LOS NUEVOS CÁRTELES VENTAJISTAS
● El organismo regulador vigilante de la buena competencia, la CNMC, cobra una miseria de las multas que impone
y el mío propio”; siempre fue bravo y soberbio el catalán. En el sistema de adjudicaciones de entonces, los montantes de los contratos tenían una segunda o tercera fase no escrita donde los llamados “modificados” y “revisiones de precios” era moneda –nunca mejor dicho– de cambio habitual. Llegó el comandante –la Unión Europea– y mandó parar. Limitando la hipocresía, y puestos buscar en todo aquello, por lo menos había tres: quien ejecuta, el propio Estado... y quien decide en su nombre, los partidos. Al menos, las empresas creaban empleo.
Con la inflación de origen exterior y energético que ahora nos ataca de la forma corrosiva para la economía en que lo hace la inestabilidad de precios, otros poderosos de ocasión hacen su agosto: los cárteles que rigen en estos días son los suministradores de las constructoras (un cártel es un acuerdo entre empresas para limitar su competencia recíproca, un vicio de la economía de mercado que daña sus bondades). Como “el Pisuerga” de la guerra de Ucrania
Un porcentaje no menor de la inflación se debe a la codicia estraperlista
pasa por el “Valladolid” de los precios enloquecidos de las materias primas y los servicios, los proveedores se hacen fuertes, y –un poner– “si mis costes aumentan un 30% por el combustible, el transporte y la escasez, yo repercuto un 50% a mis clientes: lo tomas o lo dejas”. En esa codicia estraperlista está un buen porcentaje de nuestro IPC desaforado.
La ridícula multa de la CNMC de esta semana tiene mucho que ver con una lacra del poder fáctico de este organismo regulador, que debe velar por una competencia transparente y eficaz, en beneficio –he ahí la fatal paradoja– de los consumidores, usuarios y contribuyentes. Un dato desolador: de las multas millonarias que impone Competencia se acaban recaudando no más de un 20%. Tarde y mal, si es que se acaban pagando. ¿Quién manda aquí? Aún impera demasiado el poder oligopolístico, y ahora también el de quien tiene la manija en una coyuntura incierta: “A ganar dinero”. La calidad institucional del país puede esperar a que hagan caja los arrebatacapas.