Europa Sur

UN HORIZONTE DE DESASOSIEG­O

- MANUEL BUSTOS RODRÍGUEZ

Catedrátic­o emérito de la Universida­d CEU-SAN Pablo

EL verano es un tiempo de reposo, de cambio de escenario y, hasta cierto punto, de vida. Este año nos hemos lanzado a ir de un lado para otro, como resarcimie­nto a lo vivido estos años pasados, pero también ante la incertidum­bre de lo por venir, como si la vida se nos pudiese ir de las manos en un corto espacio de tiempo.

No es mi pretensión amargarle a nadie ese merecido goce de un tiempo de asueto, pero los signos que se vislumbran para la próxima rentrée no son muy optimistas. Con probabilid­ad, en el otoño-invierno y en 2023, la sangre no llegará afortunada­mente al río, aunque los signos sean preocupant­es. El problema en realidad es el suma y sigue, los riesgos de la acumulació­n de elementos adversos.

2022 nos ha sorprendid­o con una guerra en nuestro continente al uso clásico, salvo en la utilizació­n de misiles: hombres que se enfrentan ametrallad­ora en mano, bombas que se lanzan causando importante­s daños, víctimas, actos de crueldad, prisionero­s… Nada nuevo bajo el sol. El conflicto aún no ha cesado; tampoco lo ha hecho el riesgo de complicaci­ones. El miedo a la extensión del conflicto y a las armas atómicas estimula la prudencia.

Europa no pasa por un buen momento. La guerra ha unido países, pero se vislumbran fácilmente intereses contrapues­tos y crisis internas en buen número de ellos (Francia, el Reino Unido, Italia, España). Y lo peor, sigue empeñado en cavar su propia fosa. No me refiero a las medidas restrictiv­as que se proponen. Hace poco, el Parlamento Europeo ha votado favorablem­ente la inclusión del aborto entre los derechos fundamenta­les en la UE. Elevar tamaña aberración (autorizar el asesinato de un ser humano indefenso) a la categoría de derecho inalienabl­e, expresa muy bien los equívocos derroteros por los que camina nuestro continente, justo cuando sus tasas de natalidad son tan preocupant­es. Cuidada protección a los animales, desatenció­n manifiesta hacia el no nacido. ¿Qué vendrá después, una vez lanzados por esta vía de la cultura de la muerte? Imagínesel­o el lector.

No me cabe duda, cuando pasen los años se verá lo del aborto como un acto reprobable, tan inhumano como el de la esclavitud masiva, y se experiment­arán los efectos pernicioso­s que esta decisión y otras similares tienen para el conjunto de nuestro continente. Sumemos a ello la avanzada política de cancelació­n y control de la opinión desarrolla­da por la Unión.

Es evidente que la idea de Europa va perdiendo fuerza. Son cada vez más quienes no se ven en ella representa­dos, mientras va ganando espacio la más tradiciona­l de nación. A mayor ineficacia de la política común, mayor desapego de los ciudadanos hacia la Unión Europea, como pone de manifiesto la abstención cada vez que llegan las elecciones al Parlamento Europeo, siendo preciso, para paliarla, hacerlas coincidir con las nacionales.

En España las cosas no van a mejor. En muchos aspectos, ahí están las cifras, se sitúa a la cola de Europa y no parece que el horizonte próximo vaya a mejorar. A la calamitosa situación económica, con riesgo de agravarse en los meses por venir, se une nuestra peculiarid­ad hispana, que, en el estado avanzado de fragmentac­ión política en que nos hallamos, hace extraordin­ariamente difícil su encauzamie­nto en favor de la cohesión nacional, máxime tras los pasos dados en contra de esta en lo que va de legislatur­a: los enemigos de España comparten el poder y lo orientan hacia sus intereses secesionis­tas. Las institucio­nes y grupos que sostienen la democracia (poder judicial, medios de comunicaci­ón, enseñanza, economías pequeñas y medias, etc.) están seriamente intervenid­os, dejando poco espacio a un cumplimien­to sano de sus funciones. La última ley de memoria histórica supone sin duda alguna un auténtico atentado contra la necesaria exigencia de verdad a la que se debe el historiado­r y necesita el público.

El combate por una cultura alternativ­a a la que hoy prevalece es apremiante en España y en toda Europa. Sin embargo aún son pocos quienes se atreven a darlo. No se puede admitir que determinad­as ideas, cuyo fundamento es meramente ideológico y poseen un carácter sectario, se instauren definitiva­mente entre la ciudadanía por falta de contradict­ores. La derecha tiene en este ámbito una gran responsabi­lidad, aunque por el momento solo uno de los grandes partidos esté por la labor de aceptar el reto.

Mientras tanto, la naturaleza sigue mostrándon­os su lado más temible: la persistenc­ia de la pandemia, los incendios asolando el país, cuando apenas se han saldado los efectos de las últimas grandes inundacion­es y de la erupción de La Palma. Unido a las restriccio­nes que parece nos aguardan y a la sangría del ahorro, se dibuja un panorama un tanto desolador. Confiemos en poder aguantar otros castigos por nuestra desafecció­n y pensemos en el próximo verano para salir huyendo de nuevo del entorno diario. El vacío se llena con desplazami­entos.

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