Gibraltar. Clausura aquella que no conseguiría se dejase de fumar rubio americano en la comarca por muy Plan de Desarrollo que se pusiera en práctica. Y todo ello, recordemos, ante quién en pocos años ocuparía la más alta dignidad de la nación. Desgraciadamente las autoridades presentes no supieron ver ni mucho menos analizar, el descriptivo futuro que ocultaba aquel simpático gesto del joven algecireño. Algeciras representada en la figura de tan solidario fumador, habría de hacerse –como aún lo pretende– así misma.