SE FUE MERKEL, SE VA DRAGHI
● Draghi, quizá harto, quizá incapaz de lidiar con una jaula de grillos, dimite en Italia tras una trayectoria digna de estudio
aun con otro también de su padre y de su madre como Silvio Berlusconi, sobre cuyo perfil cabría escribir una docena larga de párrafos.
El dúo más dinámico de la política comunitaria, por tanto, ya es cosa del pasado. El estandarte de la ortodoxia presupuestaria de los miembros fue el de Angela: recuerden aquella llamada de la canciller a nuestro etéreo presidente, allá por 2011, a partir de la cual España no sólo recibió un toque de atención amenazador desde Berlín (y Fráncfort, sede del BCE), sino que llegó a hacer una modificación de nuestra propia Constitución que consagraba la
.Sino me equivoco, la vigente del 78 sólo ha sufrido dos modificaciones. Una la impuso Merkel, a saber: “Todas las administraciones públicas adecuarán sus actuaciones al principio de estabilidad presupuestaria. El Estado y las comunidades autónomas no podrán incurrir en un déficit estructural que supere los márgenes establecidos, en su caso,
El tándem Angela/mario ya simboliza un periodo histórico singular
por la Unión Europea para sus Estados Miembros” (art. 135).
Por su parte, se marcha a casa el estandarte del euro protegido a cualquier costa y de la barra libre de compra de deuda pública de los miembros. Draghi: su labor puede discutirse ideológicamente; su eficacia financiera, no tanto, aunque ya vemos que el adiós del italiano va a coincidir con la vuelta a los tipos de interés o sea, por encima de cero. La desaparición y el relevo de las figuras más relevantes de un periodo histórico singular suele coincidir con un cambio de ciclo... y no sabemos exactamente de qué tipo. En fin, si yo fuera italiano aplaudiría su labor. Aunque sólo fuera por haber conseguido pasta comunitaria a mansalva para la gestión pública de la economía de su país en el reciente ataque pandémico. Italia ha sido la principal receptora: nada menos que 750.000 millones de euros en distintos tipos de ayudas y créditos amables. Italia ha vuelto a ser la octava potencia mundial según su PIB. Con la bomba de relojería de una deuda pública desquiciada, por otra parte.