Base de Rota
escogidas, y radares y lanzadores de misiles desplegados en distintos países de Europa, unen sus capacidades para dar cobertura a nuestro continente frente a un ataque de misiles balísticos. No es una panacea. Está concebido para interceptar un número limitado de misiles, como el que podría recordad que el Gobierno español del momento consideró que el lanzamiento de misiles Tomahawk sobre el aeropuerto militar desde el que habían partido los aviones atacantes era “una respuesta medida y proporcionada” a las acciones del Ejército sirio sobre la población civil.
Rota a seis.
No se trata de un cambio sustancial, ni cualitativo. No cambian las misiones ni se alteran los acuerdos alcanzados, si se exceptúa el incremento del número de buques implicados que precisará la aprobación del Congreso. El despliegue de dos destructores adicionales no los últimos 69 años, ha contribuido a dar seguridad a norteamericanos y españoles, ha sido uno de los ladrillos con los que se ha construido una valiosa relación bilateral entre dos naciones que deben entenderse y ha traído riqueza y desarrollo a la bahía de Cádiz.
Frente esta realidad positiva de la Base Naval de Rota es posible defender otra realidad opuesta: la de quienes, todavía hoy, se manifiestan bajo las viejas consignas de OTAN no, bases fuera. Pero es justo decir que, en abierto contraste con los sucesivos cambios de papel asumidos por la Base Naval, con sus múltiples y satisfactorias vidas, sus críticos parecen tener una sola. Una vida que, como ocurre con todo lo que no evoluciona, se va haciendo vieja y, por lo que hemos visto en los últimos días, ha perdido atractivo para la mayoría de los españoles.
Bien está que la ciudadanía reclame paz y que cada uno defienda sus preferencias en relación con qué paz es la que quiere. Ni que decir tiene que quienes se manifiestan contra la Alianza Atlántica –paradójicamente, no importa si lo hacen porque los EEUU invaden Irak sin el apoyo de la OTAN o porque es Rusia la que invade un estado soberano frente a la oposición de la Alianza–tienen todo el derecho a hacerlo. Después de todo, también las jirafas tienen derecho a explotar su particular nicho evolutivo y continuar su vida sin los sobresaltos que conlleva la adaptación. Sin embargo, si algún día se consigue el verdadero objetivo estratégico de la Alianza Atlántica, si se logra construir ese mundo en paz en el que ya no hagan falta las armas nucleares que reclama el nuevo concepto estratégico de la OTAN, no será gracias a los desvelos de estos manifestantes.
La paz llegará algún día a nuestro planeta gracias al esfuerzo solidario de muchas personas. Entre ellas, se cuentan los militares y civiles, españoles y norteamericanos, que han hecho de Rota su hogar y que, desde ese rincón de la Bahía de Cádiz, trabajan cada día para que la humanidad consiga dar el primer y decisivo paso en el camino que conduce a un mundo más seguro para todos sus habitantes: conseguir que las relaciones entre todos los estados se sometan al imperio de la ley.