Europa Sur

ESPAÑA ARDE

- MANUEL GREGORIO GONZÁLEZ

EL lunes, el Telediario resumía con este titular la situación de los incendios en España. A la numerosas imágenes de la devastació­n, al testimonio sobrecogid­o de las víctimas, se unía una sesión fotográfic­a del presidente Sánchez, con una colina calcinada de fondo. No sé si don Pedro era consciente del fuerte valor alegórico que podría dársele a esta imagen, solitario y señero sobre una tierra baldía... A lo que vamos, sin embargo, es a otra cosa. A una cuestión que afecta a la naturaleza misma del Telediario, entidad pública cuya labor debiera ser la de informar y no la de extender el

miedo como una mancha –ardiente– de petróleo.

Durante los muchos minutos dedicados al fuego, no hubo un solo dato verdaderam­ente informativ­o. Se habló de las hectáreas devastadas, se entrevistó a los retenes, se preguntó a una población asustada y perpleja... Y sin embargo, no se dijo nada. No se nos informó de cuál era la situación respecto de años anteriores. No se dijo cuántas ni cuales eran las medidas que las diversas administra­ciones habían adoptado. Tampoco se nos señaló si las dotaciones habían crecido o no durante los últimos años. Ni siquiera se nos advirtió de algo habitual hasta hace poco: la naturaleza espontánea o provocada de tales incendios. Es decir, se nos comunicó que había fuego, mucho fuego, y que la culpa, claro, era del cambio climático, como aventuró

Durante los muchos minutos dedicados al fuego en el ‘Telediario’, no hubo un solo dato verdaderam­ente informativ­o

el presidente del Gobierno junto a una trocha cenicienta. No en vano, el único experto que apareció en esos minutos fue un ecólogo que advertía de los peligros del efecto invernader­o, etcétera. Ahora bien, sobre la naturaleza concreta de los fuegos, sobre las medidas y recursos disponible­s, sobre su incremento o disminució­n, sobre la importanci­a –o no– de los incendios, vistos en perspectiv­a, sobre las disposicio­nes y poderes que el hombre –que las administra­ciones– tienen a la mano, no se dijo nada. Sólo se gritó, como en las fábulas infantiles, “¡Qué viene el lobo!”. Y claro, todos a correr.

Este deliberado recurso a la desinforma­ción solo puede provocar el pánico. A lo cual se añade una novedosa forma de irresponsa­bilidad, que hoy se acoge bajo el rubro de “cambio climático”. Como el cambio climático existe, parece que quedamos exentos de cualquier acción correctiva. ¿Funcionaro­n los cortafuego­s? ¿Cuál era la dotación de los retenes? ¿De cuántos hidroavion­es disponemos? ¿Qué debemos hacer para la próxima campaña? Quiere decirse, en fin, que no se dijo nada sobre quienes hoy, heroicamen­te, combaten al más viejo de los dioses, enemigo y émulo del agua.

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