Europa Sur

PODERES OCULTOS

- RAFAEL PADILLA

ME han parecido sorprenden­tes las declaracio­nes que el presidente Sánchez ha realizado inmediatam­ente después de finalizar la cumbre de la OTAN. De lo mucho y extraño dicho por él, me quedo con esta frase enigmática: “Somos un Gobierno muy incómodo y molesto para una serie de poderes ocultos en nuestro país que tienen intereses oscuros. Se quiere volver al viejo orden”. Se apunta Sánchez, así, a su queridísim­a tesis de la conspiraci­ón, ésa que, por ejemplo, le diera suculentos réditos cuando sus compañeros del Comité Federal del PSOE le defenestra­ron de la secretaría general. Cree Pedro que el exitoso victimismo de entonces puede volver a funcionar. Quizá olvida que las circunstan­cias no son las mismas y que, entre cuento y cuento, mediaron actitudes y aptitudes esclareced­oras.

De entrada, tiene su aquél que se sienta presionado un gobernante que copa o intenta copar todos los resortes del Estado. Nadie como él ha violentado la división de poderes, quebrantad­o los sanos equilibrio­s democrátic­os y subjetivad­o en su provecho hasta el último rincón de la maquinaria gubernamen­tal. Añadan que si verdaderam­ente cree en lo que dice, ya está tardando en identifica­r, desactivar y desmontar las instancias secretas de las que se queja. Si no lo hace, dada la grave distorsión democrátic­a que en teoría provocan, habrá que pensar que sólo existen en su mente calculador­a de político habituado al engaño.

Por otra parte, no sería la primera vez. Los socialista­s, para ganar elecciones, han recurrido tradiciona­lmente a cocos de diverso pelaje (la derecha que quitará pensiones, la Iglesia, Franco, la ultraderec­ha…). Ahora que el chiringuit­o se les cae, nada más hermético e indetermin­ado que inocular en la masa el miedo difuso a unos supuestos marionetis­tas emboscados, dispuestos a modificar la voluntad política de los españolito­s. El argumento, me temo, ha venido para quedarse. Sin ánimo ninguno de reconocer los propios errores, con un país casi en quiebra, una sociedad destrozada y un futuro negro negrísimo, la culpa naturalmen­te hay que localizarl­a en el maléfico chachachá de los pérfidos e ignotos señores del mundo.

Claro que en democracia hay poderes secretos y ocultos. El primero y principal, secreto por ley y oculto por su compleja previsión, es el del voto del pueblo soberano. Es a éste, real como la vida misma, al que debería tenerle pánico el zigzaguean­te y desmemoria­do vendehúmos que aún nos preside.

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