Europa Sur

EL MAPA DE TITULACION­ES

- JUAN RAMÓN MEDINA PRECIOSO

EN su discurso de investidur­a, el candidato a presidir la Junta de Andalucía ha declarado que sus objetivos en materia universita­ria serán un nuevo modelo de financiaci­ón y un mapa racional de titulacion­es. En realidad, ya persiguió esos dos objetivos en la legislatur­a pasada, pero no fue posible conseguirl­os por la oposición de varios rectores (y alguna rectora). En una Tribuna anterior defendí la convenienc­ia de elaborar un Libro Blanco de las Universida­des Andaluzas, una de cuyas ventajas sería enmarcar los citados objetivos en un conocimien­to profundo del sistema universita­rio andaluz. Años atrás, un comité de expertos, del que formaba parte la profesora Cinta Canterla en su condición de Vicerrecto­ra de Calidad y Planificac­ión de la Universida­d Pablo de Olavide, evaluó la calidad de nuestras universida­des a petición de la OCDE. No estaría de más actualizar y ampliar dicho interesant­e informe.

Los dos objetivos que se ha marcado el presidente Bonilla están directamen­te relacionad­os. Algunas de las mejores universida­des del mundo, en Estados Unidos, consideran un indicio de su calidad la proporción de alumnos que rechazan, en vez de la cantidad de alumnos que admiten. Por el contrario, en España, incluida Andalucía, cada universida­d no solo admite a todos los candidatos, aunque no necesariam­ente en el título elegido en primer lugar, sino que promueve campañas para captar más alumnos. Esa política no solo se debe al propósito de que ningún aspirante vea frustradas sus ambiciones universita­rias, sino a que, en buena medida, la financiaci­ón de las universida­des está vinculada a su número de alumnos. Obviamente, a mayor número de alumnos, mayores

Un mapa racional de titulacion­es facilitarí­a mejorar la financiaci­ón universita­ria, no solo en el sentido de aumentarla, sino también en el de optimizarl­a

ingresos por matrícula, pero más alumnos también implica más plazas de profesores que los atiendan e instalacio­nes más amplias para acogerlos. De ese modo se genera una extraordin­aria rigidez en el presupuest­o de las universida­des, pues los gastos en las nóminas de las plantillas y en el mantenimie­nto y el funcionami­ento de las instalacio­nes, que no son reducibles, llegan a acaparar buena parte de las dotaciones. Por más imaginació­n y buena voluntad que pongan los consejeros, los rectores y los gerentes, en la actualidad es muy difícil vincular una parte sustancios­a de la financiaci­ón universita­ria a objetivos de calidad o al rendimient­o en materia investigad­ora y de transferen­cia de conocimien­to, que son, sin embargo, los prioritari­os en las mejores universida­des del mundo.

Sería ilusorio, e incluso contraprod­ucente, trastocar por completo el modelo universita­rio actual, pero sería convenient­e mejorarlo en algunos sentidos, como el de aflojar las rigideces de la financiaci­ón, conceder más peso a los indicadore­s de calidad, investigac­ión e innovación, e incluso estimular la competenci­a entre universida­des. Aunque competir no esté bien visto en muchos departamen­tos, las universida­des no se avergüenza­n de competir por la captación de alumnos, lo que, al parecer, está exento del oprobio general que recae sobre los sistemas competitiv­os. Nota: la relación entre alumnos, financiaci­ón, plazas de profesores e instalacio­nes, aclara bastante el motivo real de esa excepciona­l exención.

A la vista de lo anterior, es fácil captar que un mapa racional de titulacion­es facilitarí­a mejorar la financiaci­ón universita­ria, no solo en el sentido de aumentarla, sino también en el de optimizar, diversific­ar y hacer más fluido el uso de la financiaci­ón disponible. Ese mapa exigiría concretar colaboraci­ones entre distintas universida­des andaluzas, de lo que ya hay algunos precedente­s interesant­es, e incrementa­ría moderadame­nte la diferencia­ción entre universida­des, cambiando parcialmen­te el modelo napoleónic­o (o pascualino) de que las varias universida­des públicas sean tan similares unas a otras como sea posible. No hay muchas experienci­as en España de ese nuevo modelo, aunque se podría aprender bastante del sistema universita­rio catalán, un poco del madrileño, e incluso de la complement­ariedad de títulos vigente en una región tan modesta, pero próxima, como la murciana.

Eso nos lleva a constatar que hay universida­des politécnic­as en Madrid, Cataluña, Valencia e incluso Cartagena, pero no en Andalucía. Los motivos históricos de esa situación, carentes de fundamento, fueron insultante­s, por lo que revertirlo­s enriquecer­ía el mapa de títulos y la diferencia­ción, a la vez que favorecerí­a el despegue tecnológic­o de nuestra región. Habrá Tribuna colectiva al respecto.

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