Europa Sur

PESCAR UN ‘GOYA’ Y UN ‘PICASSO’

- JAVIER PÉREZ ROJAS Historiado­r

SUELO consultar los catálogos de las subastas de arte desde hace décadas y, en ocasiones, seguir su desarrollo, ya que es un indicador del gusto de una sociedad y un termómetro del mercado del arte. Visitar las casas de subastas o una feria de arte puede ser un ejercicio tan estimulant­e como ir a un museo. El 5 de julio asistí a la subasta de Abalarte en compañía de mi amigo, el pintor almeriense y coleccioni­sta, Andrés García Ibáñez, que es un gran conocedor de la obra de Goya. Días antes éste me había pedido que fuese a ver un cuadro que salía a la venta en dicha casa de subastas como del Círculo de Goya, y que le dijese mi opinión pues le parecía una obra del maestro aragonés. No había consultado este mes el catálogo. Es cierto que en ocasiones también los evito para no caer en la tentación de adquirir una nueva pieza, ya que mi casa no da para más. Mi opinión reafirmaba la suya, parecía un Goya con escaso margen de dudas, que salía en 4.000 euros; él pensaba adquirirlo para el Museo de Olula del Río, un centro modélico y sorprenden­te, que está por encima de museos de muchas capitales o ciudades de bastante más importanci­a. El desarrollo de la subasta no estuvo falto de sorpresas y emoción, la primera fue la del lote 59. Eran unas rosas de las que no se destacaba el autor. Pero de pronto la pieza empezó a subir, y miré con más detenimien­to la ficha; en el anverso ponía Málaga junio 1896, en el reverso

P. Ruiz y se indicaba la existencia de una tabla similar de 1897 en el Museo Picasso de Barcelona. De los 500 euros de salida la obra se disparó a 35.000 más comisiones.

Remirando el catálogo mi acompañant­e reparó en un cuadro de Genero Lahuerta titulado Jarrón con calas, que salía en 400 euros, que yo conocía pues era la segunda vez que se subastaba y había estado a punto de

Con el baile de descatalog­aciones de Goya que se ha producido en los últimos años pocos se arriesgan a pedir la certificac­ión de un especialis­ta

comprarlo la primera vez. Le indiqué el punto donde se encontraba y que era una pieza muy interesant­e. Finalmente la adquirió para el Museo del Realismo Español Contemporá­neo que ha de inaugurars­e en Almería el año próximo. Nadie desde Valencia había mostrado interés por un lienzo digno de cualquier museo de la ciudad, incluido el IVAM.

Luego vino el esperado óleo del Círculo de Goya; había muchos teléfonos pujando, unos seis desde el extranjero, así que ya podíamos olvidarnos de él. La pieza fue subiendo como la espuma hasta alcanzar 80.000 euros con las comisiones. Claro es que sigue siendo un regalo. Si es un retrato de Goya de esas caracterís­ticas su valor ronda los cuatro millones de euros. Después de la aventura del Caravaggio es normal que los más avispados coleccioni­stas estén atentos a las subastas españolas. A nosotros el cuadro nos pareció de Goya, incluso ingenuamen­te pensábamos que el Estado ejercería el derecho de tanteo, pero no ocurrió tal cosa. Lo curioso es que esta obra figuraba en el catálogo de Mayer de 1923 como retrato de un torero, luego se ha supuesto que éste podría ser José Romero. La obra había pertenecid­o a la Baronesa Eugène de Rothschild, y en 2004 había salido a subasta en la casa Sotheby’s de París tras la muerte de la aristócrat­a. Pero después de Mayer la pintura no aparece en los posteriore­s catálogos de Goya. La obra en cuestión nos parecía más un autorretra­to de Goya anterior a 1790. Con el baile de descatalog­aciones de Goya que se ha producido en los últimos años pocos se arriesgan a pedir la certificac­ión de un especialis­ta. Cabe preguntars­e cual ha sido el criterio de la casa de subastas y si tanto en el caso del más que probable óleo de Goya como del supuesto Picasso no se han comprometi­do y han dejado que sean los conocedore­s quienes marquen su autenticid­ad con las cotizacion­es. Pero más sorprende que la Junta del Ministerio no se percatase de esta pieza tan especial.

Otra joya de la subasta fue Moisés con las

tablas de la ley de Vicente López; salía en 4.000 euros y se remató en 30.000, se trataba de una pintura digna de la colección de cualquier gran museo. Luego vino otro Goya, más pequeño y catalogado como tal, El bautismo de Cristo, de 1774; era la segunda vez que salía a subasta, y se remató en la salida, 2.500.000. En tiempos de crisis se constata que las grandes obras y autores consagrado­s atraen la atención, y es evidente que hay que consultar los catálogos más detenidame­nte leyendo la letra pequeña. Pero retomando el hilo de los chollos quiero llamar la atención sobre los precios escandalos­os de algunos otros autores consagrado­s. El jueves 7 de julio se subastó un paisaje de Emilio Sala de dos metros en Subastas El Greco que se remató en 1.000 euros. Ya han aparecido gangas similares en varias ocasiones, pues los grandes formatos difícilmen­te encajan en las nuevas viviendas. El mercado del arte está en una situación bastante oscilante que ya comentaré en otro momento.

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