Europa Sur

“Cádiz, ¿a que te beso?”

Zut publica, en minuciosa y exhaustiva edición de Juan Bonilla, el ‘Lola Flores. Sociología de la Petenera’ que Francisco Umbral publicó en 1971, y que ahora viene enriquecid­a con posteriore­s artículos del autor dedicados a la Faraona

- Tamara García

“Me han dicho que el amarillo”, se señala el atuendo, traje de chaqueta color sol, por si algún despistado no se percata de que está jugando en casa, y aún parapetado tras unas oscuras gafas de sol, le atisbamos la sonrisa con los ojos. Así se ha presentado Alejandro Sanz a su “madre”, a “un sentimient­o”, a su “paraíso”, escojan ustedes cualquiera de las muchas definicion­es con las que el músico ha descrito a su Cádiz en la primera de sus citas, largamente acariciada­s, con la ciudad.

Y es que Alejandro Sanz ya es tan gaditano, que cuando le da por asomarse por esta tierra, salta hasta el levante. Así ocurrió hace nueve años en el Estadio Ramón de Carranza donde se tuvieron que desinstala­r las pantallas que flanqueaba­n el escenario, obstáculo que, afortunada­mente, no se tuvo que salvar este viernes, en el primero de los dos conciertos que el Hijo Adoptivo de Cádiz tenía apalabrado­s desde hace dos años en el renombrado Nuevo Mirandilla. Distintos nombres de un estadio para, al fin, jugar en casa. Y lo dicho, de amarillo hasta la médula.

Dos horas de partido envuelto en estos aires gaditanos que son los que le van, los que le inspiran. Porque Cádiz como reza en el primer tema que canta tras la introducci­ón musical de un concierto que empezó con 20 minutos de retraso pero que estuvo arropado por miles de gargantas, miles de brazos que se alzan como queriendo alcanzar a su ídolo que se deja querer entre sonrisas y dedicatori­as -”y ahora, ¿qué hago yo, Cádiz”-, miles de voces que corean cada estribillo, mejor, cada estrofa. Porque a los conciertos de Sanz, llegados a una edad, ya no se va a escuchar, se acude a cantar.

Que se lo digan, si no, a las seguidoras que desde hace una semana han hecho guardia en la puerta del campo de fútbol para conseguir el mejor lugar que les permitía sus localidade­s. O a las cientos de personas que calientan motores, y sangre, en los alrededore­s del enclave unas horas antes de que Alejandro Sanz cantara aquello de

o Canciones del siglo XX y del siglo XXI que Sanz interpreta con la misma calidez e idéntica huella personal, así pasen los años que lo separan de aquel arrebatado­r y talentoso adolescent­e que en 1991 debutara en el Teatro Andalucía de Cádiz.

Alejandro eterno, suspendido en el tiempo, cosiendo la banda sonora de muchas vidas que celebran con euforia la cariñosa amenaza -“Cádiz, ¿a que te beso?”- que da paso a o la entrada todavía en el amanecer del concierto, de Dani Martín, único artista invitado de la noche, con quien Alejandro entona

Al exel canto del loco lo nombró Alejandro un gaditano más, al músico y “a todos los que habéis venido de fuera, hoy todos sois gaditanos”. “Si mañana se acaba el mundo, no importa, hoy estuvimos en Cádiz”, nos rompe el artista antes de continuar con su cancionero.

Un repertorio que el intérprete y compositor sigue engordando a día de hoy con nuevos discos pero que –“a los mecenas hay que tenerlos contentos”, que dice el gran Miguel Ríos– se apoya en gran parte en los éxitos de toda la vida, en los himnos de su carrera. Que no son pocos.

Así, fue deshojándo­se en momentos más íntimos como ese al piano, en una de las propinas de la noche, o a solas con su guitarra en una versión hermosamen­te desnuda de pero que se conjugaban con los aires f lamencos de ye que, a su vez, rimaban a la perfección con baladas de gama alta como

-que engarzaba con la más reciente -o

No había descanso para la emoción, apenas tampoco para la garganta de Sanz, que nos llegaba nítida, auténtica, y cuidadosam­ente realzada por una banda de once músicos que tuvieron siempre un momento para brillar en conjunto y en solitario en una noche que también ha sido una carta de amor.

Y es que Sanz tuvo la habilidad de transforma­r cada canción en una misiva personal para su Cádiz. Así lo hizo con

que, descubría, era este sur con el que ha soñado toda la vida. “Desde chiquitito, desde que tengo uso de razón y de emoción, Cádiz ha sido mi paraíso”. Por eso su familia, “mis tíos, mis primos, mi mujer, mis hijos” no se perdieron su encuentro con esta tierra.

A todos ellos y “a todo el arte que ha dado esta ciudad” dedica Alejandro el concierto del viernes en Cádiz. “Y a los carnavales, que me hacen reír y llorar al mismo tiempo, no hay nada en el mundo que me provoque más emoción que el Carnaval”, confiesa justo antes de otear entre los miles de asistentes donde puede estar sentado uno de sus amigos copleros. “Por allí tiene que andar mi amigo Antonio Martín, patrimonio de esta ciudad”, señala la tribuna baja del

Nuevo Mirandilla, mientras que el veterano carnavaler­o se levanta de su localidad y se descubre en señal de respeto y agradecimi­ento.

Aplauso atronador que se va apagando cuando la maquinaria musical se pone de nuevo en marcha.

El músico cumplió ante sus ídolos con un concierto con más de dos horas de música

los antipático­s popurrís (antipático­s porque tiene tela cortar

o hacen avanzar una noche que se hace “corta, corta, muy corta” para, casi sin darnos cuenta, bailar

“¡Alejandro, Alejandro!”, corea el público entre misivas de cariño de ida y vuelta. “No me hagáis llorar, no me seáis cabrones, que no sabéis lo que he soñado con esta noche”, se confesaba el de Moratalaz que muere en el Mentidero y que se va despidiend­o con

¿No? ¿Sí? Parece que los músicos hacen un apunte musical de

el último tema que Alejandro Sanz ha escrito mentando a Cádiz. Oh, vaya, sólo es una quimera, un ambiente musical para la explosión de confetis y el saludo final. Así que no hubo un soy de Cádiz te canto un son, ni la perfecta ni pasodoble de comparsa al piano... Pero sí hubo un gran concierto, un buen concierto, aunque a los más chovinista­s nos dejara con el corazón un poquito partío.

Damos aquí a el mismo significad­o que tomó Cela para su

Esto es, Cristo hacia Arizona, Umbral hacia Lola Flores, convergien­do con la Faraona en una vasta curva histórica que fija a ambos artistas en la España incipiente de los primeros 70 (la obra se publicó en el 71), y en la que se aprecia ya una púdica, pero evidente, nivelación con el resto de Europa, perceptibl­e en la intención misma de la obra: hacer sociología y crítica del folklore. Una sociología y una crítica, por otra parte, en la que Umbral practica una cautelosa y distante mordacidad, dirigida al imaginario cultural de la España tardofranq­uista, y en la que ambos, sin embargo, biógrafo y biografiad­a, quedan insertos en el mundo celérico y cuantitati­vo de la sociedad del masas. Del

Antes de acometer dicha obra de encargo, Umbral ha publicado ensayos biográfico­s destinados a Larra, a Lorca, a Valle-inclán, a Lord Byron, a Marisol, a su maestro Delibes. Lo cual nos permite vincular fácilmente esta faceta de Umbral con el biografísm­o urgente y circunflej­o de Gómez de la Serna (deudor intelectua­l de Ortega); y también, de un modo menos obvio, con la canónica obra de Sartre sobre Baudelaire, en la que el tono ensayístic­o se sobrepone al menudeo de datos personales, y en la que existe una ambición de totalidad, una vocación unitaria, que en el poeta francés era una repulsa de lo natural, y en esta de Umbral pudiera ser un repentismo de raíz ibérica –algo así como una teoría del que acaso podamos vincular con el ya mencionado Ortega. ¿En qué sentido? En el sentido que le da Ortega a su concepción de lo popular en Goya, y que el propio Umbral cita en varias ocasiones (me refiero a los

del filósofo madrileño), donde cabe establecer un doble paralelism­o, tanto en lo que concierne

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MIGUEL GÓMEZ xalejndro Sanz, en un momento del inicio del concierto celebrado en el estadio Nuevo Mirandilla.
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José María Pemán conversa con Francisco Umbral.

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