Europa Sur

“La actitud alegre de los andaluces me da mucha envidia”

- Tamara García

–Dice que las pulsacione­s por minuto es el vínculo más importante entre música y vida. ¿En la suya están ahora acompasada­s? –Creo que acompasada­s están siempre. Lo que suele cambiar, dependiend­o de muchos factores internos y externos, y que algunos dependen de nosotros y otros no, es el ritmo, la energía, el tono. Pero música y vida son inseparabl­es.

–Con su último disco se ha lanzado a la composició­n. ¡Nada mejor que un nuevo reto para poner a prueba sus bpm! ¿Cómo ha llevado enfrentars­e al papel en blanco?

–Es un reto enorme. Soy un animal de directo, de escenario. Es ahí donde yo me siento mejor, donde me siento fuerte, cómodo, donde soy más yo. Pero siempre pensé que si quería ser un buen músico, debería de componer mis propias canciones, contar mis historias. A pesar de que realmente no siento al cantar que una canción no compuesta por mí sea menos mía o al revés. Las hago todas mías, o al menos así lo siento yo. Pero todos los grandes han sido compositor­es de sus propias canciones, así que en algún momento debía de hacerlo. Y de la mano de mi gran amigo/hermano Leo Aldrey, me puse manos a la obra, y ha sido una experienci­a muy estresante e incierta, pero muy bonita. –¿Han discutido mucho o han ido al mismo compás? –No hemos discutido mucho. Hemos discutido siempre. Pero como ya nos conocemos tanto, la sangre no llega al río y esas discusione­s nos sirven para avanzar de una manera más razonada. Hablar de Leo es hablar de una persona muy especial. Todo lo bueno que diga de él se queda corto.

–Lo conoció durante sus años de estudiante­s en el Tallers de Músics de Barcelona. ¿Qué tiene ese lugar que tantos grandes artistas ha dado (Sobral, Rosalía, Silvia Pérez Cruz...? –Sí, a Leo lo conocí allí. Hay muy buenos profesiona­les trabajando y liderando el proyecto del Taller de Músics. Y el hecho de que se fomente tanto la libertad creativa, pero sin descuidar lo ortodoxo, puede ser, además de las muchas horas de trabajo y actividade­s que se realizan, el secreto de su éxito. –En Bpm hay 9 canciones en portugués, dos en in-* glés y dos en español, ¿por qué también probarse a componer en varios idiomas?

–Adoro los idiomas. Cada uno de ellos tiene una sonoridad y un peso cultural que lo hacen ideal para cantar un tipo de música. Es como usar los pedales de guitarra, e ir cambiando los sonidos para darle a la canción otra dimensión, otra sonoridad.

–Creo que usted estudió Psicología pero, ¿su vocación siempre fue la de músico?

–Me gustan las personas y la complejida­d de la psique humana. Estudié Psicología, pero no terminé, precisamen­te, porque comencé a

enredarme con la música. Yo he cantado desde pequeño. Mis padres nos inculcaron el amor por la música, y en especial por la música cantada a mi hermana y a mí. Todavía recuerdo esos largos viajes al Algarve, desde Lisboa, cantando a varias voces las canciones de los Beatles, y mi padre corrigiend­o o haciendo énfasis en alguna letra o modulación del tema.

–En los directos hace usted gala de un agudo sentido del humor, ¿el alimento de la vida, además de la música, es la risa?

–Sin duda. La risa es el antídoto a los males de la humanidad. Hay que tratar de alimentarl­a, de procurarla. Bastante difícil es la vida muchas veces, y por muchos motivos, como para no querer curarse, aunque sea momentánea­mente, con la risa. También ayuda mucho.

–¿A usted le ayudaron (sentido del humor o música) en sus momentos de salud más complicado­s o, quizás, no se tiene entonces nada a lo que agarrarse?

–Más que el sentido del humor, que también, es un poco la resignació­n en positivo. Aceptar lo que a uno le toca vivir en cada momento, y procurar, dentro de las posibilida­des, confiar en que las cosas saldrán bien. No te creerías la fuerza que tiene el ser humano en adaptarse a una situación terrible, como si fuera lo más normal, y lo más habitual, solamente porque para uno en ese momento lo es.

–Cinco años después de su triunfo en Eurovisión, hágame un balance, ¿qué es lo mejor y lo peor que le dio el certamen?

–Lo mejor, es evidente que es tener conciertos en los mejores lugares del mundo, hacer giras por países que no conocía, con mis amigos, conociendo distintas culturas, gentes, lugares… Y lo peor… pues creo que nada, y si hubo algo, lo he olvidado.

–Fue un verano antes, en 2016, cuando llegó a Cádiz a actuar en su Festival de Jazz al que regresa este año. También tiene una ligazón fuerte con Sevilla. ¿Se siente bien en Andalucía?

–Siempre dije que Cádiz era mi lugar, y si nadie se enfada, Sanlúcar de Barrameda más concretame­nte. Y en general toda Andalucía. Hablábamos antes de la risa, de los malos momentos. Para mí, Andalucía es una tierra con unas gentes que sacan todo el jugo a la vida, mirándola con un prisma de color. Claro que habrá sufrimient­os, y desgracias, y no es todo flamenco, fino y salero. Pero la actitud de los andaluces es vital, alegre. Y eso se contagia y da mucha envidia. A mí, al menos, me la da.

Todos los grandes han compuesto sus propias canciones, así que en algún momento debía de hacerlo”

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