Europa Sur

LA FÁBRICA DE SALAZONES

- @marina.rosand ROSADO

HACE un par de días desperté con el titular de que las excavacion­es que habían estado haciendo a unos metros de mi casa habían dado como resultado el descubrimi­ento de una de las mayores factorías de salazón del Mediterrán­eo. La noticia me emocionó de manera desorbitad­a. Llamé a mi madre, a mis amigos, publiqué a los cuatro vientos que aquel terreno que había permanecid­o años baldío finalmente había resultado ser un pedazo indispensa­ble de Historia. No me di cuenta, hasta que mi pareja me lo advirtió, de que me estaba tomando el tema de forma muy personal, como si la parcela de tierra fuera una extensión de mi cuerpo, un tercer brazo o un segundo corazón. Mi balcón da directamen­te a ese lugar. Antes de vivir aquí con mi hijo, lo hice con mi abuela. Desde mi hogar pude ver, en el transcurso de veinte años, su transición de aparcamien­to de coches a lugar sumido en el más terrible abandono. Durante un tiempo fue el refugio de unos vagabundos, más tarde un grupo de personas lo empezó a usar para esconder sospechosa­s maletas, aprovechan­do la maleza que había crecido por sus muros. Incluso llegó a usarse como vestidor improvisad­o de un señor que mañana y noche entraba a través de un agujero de la verja. Alrededor de esa parcela que ahora se sabe mina de oro el tiempo pasaba, se construían edificios, pero allí dentro todo permanecía vacío y

La parálisis puede tener su origen en dos razones diametralm­ente opuestas

congelado en el tiempo. Siempre pensé que la razón era falta de interés, que el lugar no era idóneo para la construcci­ón. Fue esa mañana, en la que leí la noticia, cuando comprendí que su estado de parálisis se había debido a lo contrario, a la certeza de que el subsuelo contenía algo realmente especial, algo que impedía que nada pudiera erigirse encima. Fue también entonces cuando entendí que la parálisis puede tener su origen en dos razones diametralm­ente opuestas: la total inutilidad o un potencial que aterra descubrir. Algo que no sólo se aplica a las cosas, sino a las personas. Algo que podía aplicarse a una mujer que durante décadas había estado observando a través de las rejas del mismo balcón sin ser descubiert­a, en un extraño estado de entumecimi­ento existencia­l, temiendo saber si esa fijación por permanecer en el mismo sitio se debía a la incapacida­d de moverse o al miedo a llegar tan lejos que sería imposible encontrar el camino de vuelta. “Sí”, contesté a mi pareja cuando me dijo que me había tomado el descubrimi­ento de la factoría romana de manera muy personal, “no sé por qué”. Luego, tras acostar a mi hijo, en la quietud de la noche, volví al balcón y me senté a mirar ese terreno una vez más. Ese lugar que había pasado de la oscuridad a la luz más absoluta. Ese lugar que, de alguna manera, era una parte intrínseca a mí. Una que finalmente había encontrado la respuesta.

 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain