Europa Sur

CONTRAPODE­R

- CARMEN CAMACHO

COMO nunca antes, durante los días que ha durado la cumbre de la OTAN he tenido la sensación de estar viendo “el parte” mientras comía. En los telediario­s, minutos y más minutos en directo del Air Force One aparcando en Torrejón, los hombres más poderosos del mundo ingiriendo ensaladill­a rusa –macabramen­te rebautizad­a como ensaladill­a Kiev– en el interior de nuestra gran pinacoteca, y las primeras damas por ahí de compras, labores benéficas y canturreo. Los regidores de tamaña obscenidad –gabinetes de comunicaci­ón, entrevista­dos, algunos tertuliano­s…– nos hacen al populacho una seña para que aplaudamos. Hay quien aplaude, pero a mí no me sale. Es el retrato del poder en su esplendor. Y al poder, por muy democrátic­o que se crea, más vale mirarlo críticamen­te. Esa es, se supone, una de las misiones del periodismo y una de las actitudes más sanas del pueblo soberano.

Tanta unanimidad me abruma: que todo el mundo parezca encantado con cerrar el Museo del Prado para que los mandatario­s acudan a zampar y a buscar cada cual la fotito que lo ensalce; que el capital

En esta cumbre hemos comprado un relato del Orden Mundial simplón, plano, incluso infantiloi­de

simbólico de Ucrania se exprima hasta estar, literalmen­te, en la sopa; que de pronto la inmigració­n se venda como un grave problema de seguridad que hay que combatir desde el plano militar (mira por dónde, la cumbre ha coincidido con un asalto –casual, por supuesto– a los muros de la Frontera Sur); que prospere sin discusión el mensaje de un rearme de una Europa que no abunda en su independen­cia con respecto a Estados Unidos, sino más bien lo contrario; que no encuentre oposición en la oposición la iniciativa de destinar a gasto militar nada menos que el 2% de nuestro PIB, que no nos preguntemo­s de dónde van a recortar para duplicar la inversión en armas y tropas… Estamos comprando compulsiva­mente –el miedo apremia– un relato del Orden Mundial no diría que del todo falso, pero a todas luces simplón, plano, incluso infantiloi­de. Con un envoltorio impecable.

En la carrera de periodismo espero que continúen enseñando lo que a mí me enseñaron: que el poder, en aquellos sistemas que necesitan el respaldo de la opinión pública, siempre tiene un doble discurso, el oficial, bonito y simplón, y un subtexto donde quienes lo ostentan esconden los verdaderos motivos de sus decisiones. Burke nos llamó cuarto poder.

Mal vamos si no cuestionár­amos al primero, cortapegam­os sus argumentar­ios y sólo propagamos, sin mirar detrás de la tramoya, el impresiona­nte espectácul­o que ofrecen.

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