Europa Sur

ALMUDENA GRANDES, PREMIO PARA HOY

- JAVIER GONZÁLEZCO­TTA Escritor

DÉCADAS atrás, en la llamada era del despilfarr­o, surgieron tantos premios literarios de índole municipal como puentes de Calatrava se erigieron sobre ciudades regidas por pachás locales y reyes de taifas del ladrillo (léase el divertido libro de Llàtzer Moix Queríamos un Calatrava).

La escritora madrileña Almudena Grandes, fallecida el pasado año, no sólo se dedicó a profundiza­r con obsesivo afán en la larga noche represiva del franquismo. La autora, tan vinculada a esa casa de la alegría llamada Izquierda Unida (no hay aparato más triste que esta asamblea federal de gente sombría), también criticó la era aquella del derroche, que había llenado España, según su juicio, de borricos, horteras, gente desagradab­le e insensible. No le faltó razón.

Muchos de sus libros recrean el franquismo de los eufemístic­os 25 Años de Paz. Republican­a ad hoc (los de su grey no conciben que pueda existir el republican­ismo liberal), la escritora ha morado en la morgue de Franco mucho más tiempo del que recomienda el más prudente aseo. Por eso obvió siempre ciertas formas de prosperida­d y de sana reinvenció­n que, sin caer en la abyecta desmemoria, lograron generacion­es de españoles pertenecie­ntes a la suya y a otras posteriore­s. Ejemplo de su peculiar visión de la memoria republican­a es su ciclo final de novelas Episodios de una guerra interminab­le.

Volviendo al inicio, el caso es que justo ahora nos hemos acordado de aquella era hortera del ladrillo y de los trofeos literarios, precisamen­te porque acaba de vincularse la reputación de la autora a un premio municipal. El Ayuntamien­to de Sevilla ha creado el I Premio de Novela Almudena Grandes (10.000 euros). Si la inminente recesión no lo impide, recaerá el próximo otoño en una

Antonio Muñoz, alcalde de Sevilla, se ha dejado asesorar gustosamen­te en los salones de la izquierda cultural más geriátrica, fatua, apropiador­a, ridícula y monocorde

novela ya publicada, pero donde habrá de valorarse su “valor social”, en línea con el postulado ético y político que siempre profesó la escritora comunista.

La polémica entre cultura, arcaísmo progre y sectarismo iletrado que avivó Pilar Bardem, tiene ahora una segunda vida con Almudena Grandes (dicho sea sin macabra ironía). Debemos ponernos un traje de neopreno para leer gran parte de su obra sin que el engrudo ideológico más o menos manifiesto se imponga y malogre la brillantez literaria del conjunto. Se preguntaba Cernuda si los muertos oían lo que de ellos decían luego los vivos. Desde que falleció por culpa del maldito cáncer, el nombre de Almudena Grandes casi sólo remite ya a la trifulca de corral. Se dijo de ella tras su primer gran éxito con Las edades de Lulú que, entre ser famosa y ser escritora de verdad, quiso ser lo segundo. Pues ahora la muerte la ha convertido casi en lo primero.

Como es sabido, a la estación de Atocha el Gobierno de Sánchez ha querido llamarla Estación de Atocha Almudena Grandes, en un empeño por poner nombres de mujeres a la red ferroviari­a de España (la presidenta Ayuso se limitó a subrayar lo obvio para ateos y creyentes: la estación ya remite al nombre de una mujer llamada Virgen de Atocha). Otras polémicas llegaron también al Ayuntamien­to de la Villa, a propósito si debía nombrársel­e Hija Predilecta de Madrid o no.

Como era previsible, la polémica en torno a la figura de Almudena Grandes ha llegado a la capital andaluza vía AVE Madrid-sevilla. Nos preguntamo­s qué vinculo especial, si quiera secreto o particular­mente cariñoso, tenía la escritora con Sevilla (a diferencia de Rota, donde se ambienta su novela Los aires difíciles, donde veraneó largos años y donde sí es Hija Adoptiva).

Dice su deudo Luis García Montero, actual director del Instituto Cervantes, que Almudena venía “con ilusión” a Sevilla. Recuerda que nunca faltaba a su Feria del Libro (fue su pregonera en 2018). Y añade que halló en esta ciudad “un ejemplo de periodismo cultural y toda una red de apoyo al libro”. Parco vínculo el primero, no más allá de una sentimenta­lidad comercial de firma de ejemplares y pregonería­s suponemos que bien abonadas. Y ejemplo de relato humorado a lo Paco Gandía el supuesto vínculo segundo, pues en Sevilla, como en todo lar, el periodismo cultural se ejerce con indigencia y es más visible la red del torneo de Wimbledon que la supuesta red sevillana de apoyo al libro.

Antonio Muñoz, meritorio alcalde hispalense (con sus altos y bajos), se ha dejado asesorar gustosamen­te en los salones de la izquierda cultural más geriátrica, fatua, apropiador­a, ridícula y monocorde. Es la que defiende “valores sociales”, pero sin olvido del derecho a mamela y al reconocimi­ento institucio­nal cuando gobierna el supuesto progreso. A esta veterana generación pertenece el deudo y pertenecía la finada. Las que vienen detrás son acaso aún peores.

 ?? ROSELL ??
ROSELL
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain