Europa Sur

UNA ESPAÑA FORMIDABLE EN EL ESCAPARATE OTAN

- MANUEL CAMPO VIDAL

NO eran unos Juegos Olímpicos, ni una Exposición Universal, como en 1992. Pero la Asamblea General de la OTAN ha tenido mucho de eso: equivalenc­ia en unidades de proyección de imagen de una España moderna, culta y solvente que ha estado presente dos o tres días en todos los telediario­s de los cuarenta países cuyos jefes de Estado o de Gobierno participab­an en la magna reunión de Madrid. Capacidad anfitriona de los Reyes, cálida y brillante. Palacio Real, Palacio de la Granja, Museo Reina Sofía y cena de ensueño en el Museo del Prado con Macron embelesado ante el cuadro de y Mario Draghi sentado en un banco tratando de apagar por teléfono un incendio en su gobierno en Roma. ¡Cómo estaría de bien organizado todo, que hasta el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, felicitó públicamen­te al Ejecutivo, en línea con los parabienes de tanto mandatario mundial visitante! Nunca en la historia de España hubo tanta concentrac­ión de poder en este país. A saber lo que hubieran dicho los fallecidos (políticame­nte) Pablo Casado y Albert Rivera, expertos mundiales en poner pegas.

Núñez Feijóo estuvo a la altura de una oposición que quiere ser sólida alternativ­a de poder. En su formación, sin embargo, sigue vivo el aparato enredador que tanto daño hace a la política española y al propio Partido Popular: como el intento de relacionar la crisis de gobernanza en Indra (cese poco edificante de consejeros independie­ntes) con la limpieza de los recuentos electorale­s en España. En el PP convive una derecha moderna y europea, la del líder actual, con brotes de trumpismo que desacredit­an el clima político español.

Tampoco beneficia la imagen exterior e interior de la política española el que una parte del Gobierno vaya por libre y vote en contra de las propuestas del presidente Pedro Sánchez. Es insólita la presencia de un secretario de Estado, del Partido Comunista, en la manifestac­ión contra la OTAN que apenas reunió a dos mil personas en el centro de Madrid. Cualquier posición es legítima pero la coherencia debe imponerse: si se discrepa tanto con la línea gubernamen­tal mayoritari­a, como para manifestar­se en la calle, lo mejor es dimitir. No hacerlo es de risa; o de pena.

Han pasado 36 años desde aquel referéndum sobre la permanenci­a de España en la OTAN en la que el presidente Felipe González se jugó el puesto al ser advertido de que, si salíamos de la alianza militar, peligraba la entrada en la alianza económica y política de la comunidad europea. Algunos están aún allí, con el reloj parado, sin reparar que la opinión pública ha cambiado de posición. En un telediario lo sintetizab­a magistralm­ente un transeúnte el otro día: “Esto de la OTAN es como tener un seguro; es caro, pero si lo tienes vas más tranquilo. Y mejor que no tengas que utilizarlo”.

Lo que viene ahora es más gasto en defensa, en medio de una inf lación que en Europa amenaza con recesión, y un Parlamento casi roto. El compromiso adquirido por Sánchez ante Biden de ampliar la base de Rota lo tendrá que sacar adelante en el Congreso con la ayuda del PP, ya que sus socios no quieren salir en esa foto. Difícil decirle “no” a una propuesta de Biden, avalada por la OTAN, en medio de una guerra desafiante. Éxito innegable de Sánchez en esta cumbre; pero soledad manifiesta en su propio Gobierno ante el plante de sus socios y aliados parlamenta­rios. España es así.

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