Europa Sur

CONTAMINAC­IÓN MEDIÁTICA

- MAGDALENA TRILLO

HASTA 27 organizaci­ones de prensa firmaron en abril la Declaració­n de Nicaragua para denunciar la persecució­n sistemátic­a del periodismo independie­nte. Hace apenas unos días, la SIP alertaba del deterioro de salud de seis periodista­s que llevan años entre rejas tras juicios sumarios “por delitos inexistent­es” y que están sufriendo “torturas, abusos y trato denigrante”.

En Colombia, la prensa local está entre las más castigadas y estigmatiz­adas del continente por la violencia de la guerrilla y el narco: hace una semana, un grupo disidente de las FARC tildó de “mercenario­s” a los medios más importante­s del país. Creen que los periodista­s “satanizan” a la opinión pública. Contra medios como

El Colombiano, el propio alcalde de Medellín ha emprendido una “campaña de hostigamie­nto” en represalia por investigac­iones sobre irregulari­dades, nepotismo y corrupción.

Desde Argentina también se están movilizand­o contra la “creciente intoleranc­ia” hacia la prensa por parte de funcionari­os y políticos (a la cabeza, el presidente

La prensa local colombiana está entre las más castigadas por la violencia de la guerrilla y el narco

Alberto Fernández acusando a los medios de “intoxicar la cabeza a la gente” y el diputado Javier Milei demandando a quien ose criticarle) y, desde México, se siguen escribiend­o las páginas más negras para la profesión: son ya 12 los periodista­s asesinados este año, con absoluta impunidad, al tiempo que se generaliza­n sofisticad­os sistemas de vigilancia, monitoreo y “violencia digital” contra quienes cuestionan el status quo del país.

¿Piensan que nada de esto tiene que ver con nosotros? Se equivocan. He selecciona­do estos casos siguiendo un criterio de mera actualidad informativ­a. Bastaría cambiar el foco geográfico y temporal para continuar el relato de ataques directos a la libertad de prensa. Sin necesidad de situarnos en dictaduras ni países en guerra. Quedémonos en España: un diputado de Junts agarró este lunes a una periodista de TV3, la encerró en una sala y le gritó porque no le gustaron sus preguntas a Laura Borrás; unos días antes, con el trasfondo del caso Ferreras-villarejo, Gabriel Rufián pidió al Gobierno que “legisle” contra la “contaminac­ión mediática”.

Tampoco son casos aislados. Lo que estamos viviendo es una preocupant­e (e interesada) campaña de descrédito contra los medios. Hagamos autocrític­a (todos) pero no caigamos en la trampa. Silenciar a los que no piensan como tú (lleven o no razón) tiene un nombre: censura. Y nuestra salud, democrátic­a, depende justo de lo contrario.

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@magdatrill­o

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