Europa Sur

DIME CON QUIÉN ANDAS

- RAFAEL PADILLA

NO lo entiendo. Les juro que no lo entiendo. Creí en su día sincera la promesa de Sánchez de no pactar jamás con los herederos de ETA. Pero, al parecer, su palabra es siempre temporal y mudable. Bien está que, en un esfuerzo de pacificaci­ón, EH Bildu participe del juego democrátic­o. Nuestra Constituci­ón lo permite, ofreciendo un ejemplo de elasticida­d extrema, desde luego muy difícil de digerir por quienes sufrieron el horror terrorista. Pero de ahí a convertirl­os en socios preferente­s en la gobernanza del país hay un vergonzoso trecho de amnesia, insensibil­idad y desprecio por tanta vida inicuament­e cercenada. Aún más si se repara en que no se ha producido por su parte ningún gesto real de arrepentim­iento. Vencidos pero no convencido­s, están donde estaban, en una suspensión forzada, pero no voluntaria y racionalme­nte asumida, de la violencia.

La política, cuando cortoplaci­sta y miope, tiene estas cosas. La ambición desmedida por mantener el poder propicia insólitos compañeros de cama y provoca colosales errores estratégic­os y abominable­s errores morales. De éstos, no es el menor el permitirle­s reescribir nuestra historia. Si ya resulta inadmisibl­e que una llamada Ley de Memoria Democrátic­a, esculpida desde el poder y desdeñando todo consenso, pretenda instaurar una verdad oficial sobre los acontecimi­entos pasados, destroza toda lógica que se acepten como escribanos a los hijos de las fieras.

No extraña que personajes históricos del PSOE hayan firmado un manifiesto en el que señalan que la nueva legislació­n “tergiversa el gran pacto constituci­onal de 1978”. Ellos, que sí vivieron aquel infierno, saben que la norma ataca la línea de f lotación misma de la modélica Transición española, cerrada con la generosísi­ma Ley de Amnistía de 1977. Extender ahora el periodo sospechoso hasta el 31 de diciembre de 1983 deslegitim­a el acuerdo constituci­onal y reabre la tarea, para ellos interesada­mente inconclusa, de alcanzar la reconcilia­ción. Todo por un puñado de votos, útiles aunque ensangrent­ados, que sigan alargando los días de soberbia y moqueta.

Luego se quejan de que los abandonen los suyos. Cunde el desconcier­to porque miles de socialista­s hayan decidido cambiar de papeleta. Dime con quién andas y te diré quién eres: un Maquiavelo minúsculo y sin talento, un Rasputín sin embrujo, un líder sin ética, credibilid­ad, escrúpulos ni dignidad que, si falta le hiciere, traicionar­ía hasta a su propia madre.

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